- Capítulo trece -

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Estuve sentada un rato en el banco que estaba al lado de la puerta de Dirección, donde dentro estaba el profesor hablando vaya a saber con quién, porque no creía que metiera a la misma directora por un ataque de furia que tuvo una alumna.

Jensen no estaba conmigo, ni Lex, ni Sam, ni Alison. Estaba sola. Mi mejor amigo me había acompañado hasta allí, me había sonreído y sin decirme nada, se fue. 

Una parte de mí quiso detenerlo y cuestionarle todo lo que había pasado… Aunque, ¿qué le preguntaría? Lo único que me parecía extraño era el por qué nunca preguntaba nada sobre lo que me sucedía. Había estado junto a mí cuando estuve a punto de perder el control y sin embargo, no dijo nada.

No es que no fuera suficiente para pensar que algo estaba mal, pero ¿qué le diría? «¿Jensen, por qué nunca preguntas qué me sucede? ¿No te parece extraño la forma en que me comporto a veces?». Simplemente, no sonaba bien.

Cuando la puerta se abrió, dejando ver al profesor y luego a una mujer de pelo rojizo, me paré. El profesor se despidió de la mujer y, sin decirme nada, se fue. La mujer no era la directora, pero tampoco sabía qué hacía allí. 

Sin sonreírme, me dio un papel y me dijo que esperara sentada hasta que cambiaran las clases. Debería haberme mandado a la clase de Historia, pero no lo hizo, y le agradecí con una sonrisa. Ella volvió a entrar en la oficina, y yo, me quedé sentada en el banco. 

Sola con mis pensamientos.

¿Qué había hecho que me enfureciera tanto? Yo no era así. Sin embargo, últimamente, me estaban sucediendo cosas raras, y no tenía ni la más mínima duda de que todo se debía a mi condición y que la luna llena estaba cerca. Primero, las heridas no desaparecían tan rápido como solían hacerlo. Segundo, y aunque esto no era para nada malo, mejoré en educación física, mis reflejos se habían desarrollado, era más rápida y me cansaba menos que antes. Pero, ahora, esto: mi temperamento. Todavía no podía creer qué me había sucedido. Y cuando estaba en el baño, las punzadas en mi cabeza… Aún podía sentir cada intenso pinchazo que recibí. Tampoco tenía respuesta para eso… No tenía respuesta para nada. 

En ese momento, el timbre sonó, dando fin a la primer clase. Me puse de pie y comencé a caminar, sin saber muy bien hacia dónde ir. Lo único que tenía en claro es que no iría hacia el pasillo de mi casillero porque no quería cruzarme con nadie que conozca, así que decidí ir directamente al salón donde tendríamos nuestra próxima clase: Literatura.

En cuanto llegué, me senté en el fondo, estaba totalmente vacío así que pude elegir el lugar tranquilamente.

Dejé mis libros preparados sobre el pupitre, y me quedé en silencio, mirando a la nada, tratando de mantener la mente en blanco, hasta que alguien llegó. Fruncí el ceño al ver a Lex acercándose. ¿Qué hacía ahí? Si todavía faltaba para que comenzara la clase. 

Se sentó a mi lado, y por primera vez, no me molestó.

Estuve esperando unos minutos para que dijera algo, pero no lo hizo. Lo miré: tenía los labios fruncidos, y miraba hacia delante, pude admirar cada uno de los lunares que tenía esparcidos por el rostro y su nariz respingada. 

Dio la vuelta y me miró, y yo corrí la mirada como si fuera una nena de diez años a la que todavía le da vergüenza cruzar miradas con los chicos. Pude ver por el rabillo del ojo que sonreía, pero no dijo nada.

No pude evitar sino sonreír también.

La clase comenzó a llenarse rápidamente, justo antes de que sonara el timbre, pude ver a Sam y Alison entrar juntas. En cuanto Sam me vio, se acercó rápidamente a donde estaba yo, y su amiga la siguió. 

MoonlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora