Cenizas y destellos

Pasadas las diez

Hacía calor y yo llevaba sudadera.
Tenía flequillo, el cabello medio recogido
y vestimenta negra.

Tu atuendo se me parecía,
sólo que era majestuoso.
Tu mirada lucía normal hasta las ocho,
pero pasadas las diez ardía con enojo.

Todos me llamaron dramática.
Me hirieron y tú permaneciste callado.
Supongo que evitabas la confrontación,
pero después sólo empeoraste la situación.

No era mi obligación quedarme,
podía escapar a mi refugio.
Sin embargo, cubrí a alguien más.
Eso no implicaba que recibiera con gozo tu ira.

Pasadas las diez lucías como un monstruo
y te parecías mucho al muchacho que odio.
Pasadas las diez eras un imbécil más
que me hizo llorar.

Esa lánguida mañana otoñal
ya no parecías la figura anhelada de las niñas enamoradas.
Esa tenue mañana que anunciaba el fin de semana,
se te cayó la máscara.
Ese mitigante día de octubre,
se nos olvidó que juntos somos insalubres.

Pasadas las diez me recordaste lo inútil que debo ser,
viste por encima del hombro a la tonta niña que soy,
marcaste el territorio que no debo recorrer,
corrí por las escaleras
rumbo a un sitio del que no quería volver.

¿Por qué nos quitamos los disfraces?
Era mejor cuando fuimos
un par de extraños conocidos sin enlaces.

No soporto lo sucedido,
siento que algo se ha corrompido.
Siento que te he herido.

Pasadas las diez los fantasmas nos acecharon
y fuimos tan cobardes que los guiamos hacia el otro.

Me viste llorar
y yo pude vislumbrar la violencia que te obligas a ocultar.
Dejé de ser tu niña ingenua
y tú pasaste a ser mi verdugo complaciente.

Pasadas las diez la vida se fragmentó
y sólo parecíamos quedar tú y yo.

Agachaste la mirada al finalizar
y yo sólo traté de no volver a llorar.
Te fuiste y después volviste.
Te grité intentando igualar lo que me hiciste.
No hubo ningún efecto concreto.

Pasadas las diez marcamos algo.
No fue nada bueno.
Al contrario, fue insólitamente malo.

Pasadas las diez nuestro mundo quedó al revés
al impactarse sin pensar en un después.