Capítulo 13

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La pequeña puerta se abrió delante de nosotros.

- Adelante- la voz de un hombre nos alentó a pasar.

Como nadie se movió, me moví hacia la puerta. Estábamos en uno de los lados en los que estaban postrados los tronos, el rey estaba dando su discurso y su bienvenida a todos. Esperamos todos allí dentro y entonces la voz clara del rey nos hizo una señal para que nos mostrásemos ante el público, fuimos en fila hasta estar delante de los tronos y nos reverenciamos ante ellos.

Miré hacia delante fijándome primero en el rey, luego en la reina y finalmente en el trono vacío del príncipe, un acto que me provoco una sonrisa.

- Ahora que tenemos a los elegidos aquí, empezaremos la ceremonia- dijo el rey.

Entonces los sirvientes se fueron acercando dejando tres cuencos de madera en el suelo. El rey se agacho y cogió dos de ellos y el que faltaba lo dejo en manos de su esposa, suponía que realmente uno de los cuencos que llevaba el rey debería haber sido llevado por el príncipe, pero no lo cuestione. Nos agachamos de rodillas al suelo, con la penetrante mirada del público en nosotros, en nuestras respiraciones, en nuestros actos y en las palabras que usaríamos.

El rey empezó con Theon que estaba en una de las puntas y yo en la otra. Una música melodiosa impregno el lugar haciendo que los cuerpos de los presentes se balancearan en sintonía. El rey cogió con sus dedos parte del ungüento verde con hojas y lo deslizo por su frente en una línea, seguidamente con el otro cuenco que llevaba apelotonado en el mismo brazo con el que cogía el otro cuenco, metió la mano salpicándosela de agua y le deslizo los dedos por los ojos cerrados, después la reina se acercó y hizo lo mismo en su barbilla con una línea horizontal que ahora era de tierra. Así lo hicieron hasta llegar a la última, ósea yo.

La gente empezó a aplaudir eufórica por el acto que acababan de presenciar. Nosotros nos levantamos y dimos la cara al público y ellos aplaudieron con más emoción. Cuando volvió el silencio, el rey ya se había vuelto a sentar igual que la reina.

- Elegidos, el pueblo y la familia real cuenta con vosotros, os deseo la mejor de las mejores suertes, os deseo éxito en vuestra misión y os deseo salud y una vida larga y placentera cuando esto acabe- concluyo el rey.

Las trompetas sonaron y la gente se movió dejando camino libre por la tela roja que había en el suelo. Nos dirigimos los seis fuera siguiendo la tela de terciopelo hasta llegar a la puerta principal del castillo que estaba abierta de par en par. Al otro lado dos carruajes nos esperaban los cuales aún no estaban cargados con nuestro equipaje el cual llevaban los sirvientes de un lado a otro, Abu estaba allí y se acercó rápidamente a nosotros, me rodeo con sus fuertes brazos y me estrecho contra él.

- Abu...

Pero él no me dejo hablar se separó y acuno mis mejillas con sus manos.

- ¿Aerilyn que no te maten, vale?

Una risa salió de mí al escucharlo.

- ¿Aerilyn?

Insistió.

- Intentaré que no me maten- contesté.

Se separo de mí y fue a despedirse de los demás.

- Os conozco desde que erais unos críos, os he criado y os he educado, espero que todo el entrenamiento que hemos hecho y perfeccionado haya servido para algo. - dijo Abu- Suerte hijos míos.

Y después de eso se adentró al castillo dejándonos solos.

Los sirvientes se marcharon.

Ya no quedaba nadie.

Solo seis chicos que no sabían que hacer.

Finalmente, abrí la puerta de uno de los carruajes.

La Última de las MelodíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora