Los sonidos de unos pasos, me obligaron a sacar la cabeza de debajo del agua y mirar a la persona que irrumpió mi baño, pero al ver quien es me sorprendí. Calix llevaba en su brazo una toalla igual a la mía, su cabello estaba desordenado como si acabara de despertarse y sus pies estaban descalzos. Mi mirada recorrió todo su cuerpo analizándolo profundamente, acababa de despertarse eso estaba claro. Mis ojos volvieron a su cara y nuestras miradas conectaron, no tuvimos que decirnos nada, simplemente el empezó a desvestirse hasta quedar expuesto de sus ropajes. Se adentro a la piscina y se puso en el otro lado. Me había dado cuenta de que era callado, pocas veces lo había escuchado hablar con alguien además de que conmigo solo había compartido pocas palabras, pero muchas miradas. Su mirada de alguna manera me atraía a él, era algo extraño que nunca había sentido, pero estaba sintiendo. Cansada ya del baño, nadé hasta la parte más baja donde había las escaleras y las fui subiendo poco a poco, sentía la mirada de él en mi espalda, pero era algo que no me incomodaba. Me acerqué a la toalla y me rodeé el cuerpo con ella antes de marcharme con un asentimiento de cabeza.
Fui hacia mi habitación sintiendo los pies húmedos tocar el frio suelo.
Aquella misma mañana antes de que despertara me habían dejado la vestimenta que portaría al viaje. En la cama había tendido un vestido de un color blanco puro, las sandalias de un color madera como las que siempre usaba y una nota con la hora exacta en la que aparecería una doncella para acabar de alistarme. Miré la hora, ya casi llegaría la doncella, me vestí rápidamente y me cepillé el pelo distraídamente esperando a la doncella.
Cinco minutos después una mujer joven apareció en mi puerta, esta me ayudo con el retocado haciéndome un moño con una trenza como coletero que lo rodeaba delicadamente, me maquillo con polvos y me puso unas piedras en los ojos que los hacían ver más elegantes, me hacían ver a mi más elegante, cualquiera podría decir que parecía un ángel caído del mismísimo cielo.
Me sonreí a mí misma en el espejo, nunca me había arreglado y nunca había sentido la satisfacción de verme tan hermosa.
- Gracias- le susurré a la doncella.
- Esta hermosa querida- contesto ella mirándola desde detrás del espejo.
La doncella se marchó y yo cogí una vieja mochila donde puse tres libros y cuatro dagas que, aunque me fuesen a dar armamento allí, esas dagas tenían una historia detrás y para ello las necesitaría.
Al mediodía salí de mi habitación ya preparada y anduve hasta la puerta principal la que te llevaba fuera de los "4 muros", nunca había salido de aquí pero ahora mismo sentía la adrenalina correr por mis venas, iba a conocer el mundo, si, lo iba a hacer. Esa puerta que desde que tenía conciencia propia había estado cerrada ahora mismo estaba abierta de par en par y la luz del sol entraba encantada por ella.
Fuera estaban algunos de los chicos esperando mientras Abu hablaba con un hombre de mediana edad que estaba subido a uno de los carruajes.
Ahora empezaba una nueva vida.
Una nueva manera de vivirla.
O a lo mejor aún no había empezado a vivirla.
ESTÁS LEYENDO
La Última de las Melodías
Adventure¿Dos corazones podrán llegar a amar, pese a tener que cumplir, una misión de la que no se podrán salvar? Una bestia. Una salvación. Seis jóvenes. Y un destino. Obra iniciada 22/02/2021 Obra culminada 03/08/2021