Capítulo 33

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El pueblo seguía igual que como lo habíamos dejado hacía nueve días atrás, pero nuestro viaje se había prolongado aproximadamente a cinco días porque uno de nosotros tuvo que bajar andando ya que no había espacio para todos.

Peleé con Calix para ir cambiando y que él también subiera al caballo, pero ninguna de las veces me hizo caso.

¿Podía ser más testarudo?

Clara se agarraba fuerte a mi cintura mientras miraba todo hipnotizada y Calix andaba delante nuestra con una cuerda para dirigir nuestro caballo a su antojo. Los demás iban con sus caballos detrás nuestra.

- Eres un estúpido- dijo entre risas Dhara.

- Joder, Dhara. ¿No se suponía que eras tú la de "no malas palabras"? - vaciló Daryl carcajeando.

Un sonido secó se escuchó y luego el gemido de Daryl.

- ¡Para! - exclamó emocionada Clara.

Paré al caballo y la miré mientras ella bajaba con torpeza y corría hacía una de las casas.

La casa era pequeña y tenía un aire encantador por la forma en que las enredaderas subían por las ventanas, las flores crecían en el jardín con diferentes tonalidades y el olor que desprendía desde la calle a lavanda, te generaba unas increíbles ganas de acercarte a ella.

Miré a Calix que llevó la cuerda a un poste donde la ató para que el caballo no saliera corriendo y se dirigió hacia la niña.

Suspiré cansada, derrotada, quería que acabara esto.

Bajé del caballo y me acerqué a ellos con lentitud, viendo como la puerta se abría después de que los nudillos de Clara golpeasen la madera de la puerta.

Una mujer pelirroja con mechones blancos salió de la casa, era una mujer de mediana edad, algunas arrugas surcaban su cara, sus ojos eran de un rojo fogoso y su postura era recta.

- Buenas. ¿Y ustedes son? - contestó gentilmente la mujer.

- Necesitamos su ayuda- respondió enseguida Clara maravillada con la mujer que tenía delante suya.

- Pasen.

Dejó la puerta abierta y se hundió en la oscuridad de su casa, la cual no tenía ninguna ventana por la que pasase algún rayo de luz. La seguimos y cuando la puerta se cerró, andamos hacía una luz roja que salía por debajo de una de las puertas.

En cuanto la mujer abrió la puerta nos internamos dentro y miramos todo impresionados. La luz roja la emitía una especie de insecto rojo que iluminaba la estancia con su caparazón. La habitación era espaciosa, dos mesas estaban dispuestas contra la pared a un lado, donde estas estaban abarrotadas de objetos y libros, una estantería llena de libros y frascos, y por último en medio de la sala un caldero que desprendía calor.

- ¿Qué buscan? - preguntó la mujer mientras se acercaba a uno de sus libros abiertos de par en par.

- Queremos saber la localización de alguien- explicó Clara.

- ¿Tienen alguna pertenencia de esa persona?

- No- me adelanté yo- Pero tenemos un objeto que estuvo en sus manos antes de regalarlo.

Ella se acercó a su estantería y sacó un frasco con un líquido transparente que se bebió de golpe, y, entonces las mechas blancas que tenía en el pelo empezaron a cambiar al pelirrojo de su cabello.

Una poción para rejuvenecer...

Interesante.

- Sería más difícil pero no imposible, el precio aumentaría es obvio- contestó al fin ella.

La Última de las MelodíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora