Capítulo 8

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Me agarré de su brazo en cuanto dijeron nuestros nombres y las trompetas volvieron a sonar. Nos movimos hacia las escaleras y empezamos a bajar, el salón estaba lleno de gente que había parado sus acciones simplemente para admirarnos. El lugar estaba iluminado por unas grandes lámparas de araña que colgaban del techo, los banquetes estaban a un lado y en el centro la gente se juntaba a bailar. Cuando llegamos al final de las escaleras nos pusimos al lado de nuestros compañeros, aún agarrados del brazo. Entonces las trompetas dejaron de sonar y la gente de la pista se movió a los lados dejando pasar a Fayra y Theon, y los demás fuimos detrás confusos. Había bailado poco durante mis dieciocho años, Abu me había enseñado lo esencial, pero aquello fue años atrás. Apreté mis manos en el brazo de Calix.

- No se bailar- le susurré para que nadie más lo escuchara.

Sin inmutarse a aquello y mirando aún al frente me contesto:

- Sigue mis pasos.

Genial, simplemente genial.

Llegamos al centro de la sala con los ojos de todos los invitados en nosotros, él me soltó y se puso delante mía, sus ojos azules se quedaron fijos en mí y entonces puso una mano en mi cintura que hizo que diera un paso hacia atrás, pero me reprendí internamente.

Es así como se baila, Aerilyn, no seas tonta.

Me acerqué otra vez a él y puso su mano en mi espalda, las yemas de sus dedos acariciaron mi piel expuesta del vestido, relajándome. El sonido de la orquestra empezó y nuestras manos se entrelazaron.

Pero...


Un niño con capucha miraba hacia la puerta de mi antigua habitación, sin dejarme observar su rostro él temblaba violentamente.

- Po-por favor, no lo hagas.

La pequeña niña le suplicaba al niño que no hiciera algo que a simple vista no entendí hasta que un brillo llamo mi atención, un cuchillo.

- No lo entiendes, él te quiere hacer daño- respondió el niño.

- Abu no haría eso, Calix- la niña estaba convencida de aquello y que tan equivocada se veía.

- ¿Y ese corte que tienes en el labio? - él niño tembló con más fuerza al pensar en el rasguño.

- Simplemente me equivoqué y cuando una se equivoca tiene que aprender la lección- a la niña le empezó a temblar el labio.

- No digas eso- el niño bajo la cabeza.

La niña se acercó sigilosamente y lo abrazo por la espalda, él niño tiro el cuchillo al suelo y se giró para abrazarla con más fuerza.

- Prométeme Aerilyn que él no te hará nada.

- Te lo prometo.


Cuando salí de aquel trance en el que había estado, la canción ya estaba llegando a su fin, los dedos de Calix aún acariciaban mi espalda y su mirada estaba fija en la mía igual que la mía había estado todo el tiempo. Girábamos y nos movíamos en un bucle incansable en el cual solo estábamos nosotros, era algo que no entendía y que me costaba entender, pero también me quedaba la duda de si en verdad quería entenderlo. A lo mejor simplemente su aura misteriosa era aquella que nos envolvía, aquella que declaraba muchos secretos guardados y mucho dolor, eso me transmitían los ojos de Calix. No sería la única en haberme sentido de esa manera a su alrededor, como si hubiese un doble peso en el aire, pero a la vez era la mejor forma de relajarse uno mismo.

La canción acabo y entonces el sonido de los aplausos me dejo darme cuenta de mi alrededor, había bailado delante de cientos de personas sin tener ni idea, ni siquiera tenía claro si lo había hecho bien. La mirada de Calix dejo la mía y miro detrás de mí, la curiosidad me ganó y me giré a ver lo que observaba, el príncipe se acercaba a nosotros tranquilo. Cuando llego a nosotros me sonrió y alcanzó mi mano para darle un beso en el dorso.

- ¿Me concedería este baile, bella dama? - preguntó.

Me sonrojé enseguida y cuando iba a buscar la mirada de Calix este ya estaba alejándose. Volví a mirar al príncipe y acepté. En aquel segundo baile no había pasado lo mismo que con Calix, aquella vez había pisado unas cuantas veces al príncipe provocando sus carcajadas y sus comentarios sarcásticos, sobre lo bien que bailaba. Bailamos unas dos veces más, en las cuales mejore un poco, pero nada extraordinario. Cuando acabo mi cuarto baile de la noche una mujer muy bella se acercó al príncipe a pedirle un baile el cual acepto sin duda, me miró con pesar y me pidió una disculpa antes de alejarse con la mujer.

Me había hecho un favor para que mentir.

Los pies me dolían y las piernas me pedían un descanso, nunca había llevado tacones, pero para la primera vez estaba complacida ya que solo me había caído intentando salir a la terraza. Bufé y me levanté del suelo viendo en la barandilla a Dhara, esta estaba con la mirada perdida.

- Hola.

Me acerqué a ella y ella se giró hacia mí.

- No te había escuchado llegar. ¿Qué tal el baile? - me preguntó, pero algo había cambiado en ella.

- Bien, estoy a punto de reventar con estos tacones, pero bien- ella soltó una risita apagada.

- Estoy en las mismas condiciones.

- ¿Estás bien? - le pregunté preocupada, la había conocido hace poco, pero ella no era así, ella estaba llena de vida y en esos momentos no.

- Claro, todo va genial, simple nostalgia.

Después de decir aquello, cambio de tema.

La Última de las MelodíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora