Capítulo 5

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El viento golpeaba mi rostro, los relinchares de los caballos se escuchaban lejanos al momento que yo estaba viviendo. Desde la ventana del carruaje veía un mundo nuevo, uno que no había conocido, uno que estaba descubriendo, uno al que me enfrentaba. Mi alegría se desbordaba a cada paso que daban los caballos y con este el carruaje, mi mirada fija en la ventana y mi cabeza apoyada en ella, cabellos sueltos de mi pelo chocaban contra mi rostro formándome una sonrisa tonta. Mis ojos se movían de un lado a otro, todo era verde, los árboles, las montañas, las colinas, el color verde predominaba en el paisaje.

- Pareces un perro- dijo de la nada Daryl de repente, sacándome de mi tranquilidad.

Nos habían separado en dos carruajes para estar más cómodos, en el primero iban Calix, Theon y Fayra, en el segundo íbamos Daryl, Dhara, Abu y yo.

- Que haga lo que quiera, no seas tan amargado Daryl- le contestó Dhara.

Este en respuesta bufo y siguió a lo suyo, igual que yo.

Después de cinco horas, el suelo, que anteriormente había sido un camino de arena, se volvió piedra, una señal que significaba que la civilización ya estaba cerca. El carruaje revotaba a cada paso de los caballos y con ellos nosotros. La emoción me invadía, mis manos empezaron a temblar descontroladas y las pose en mi falda para intentar controlarme. A lo lejos unas murallas de piedra gigantes se alzaban intimidantes, guardias a los lados armados de cabeza a pies esperaban nuestra visita también depositados arriba de la muralla y en las torres de alrededor, pero aquello produjo que mi cuerpo se tensara al completo sintiéndome amenazada.

El primer carruaje llego a la puerta gigante hecha de una especie de madera pesada, el nuestro paro detrás y esperamos hasta que las grandes puertas se abrieron dándonos paso al reinado.

El lugar estaba lleno de casas, unas más grandes otras más pequeñas, unas más modernas otras menos, unas con peores materiales otras con mejores, hostales, comercios y todo tipo de sitios estaban allí. El corazón se me estrujo al ver que pasábamos por el centro del reino, y el montón de gente que paseaba cada uno inmerso en sus propios problemas, se paraban a murmurar con el de al lado sobre nuestra sorpresiva entrada. Las voces de la gente llegaron a mi desde el primer momento.

¿Quiénes son? Hace tiempo que no pasan por aquí visitantes. ¿Se quedarán? ¿Serán de aquí o de otro lugar? ¿Qué querrán de nosotros? ¿Irán a palacio a hablar con los reyes? ¿Esos carruajes son demasiado caros, no? ¿Y si vienen con noticias de fuera? ¿Vienen con cosas buenas o malas?

Y un sinfín de preguntas más.

Las voces de la multitud me empezaron a pasar factura, la cabeza me dolía tanto que pensaba que me iba a estallar, necesitaba que callaran. En los "4 muros" jamás había pasado por algún momento en el que las voces se alzaran tanto, mucho menos habían llegado a gritarse, los guardias siempre hablaban bajo y Abu era una persona paciente que odiaba llegar a ese punto.

- Hey- llamo mi atención Dhara- ¿estás bien?

Asentí.

- Estás pálida, ¿estás segura?

Volví a asentirle, pero esta vez acompañada de una sonrisa forzada.

En cuanto el carruaje empezó a subir la cuesta, saqué la cabeza por la ventana y divisé como en lo más alto de la colina se extendía un gran castillo. Mi cuerpo se lanzó hacia atrás ante la subida por la que íbamos, las casas a mi alrededor eran cada vez mejores que las que había visto en la parte baja, estaban mucho más cuidadas pero era verdad que no transmitían el mismo mensaje que las anteriores, estás eran frías y solitarias poca gente pasaba por allí pero los que pasaban iban serios y sin emociones, las anteriores transmitían familiaridad, amor, trabajo, esfuerzo y preocupación las personas por allí eran más abundantes unos corriendo otros despacio, cada uno a lo suyo, pero se comunicaban entre ellos alegres o preocupados, sentían emociones.

Cuando mi vista se despegó de un hombre mayor con un palo en la mano, me di cuenta que el carruaje había parado. Abu salió primero y luego todos los demás hasta yo salir la última.

El castillo era enorme, este tenía alrededor patios con esculturas y fuentes de mármol que lo hacían ver elegante y culto, las puertas grandes ya estaban abiertas de par en par y una alfombra roja daba lugar para que entráramos.

Me mordí el labio inferior con emoción y sin pensarlo busqué con mi mirada a alguien en particular, Calix me miraba fijamente con sus manos en los bolsillos del pantalón y sin ninguna emoción.

Pero entonces algo me distrajo de mi objetivo.

El sonido de una trompeta.

La Última de las MelodíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora