Capítulo 17

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En cuanto salí nos subimos a los carruajes y nos pusimos en marcha de nuevo, esta vez yo y Dhara íbamos dentro del carruaje, Calix siguió llevando su carruaje y el nuestro estuvo en manos de Daryl mientras nosotras vigilábamos que Theon estuviera en buen estado.

Ahora íbamos, sin duda, con más cuidado al pensar que podríamos encontrarnos con algo parecido a lo que había sucedido en la taberna. Habíamos subido algunos de los alimentos que había encontrado en la alacena del lugar, más de la mitad caducarían en menos de veinticuatro horas por lo que los dejamos allí y nos llevamos los alimentos que se podían conservar mucho mejor.

Dhara apoyaba su cabeza en mi hombro mientras intentaba dormir, yo no podía pegar ojo, aunque me había pasado toda la noche conduciendo, mi cuerpo estaba en alerta.

Miré por la ventana, el sol estaba en lo más alto del cielo así que calcule que sería mediodía y me lo confirmaron los rugidos de mi estómago. Pasé mi cabeza por la pequeña ventanita que daba a Daryl por la que hacia unas horas había salido Theon.

- Tengo hambre.

- Guay- me respondió.

- No te pido una opinión, te pido bajar.

- Y yo no te he preguntado lo que quieres haces- contesto aún sin mirarme con la vista en el camino.

Un bufido de frustración se escuchó detrás de mí.

- No seas capullo Daryl- le dijo Dhara.

Este se giró y la miró con una mueca.

- ¿Cómo que capullo?

- Mira al frente o nos estrellaremos.

- Pues entonces no me giro- contesto Daryl.

Dhara se levantó para acercarse a la ventanita, pero entonces el carruaje tembló peligrosamente haciéndola caer hacia delante, como si fuera a cámara lenta mi vista se poso en el cuerpo dormido de Theon. Me levanté corriendo y me tiré hacia delante golpeándome el pecho con la esquina de los sillones, pero consiguiendo estabilizar el cuerpo de Theon sin dejarlo caer.

- Upss.

El sonido procedió de la parte delantera del carruaje.

- Idiota- dijo Dhara.

Daryl se giró otra vez ofendido y Dhara le giro la cabeza de un golpe.

- Ni se te ocurra- respondió esta.

- Me acabo de dar cuenta que se te están pegando mis malas palabras- comento él.

Las comisuras de los labios de Dhara se extendieron hacia arriba pero no llegaron a formar una sonrisa, porque me miró y la bajo en seguida.

- Cuando encuentre un lugar plano donde aparcar los carruajes pararé.



Cinco minutos después, un descampado plano se extendía por la ladera de una colina repleta de todo tipo de flores. Mi mente estaba en blanco mientras observaba el paisaje, estaba sentada en el suelo con la espalda apoyada en uno de los arboles donde la sombra me resguardaba del flameante sol que chocaba con mi piel. Estaba tan concentrada que no sentí la presencia de Fayra hasta que me lanzó algo a las piernas.

- ¿Qué?

- Ropa.

Después de aquellas palabras se marchó.

El saco que me había lanzado llevaba lo esencial, ropa intima y además unos pantalones holgados de un tejido bastante fino y refrescante, una camiseta blanca y una chaqueta negra por si las dudas.

Apoyé las manos en el suelo y me levanté lentamente para después recoger el saco.

Tengo que cambiarme.

Nos habíamos separado lo bastante para no tener que compartir el mismo oxigeno y no tener que enlazar una conversación, Fayra caminaba por la ladera, Daryl pateaba rocas entretenido, Dhara estaba tumbada en medio del campo rodeada de margaritas y Calix..., no sabía dónde estaba.

Me alejé del campo y me metí en el bosque, ande un poco hasta que deje de ver a lo lejos a mis compañeros. Dejé el saco en el suelo y me vestí rápidamente, dejando mi anterior ropa en el saco. Mientras pasaba los brazos por la camiseta, escuché el crujido de unas ramas al ser pisadas, me acabé de poner la camiseta y cerré los ojos por un momento.

La piel se me erizo en cuanto una respiración lenta y pausada chocó contra la parte trasera de mi cuello, que estaba expuesta al llevar el pelo recogido.

- Te odio- su voz sonó débil.

- Yo mucho más.

Salió sin más en aquel momento, era lo que sentía. Había estado confundiéndome con sus actos y sus palabras, esos pequeños recuerdos que pasaban por mi cabeza cuando estaba con él me confundían mucho más. Aquella extraña sensación al estar con él se incremento cuando pasó sus dedos por mi cuello hasta coger el collar entre sus dedos.

- No te entiendo- me sinceré.

- No lo tienes que hacer.

- ¿Entonces por qué me buscas?

Me giré abruptamente, por la impotencia de su respuesta.

- Tienes muchos secretos que tienen relación conmigo- le dije.

Lo sabía, no era tonta, claro que lo sabía.

- ¿De qué nos conocemos? - pregunté.

- ¿Realmente quieres saber?

Y asentí sin pensarlo.

La Última de las MelodíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora