Capítulo 9

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Una risa tonta se me escapo y las carcajadas de Dhara me parecieron aún más divertidas por lo que reí más.

Deslizábamos nuestros pies descalzos y mojados por el patio mientras cada una llevaba una botella, de un líquido violeta, de las que habíamos encontrado en una de las mesas a rebosar de comida. Mi boca estaba tan seca que a cada rato bebía de la botella sin ser consciente. En algún punto Dhara y yo habíamos acabado en el césped tumbadas y bebiendo de nuestras botellas, reíamos por ridiculeces sin gracia pero que a nosotras nos resultaban las más emocionantes y graciosas del mundo. Nos contábamos sueños que no habríamos dicho jamás en voz alta, pero en ese estado pensar en otra vida donde nosotras eligiéramos nuestro futuro, fue una buena manera de liberarnos de unas cadenas invisibles que llevábamos sobre el cuello desde hacía mucho tiempo.

Cerré los ojos dejando de lado los balbuceos de Dhara y concentrándome en mi respiración que se fue ralentizando poco a poco sumiéndome en la oscuridad.

Lo que me parecieron unos minutos después, unas manos grandes me levantaban del suelo y me llevaban a cuestas, mis ojos estaban aún cerrados, estaba tan cansada que no podía abrirlos, me pesaban. Abrí uno de los ojos lentamente encontrándome con una mandíbula marcada y un pelo oscuro, me quedé embobada mirándolo. No sabía que me pasaba. Levanté pesadamente la mano y recorrí con un temblor su mandíbula delicadamente, él se estremeció ante mi toque, pero no se separó.

El silencio se extendía por todo el castillo, solo se escuchaba el sonido de los pasos sigilosos de Calix y nuestras respiraciones. Me fijé en que la sala donde se había celebrado el baile anteriormente, ahora mismo lucía limpio y ordenado igual que al principio, la gente ya había abandonado el castillo desde hacía unas horas.

Parpadeé pesadamente, y entonces sentí el blando colchón en mi espalda. No estaba siendo consciente de nada de lo que pasaba a mi alrededor, era como si una parte de mi cerebro se hubiese desconectado y solo quisiese que durmiera. Mis labios se entreabrieron sedientos por más líquido, Calix levanto mi cabeza y puso un cojín detrás. Abrí la boca en un intento de hablar, pero la lengua me pesaba, por lo cual le cogí del brazo intentando pararlo antes de que se marchara.

- Has bebido mucho del alcohol que trajeron algunos pueblerinos de las criaturas mágicas, este es mucho más fuerte que el humano y en los humanos ese tipo de alcohol, deja estragos muy grandes. ¿Tienes sed, no?

Asentí.

Él se levantó de la cama dejando el lado vacío y frío. Mis pensamientos iban lentos, no podía pensar bien, solo podía pensar en lo mucho que quería beber y dormir. Antes de que mis ojos se volvieran a cerrar apareció Calix con un vaso de agua en su mano. Me lo bebí entero y me acurruqué aún más entre las cálidas sabanas, sentía que estaba flotando entre nubes dejando mis problemas en cada salto.

Algo en mi se encendió. Cogí la mano de Calix acercándolo a la cama hasta que se sentó, mis dedos acariciaron los suyos y los llevaron a mi collar, aquel que reposaba en mi cuello y que tanta confusión me creaba.

No pensé en las palabras ni siquiera por qué las dije, no había ninguna razón, solo había algo en mí que me decía que lo preguntara que buscara la respuesta.

- ¿Por qué?

Mis cuerdas vocales hicieron un esfuerzo, pero, aunque fuese un pequeño susurró lo escucho. Sus ojos se oscurecieron y aparto rápidamente su mano, se levantó y se marchó cerrando la puerta después de apagar la luz.

La Última de las MelodíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora