Capítulo 23

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El agua caía con fuerza sobre mi espalda, pero me hacía sentir mejor. Me sentía más tranquila, y mi cuerpo que había estado tenso todos los días desde que nos marchamos de aquel pueblo, había vuelto a relajarse y se sentía en paz. Habían pasado tres días de duro cansancio, en los cuales no paramos ni un mínimo segundo, después de tanto tiempo habíamos decidido parar al lado de una cascada de agua para pasar un rato y luego volver a emprender el viaje.

Con los ojos cerrados y con el sonido del agua caer, sonreí inconscientemente. Sentí la respiración de alguien acercarse, pero no me inmuté.

Unos brazos fuertes se enrollaron alrededor de mi cintura y sentí como los latidos de su corazón bombeaban a toda velocidad al igual que el mío.

- ¿Qué quieres? - pregunté aun de espaldas a él.

No quería mirarlo, estaba en paz y no quería estropearlo.

- Yo...- su voz quedó ahí.

Su mentón se posó en mi hombro y con la yema de uno de sus dedos, acarició mi espalda con cuidado.

- Te lo estoy diciendo enserio. ¿Qué quieres? - le pregunté otra vez.

Su caricia me desconcertaba y me ponía cada vez más nerviosa. Lo que estaba sintiendo no sabía describirlo ni ponerle un nombre o una explicación, nunca había sentido algo así, no sabía mucho sobre el contacto con los demás, pero con los demás no me sentía igual que con él.

- Calix.

Me giré y me aparté de él, en su cara se dibujo una mueca al separarme. Miré a los lados buscando a los demás, donde anteriormente habían estado sentados descansando, pero ya no había nadie, solo nosotros.

- ¿Por qué quieres saberlo todo? No te puedo responder a algo que no sé. Solo dejémonos llevar- dijo con la voz ronca.

Yo tampoco sabía que respuesta buscaba a la pregunta que le había hecho y no sabía lo que responder. El recuerdo del baño en aquella casa, de su cercanía y de sus labios ganaron en mí y me acerqué nadando a él.

Sus brazos volvieron a rodear mi cintura y yo enrollé mis piernas en su cadera, nuestras narices se rozaban y nuestras respiraciones se complementaban. Tragué saliva y miré sus ojos azules, que brillaban con intensidad, rozó sus labios contra los míos y se movió hacia atrás.

Empecé a reír en cuanto entendí lo que quería.

- No- le dije.

- Claro que sí- respondió él, con una sonrisa en sus labios.

Era extraño verlo sonreír, pero me hacía sentir tan bien, era como un elixir superior a los demás.

- No te voy a besar- solté con certeza.

- ¿Segura? Porque yo tengo claro que yo no seré el que lo haga- dijo juguetón.

Verlo relajado y divertido, después de haber visto sus muros desde el principio y como estos se tambaleaban cada vez más, me motivaba a seguir jugando.

Su mano apartó unos mechones mojados de mi vista.

- Creo que...- pero fue interrumpido al instante.

Unas voces se escucharon por el bosque, entre bromas y risas se acercaban los miembros del grupo que faltaban. Me separé de sus brazos rápidamente y salí del agua antes de que llegaran, me sequé con soltura el cuerpo y deslicé un vestido blanco por mi cuerpo.

Los chicos aparecieron por un lado con una bolsa de comida que habían sacado del carruaje, que habíamos dejado aparcado por detrás. Los miré a los cuatro, porque si, Theon ya había despertado hacía unos dos días y ya estaba suficientemente recuperado para hacer vida normal, bueno normal en lo que cabía en nuestras vidas.

En ese tiempo nos habíamos unido más que nunca, hasta Fayra que había estado alejada todo el tiempo había empezado a sentirse más cómoda con nosotros.

- ¡Traemos comida! - gritó Dhara alegre.

La Última de las MelodíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora