PREFACIO

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Había una vez un reino que albergaba una belleza hipnótica, una felicidad espontánea y unos vecinos espectaculares. Este estaba situado en las profundidades de las montañas, donde la armonía y la felicidad eran algo cotidiano.

Un día alguien les arrebato aquello que tanto habían poseído y habían cuidado con esmero, la paz. Pero no cualquiera había hecho eso, sino un dragón. Uno tan grande como una casa, con unos dientes tan afilados como cuchillos, con una piel tan parecida al acero, con unas alas tan grandes como las del árbol más alto de todo el bosque.

El reino se sucumbió en una oscura maldición. El dragón era apodado como el Darkshy, la bestia más temida sobre la faz de la tierra. Las criaturas mágicas marcharon de esas tierras dejando a los humanos a merced del dragón, estos tuvieron que conseguir llegar al acuerdo de que, si cada mes se le pagaba una gran suma de cantidad de comida, el dragón dejaría el reino en paz y se escondería en las cuevas más altas de las montañas con picos más afilados.

Y para enfrentar a aquella bestia estábamos nosotros. Un pequeño ejército, de seis jóvenes que habíamos sido criados como armas mortales desde quien sabe cuándo, fuimos criados en los "4 muros" así lo llamábamos, nuestra hora había llegado, los queridísimos dieciocho años. Nos sacarían de aquel edificio que era lo único que conocíamos y nos trasladarían al palacio real antes de marchar a la batalla final contra el Darkshy, la bestia que llevaba años atemorizando a la gente del reino.

Éramos su salvación, pero también podíamos llegar a ser su destrucción.

La Última de las MelodíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora