Capítulo 35

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Mis dedos toqueteaban la hierba buscando una distracción que dejase de lado a Calix y Fayra en palacio. Había pasado media hora aproximadamente probablemente un poco más, y los nervios ya me estaban alterando. ¿Y si les habían pillado? Imposible, Fayra era la que más sabía sobre camuflaje y Calix no se habría dejado coger fácilmente.

Theon murmuraba cosas en voz baja y miraba con rapidez todo el panorama, mientras Daryl y Dhara estaban apoyados en un árbol con un grueso tronco donde dejaban su peso caer, los miré con detenimiento y me fijé en que sus manos estaban enredadas. Una pequeña sonrisa se extendió por mis labios, ya imaginaba lo que tendrían aquellos dos que peleaban todo el tiempo y se insultaban a cada rato, pero más tarde le preguntaría a Dhara.

- ¿Qué haces Theon? - le pregunté mientras lo miraba meticulosamente, hacía unas señales muy extrañas con las manos y tenía en el ceño fruncido.

- Estoy calculando la longitud del palacio y el tiempo que puede llevar recorrerlo, más las posibles paradas para asegurarse de que no hay nadie y los problemas que puedan surgir- respondió él.

Abrí la boca para responderle con algún comentario, pero no sabía que decir así que la volví a cerrar y lo dejé con sus cálculos.

Pasaron diez minutos hasta que escuchamos unos pasos que se acercaban, todos entramos en pánico y nos escondimos detrás del árbol. Siendo sincera no se en que momento nos pareció buena idea, supongo que era por el pánico de ser descubiertos, pero literalmente a ninguno nos tapaba el árbol porque nos empujábamos los unos a los otros para tener espacio. Paramos de hacer el idiota en cuanto nos fijamos en que eran Fayra y Calix.

- ¿Se supone que os escondíais? - preguntó burlona Fayra.

- Lo intentábamos- respondió Dhara con las mejillas enrojecidas hasta tal punto que las veía, aunque no hubiese luz.

- No lo parecía- dijo Calix.

Calix se acerco a nosotros y se cruzó de brazos.

- Hay mucha seguridad, pero es fácil pasarla por alto cuando los guardias están hablando entre ellos. Hemos dado una vuelta por la planta baja, a la segunda no hemos podido subir, pero lo que nos ha sorprendido ha sido que los cuadros de la familia real y la decoración están cambiados. Los colores que antes representaban a la realeza han sido cambiados por otros que no sé de dónde vendrán.

Nos explico resumidamente como movernos por el palacio sin ser vistos y empezó a andar en dirección a él.

- ¿Vamos? - dijo.

- ¿Ya? - pregunté yo confusa.

- ¿Quereis esperar a entrar por la mañana o la siguiente noche? Por la mañana nos descubrirían rápidamente y si esperamos a mañana perderemos más tiempo del que ya hemos perdido- dijo con simpleza dejando en nuestras manos la elección.

- Entramos ya- dijo Daryl.

Empezaron a moverse los dos y Fayra, hacía una de las esquinas traseras del palacio. Y los demás los seguimos imitando todos sus movimientos, hasta donde ponían el pie al pisar, para no ser descubiertos.

La luz de una de las ventanas me hizo cerrar los ojos, me había acostumbrado a la oscuridad del lugar. Cuando los volví a abrir ya habían saltado la ventana unos cuantos, solo quedábamos Dhara y yo. Puse los pies en una piedra cualquiera de allí y subí la rodilla a la ventana, después lo único que hice fue impulsarme hasta entrar en ella. Dentro de palacio había cambiado todo en el poco tiempo que nos habíamos marchado, los colores que antes iluminaban el lugar de una forma cálida ahora eran más oscuros volviendo el lugar más frío. El pasillo por el cual una vez pase que estaba plagado de cuadros de la familia real había cambiado por completo, ninguno quedaba en pie, habían desaparecido.

Calix abrió con cuidado la puerta que teníamos en frente y nos hizo señales con la mano para que entrásemos.

- Escuchadme, ahora seguiréis cada paso que demos Fayra o yo. Ni se os ocurra hablar y cuando queramos que os mováis o cualquier cosa, os lo haremos ver con señales. ¿Entendido? - susurró Calix despacio.

Asentimos todos.

Calix se movió por la habitación llena de utensilios de lavado y fue a la puerta contraria a la que habíamos usado. La abrió con cuidado y Fayra se agachó para salir primera por debajo, después asintió y Calix abrió del todo para que fuésemos detrás.

No sabía en que lugar del palacio estábamos. Habíamos pasado poco tiempo allí y aquello era enrome.

Nos movimos por el pasillo con cautela y Fayra se sostuvo de la esquina para mirar si había algún guardia, dio la casualidad de que no había por lo cual seguimos hacía delante. Y así fue durante la mitad del camino, hasta que llegamos al salón donde estaban las dos escaleras reales que llevaban a la planta de arriba. Esa sola sala ya estaba plagada de guardias por todas partes.

Miré a Calix que apretaba los labios con frustración, le hizo un movimiento de cabeza a Fayra y ella empezó a retroceder para entrar en otra habitación. La seguimos como era obvio.

Y nos movimos por el lugar de esta manera, el tiempo se pasó volando y cuando me centre, ya estábamos en una habitación con una escalera de mano. La subimos uno a uno y aparecimos en otra estancia.

Harta estaba ya de las puñeteras habitaciones.

Pero antes de que nos moviéramos una mujer entro despreocupadamente a la habitación, nos miró detenidamente y frunció el ceño.

- ¿Por qué no estais vestidos? El rey espera su cena.

No nos movimos.

La mujer llevaba en la mano un trapo y con él empezó a golpearnos en la cabeza para que nos moviéramos, y lo consiguió.

- ¡Venga! ¡Venga! ¡Hacéis esperar al rey!

Me desvestí rápidamente y me puse el vestido de sirvienta, me até el delantal y luego el cabello en una cola alta.

- Muy bien. Muy bien. ¡Venga!

Acabamos todos de vestirnos y la mujer nos empujó al pasillo.

- ¡Venga! ¡Seguirme! ¡Seguirme!

Una mueca se instaló en mi rostro. ¿Podía dejar de hablar tan alto? Parecía que gritaba. Me ponía nerviosa.

La seguimos escaleras abajo hasta llegar a la cocina. Ella corrió y empezó a ponernos bandejas en las manos y a meternos prisa para que fuésemos al comedor.

En todo momento agaché la cabeza para que no se fijaran en mi cara y me reconocieran. Me moví con cuidado siguiendo a la cola de sirvientes al comedor, cada uno dejaba su plato a un lado de la mesa y después se movían a los lados de ella, donde se quedaban de pie con una postura recta y sofisticada. Así que hice lo mismo, sin mirar por un momento a la familia real, pero en cuanto me puse en mi sitio, lo vi.

Oscar.

Oscar, mi mentor, era el hombre que estaba recibiendo esa comida. La familia real no estaba, solo él, dirigiendo el encabezado de la mesa.

Y entonces empecé a unir las piezas en mi cabeza.

La Última de las MelodíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora