Capítulo 26

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Los grandes muros de piedra que rodeaban la ciudad ya empezaban a verse desde la distancia, llevábamos aproximadamente dos horas de viaje. El hombre nos había interrogado a preguntas, al haberle mentido diciendo que éramos un grupo de músicos que habían quedado en medio de la nada por un incidente con el público, se había interesado más por nosotros y quería saber todo lo que pudiésemos contarle sobre otros reinos. Y lo único que yo quería decirle era:

Señor, no he salido de mi "casa" durante dieciocho años. ¿Qué voy a saber yo?

- ¿Componéis vuestras propias canciones o recitáis las de otros? - el hombre parecía muy interesado en ello.

- Las componemos- respondió Dhara, que era la única que hablaba.

Detrás de la ciudad se podía ver el principio de la sierra nevada con sus blanquecinos y afilados picos. La ciudad estaba situada en el pie de la cima, en ese lado de la montaña, el sol daba con fuerza y calentaba el lugar. El clima era primaveral, sin contar, como la vegetación en aquella parte del bosque relucía y se extendía como una preciosa manta de colores de todos los tonos posibles, esa parte del reino parecía tan irreal a diferencia de donde proveníamos.

Estaba embelesada con el paisaje, había dejado de escuchar la conversación entre el amable hombre y la muy divertida Dhara.

En cuanto más nos acercábamos más sentía la presión en mi pecho, estaríamos a metros de altura de nuestro objetivo principal, pero no teníamos ni armas ni nada con lo que transportarnos ni por la ciudad ni por ninguna parte.

No teníamos dinero, algo esencial, si hablamos de un mundo que gira alrededor de él.

El carro paró a centímetros de chocar con otro, una larga cola de carromatos se extendía esperando entrar en la ciudad, mientras que por detrás llegaban más.

Las ansias de bajar del carromato y moverme con libertad después de tanto rato en la misma posición, me ganaron. Por lo que me bajé de un salto del carromato y corrí en dirección paralela, para visualizar mejor la distancia entre nuestro carromato y la entrada de la ciudad.

Los carros se movían con lentitud y volví a mi lugar:

- ¿Entonces habéis visto la magia? - el hombre tenía la boca tan abierta que algún bicho se metería en ella, en cuanto nos despistáramos.

- Cierra la boca que entran moscas- dijo Fayra arisca.

- Si, claro que sí, pero muy lejos de aquí- prosiguió con la conversación Dhara.

Después de veinte minutos escuchando solamente las preguntas de uno y las respuestas de otra, llegamos al principio de la cola. Un hombre barbudo con un montón de papeles encima suya, se acercó a nosotros cauteloso, se alzó de puntillas y nos miró a todos fijamente.

- ¿Documentación? - preguntó.

¿Des de cuando se necesitaba documentación para entrar en una ciudad?

El hombre busco entre sus cosas y sacó tres tipos de folios, los cuales extendió en dirección al otro hombre, este los ojeó con ojo critico y acabo por asentir.

- Correcto, disfruten de su estadía.

Y el carromato se puso en marcha otra vez.

- ¿Qué pasa aquí? - preguntó Daryl, lo que todos pensábamos.

- ¿El que? - preguntó el hombre.

- ¿Por qué piden documentación? - esta vez fue Calix el que habló.

- El alcalde está buscando algo, pero los habitantes no tienen la autorización para saberlo- y no volvió a hablar.

Cuando llegamos a la plaza, bajamos y nos despedimos de él, dándole las gracias.

Desde aquí hasta el final estábamos solos.

Nos reunimos en corrillo en uno de los callejones de la plaza principal.

- ¿Ahora que hacemos? - preguntó Theon.

- Tendríamos que buscar algún sitio donde alojarnos- respondí.

- No tenemos dinero- señaló Calix.

Nos quedamos callados.

- Podemos...- empezó Daryl a decir.

Y se quedó callado.

- ¿Podemos qué? – preguntó Dhara.

- Podemos robar algo...- antes de que siguiera ya lo había interrumpido Theon.

- No lo estás diciendo enserio.

- Pues claro que lo estoy diciendo enserio- respondió Daryl, ofendido.

- ¿A quien le vamos a robar? - pregunté interesada.

Todos se giraron hacia mí con los ojos abiertos sorprendidos por mi atrevimiento.

- A la guardia, y ya si eso se la devolvemos cuando acabe todo esto.

- ¿Y por qué no se lo pedimos? - Theon estaba al borde de la desesperación.

- Creo que es obvio- contesté yo, golpeándole en la frente con el dedo- ¿Qué les vas a decir? ¿La verdad? No se la creerán, nadie lo sabe, solo los de palacio. Aunque si se habrá extendido el rumor, pero hasta aquí lo dudo mucho, además no tienes una orden directa de palacio.

Theon aun alucinando con el pensamiento de nosotros rumiando sobre esa idea, bufó y negó con la cabeza. Y yo seguí hablando, porque realmente era la única manera de hacer las cosas rápido y poder empezar a vivir una vida fuera de todo ello.

- Yo estoy a favor de la idea de Daryl. Tampoco robaríamos todo el arsenal, entraríamos, cogeríamos un arma cada uno y sin que nos pillaran saldríamos de allí, tampoco tendrían porque darse cuenta que algunas de sus muchas armas han desaparecido- empecé a enumerar como podríamos proceder.

- Sigue sin parecerme buena idea- volvió a decir Theon.

- A mi me parece bien- dijo Fayra.

- Mm..., supongo que a mí también- dijo una Dhara no muy convencida.

Y solo quedaba Calix, que nos analizaba a todos detenidamente buscando los fallos del plan.

Aunque no era mi idea principal aquella, tampoco me parecía mal, solo cogeríamos algunas cosas, no las echarían de menos.

Calix sin preámbulos dijo:

- Vale.

La Última de las MelodíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora