Capítulo 36

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Agaché la cabeza enseguida, buscando no ser descubierta. Las manos me temblaban sin control y sonando lo más natural posible con la mirada al frente hablé en voz baja con el sirviente a mi lado.

- Nunca pensé que trabajaría para el rey- dije sonando falsamente ilusionada.

El chico a mi lado me repasó de una sola mirada y volvió a su postura en completo silencio. Volví a insistir.

- ¿Y tú cuanto llevas aquí? - pregunté en voz baja.

- Desde antes de que al actual rey lo coronaran.

¿Cómo había acabado Oscar en aquel puesto? ¿Y la familia real? Miré de soslayo al rey llamar a uno de los sirvientes para que le sirviese una copa de vino. Seguí con la mirada toda la mesa dándome cuenta que había más platos de la cuenta cuando solo iba a estar Oscar.

- Entonces, la familia real...- empecé a decir despacio.

- No se habla de ella- me interrumpió enseguida el chico.

Oscar estaba acabándose la copa de vino, volvió a chasquear los dedos y otro sirviente se acercó para rellenarle la copa.

- Sal- ordenó con una voz autoritaria Oscar.

Deje de respirar de golpe. No sabía para quien iba la orden, pero yo ya estaba temblando más de lo normal.

- Aerilyn, hija ven aquí.

Y ahora sí que sí, sentí que el aire me faltaba. No podía ser. No estaba segura de poder enfrentarlo, estaba estática en mi sitio mirando con la cabeza bien alta a la persona que había al otro extremo de la sala. Calix se mordía el labio superior en signo de estrés, pero no se salió de su papel de sirviente.

- Cualquiera diría que te he puesto la mano encima alguna vez. Hija, acércate y cenemos juntos.

Los recuerdos me inundaron y con mucho autocontrol no deje derramar ninguna lagrima. Él nunca me había puesto la mano encima, pero sus trabajadores sí.

Y aunque no hablásemos entendí a la perfección la mirada que me había dado Calix. Me decía que saliese, que ellos estaban allí, así que me dejé llevar y me separé de la pared donde estaban todos los sirvientes. Me acerqué a la mesa con la cabeza bien alta y una postura que transmitía que tenía todo controlado, aunque no era verdad, me senté en la silla que estaba a uno de sus lados y esperé.

Oscar levantó la mano y con todo mi autocontrol no me eché hacia atrás en cuanto me acaricio la mejilla.

- Es mejor que no me toques- le dije fríamente.

Él apartó la mano con una sonrisa en los labios.

- ¿Qué ha pasado hija? ¿Han salido las cosas bien? - se estaba divirtiendo y por primera vez con mis propios ojos vi su verdadera faceta.

- ¿Por qué dicen que eres el rey, Oscar?

- ¿Ya no me llamas Abu? Aerilyn, Aerilyn...- repitió mi nombre lentamente negando con la cabeza.

- Responde.

- ¿Qué te puedo decir? Les he hecho un favor a esta gente. El rey enfermo por la locura de su propia mujer, murió en pocos días y su mujer e hijo fueron asesinados en la horca por traición a su propia familia. Ahora solo les quedo yo y me han otorgado el titulo de rey, gracias a que el Darkshy está muerto, ¿verdad?

Puse los codos encima de la mesa y me acerqué a él.

- ¿Has sido tú, verdad? ¿Lo has matado? - deje de lado el tema del Darkshy.

- ¿Cómo puedes pensar eso de mí? Llevo mucho tiempo trabajando para él. Yo fui el que salvó a toda esta gente de esa bestia, os eduqué para que la matarais mientras él se resguardaba en su castillo, temblando de miedo- empezó a alzar la voz con rabia.

No contesté. Y él volvió a sonreír esta vez a la fuerza.

- Sáquenlos- ordenó.

Y entonces los sirvientes que había al lado de mis amigos los sacaron de sus sitios y los sentaron en la mesa. "Amigos", sí, porque se habían ganado ese puesto.

- Pensé que os había enseñado mejor. - todos estábamos en silencio- ¿Es que no aprendisteis nada? ¿No aprendisteis que contra mí no podéis? En fin, márchense. – con un movimiento de su mano, todos los sirvientes salieron del comedor dejándonos solos. – Retomemos esa conversación, Aerilyn, ya que ahora no tenemos público te seré sincero.

- ¿Por qué todo este plan? - pregunté directamente.

- Hija mía, cuando llevas tanto tiempo deseando algo con todas tus fuerzas, ansiando tenerlo entre tus manos, no hay fuerza alguna que lo pueda parar- miré sus ojos que brillaban llenos de codicia y poder.

- ¿Por qué no simplemente matarlos y quedarte con el trono?

- No es tan fácil. El pueblo se me habría echado encima en cuanto lo intentase, pero después de que su propio rey me hiciera ver como el héroe que era, ellos ya habían poseído cierta confianza en mí. ¿Y quien mejor para ocupar un trono vacío que el héroe que los sacó de una tragedia?

Y lo entendí perfectamente. Se había ganado a un pueblo que había pasado tanto tiempo sumido en el silencio y el miedo que ahora se dejarían guiar hasta por el más vil de los reyes.

- ¿Por qué le hiciste todo esto a Clara? - escupí con rabia.

- Oh, Clara, Clara, la dulce Clara. Era un peón en todo esto, no tenía nada contra ella. La pobre ha muerto injustamente, pero, en fin – dio una palmada- la vida es injusta, ¿no? Mejor que vosotros no lo sabe nadie.

No comenté que ella estaba viva y lo deje pasar.

- Te odio- mi voz temblaba llena de rabia.

- Lo superaras, porque hemos pasado por muchas cosas y no quiero mataros. ¿Entendéis? - nos preguntó y finalmente miró a los demás.

Ninguno contestó. Oscar golpeó la mesa con las dos palmas abiertas haciéndola retumbar.

- ¿Entendéis? - gritó.

- Si- dijo Theon.

Volvió a respirar tranquilo.

- ¿Cómo sabias que estábamos aquí? - preguntó Fayra.

- Esa es una historia muy larga y hoy no es día para contarla- contestó como si estuviese hablando de cualquier anécdota.

Clara ya lo había dicho, Oscar usaba la magia oscura que se le había dado a la hora de nacer. Y tenía claro que todo este tiempo había sabido donde estábamos en cada momento.

- Bueno, cenemos- dijo.

Él alargó la mano hacía uno de los platos con rebanadas de pan y cogió una de ellas.

Y entonces lo que menos nos imaginamos ninguno de nosotros, ni el propio Oscar, sucedió.

Los ojos se me abrieron como platos y instintivamente me lancé hacia atrás. Todos los de la mesa reaccionaron levantándose de sus sillas.

Y Oscar solo miró su mano que no paraba de sangrar. Y solo pude mirar a Calix en aquella posición.

Calix acababa de lanzarle una daga directa a la mano a Oscar.

La Última de las MelodíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora