Cuando éramos tú y yo

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Una mirada sencilla bastaba para entendernos
y todo lo resolvíamos a través de un par de gestos.
Fuiste mi opción predilecta.
La que ya estaba hecha,
incluso antes de ser propuesta.

Contigo me sentía cómoda.
Entonces me di cuenta que estaba siendo demasiado boba.
Me aferré a nosotros cuando nunca lo fuimos
e insistí en algo magnánimo que ocurrió en el camino.

Ellos decían que tú sólo aprovechabas lo bueno que te brindaba,
pero a sus palabras atención yo no prestaba.
Me cegué y a muchos callé.
Pensé que hacía lo correcto.
Pensé que por mí harías lo mismo.
¡Qué mal me ha salido!

Cuando éramos tú y yo, el mundo se detenía,
todos nos veían con una sonrisa.
Creo que uno de los dos perecía.

Ahora que me he dado cuenta que siempre fui yo,
me recuesto en el regazo de mi hermano de once años
y observo el techo cuestionándome por aquel par de huraños
que un día de invierno coincidieron dejando de ser extraños.

¿Cuántas mentiras acerca de nosotros pronuncié?
¿Cuánto te divertiste a través de mí mientras a otros desprecié?
Me perdí a mí misma tratando de ayudarte a encontrarte a ti.
Llámame egoísta, pero creo que primero debería quererme a mí.

Cuando éramos tú y yo, parecía ser invencible.
En realidad, me estaba volviendo bastante predecible.

Cuando éramos tú yo, eras el preferido;
todos indagaban sobre aquel chico consentido.

Cuando éramos tú yo, parecía que nada podría lastimarme.
Me equivoqué.
Tú lo hiciste y ni siquiera pudiste avisarme.

Cenizas y destellosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora