El frío de tu adiós

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¿Cuántas veces el destino lo repitió?
Me aparté de tu camino,
pero el recorrido siempre finalizaba contigo.
Salté de un puente hacia el río
esperando ahogarme y deshacerme de este lío.

Sin embargo, de la mano me sujetaste
y me devolviste a la acera para impedir
que separara nuestros destinos.
Nos reunimos en una cabaña alejada.
Esa debió ser mi señal,
pero estaba cegada.

¿Por qué me cubriste con aquella manta escarlata?
¿Por qué me sonreíste cuando la luna nos iluminaba?
El viento golpeó los cristales de las ventanas
y entre tantas mezcolanzas,
tú y yo éramos la más funesta de las creencias.

Me marché, porque era mi deber.
Me seguiste, porque así debía ser.
Pero no importó lo que hiciéramos,
estábamos condenados a encontrarnos.

Me permití disfrutarlo efímeramente,
pero sabía que esos segundos no serían suficientes.
Éramos felices cuando cooperábamos,
cuando te dejaba tener la razón.
No obstante, cuando deseaba participar,
tú me recordabas que ése no era mi lugar.

El renegrido color nocturno nos cubrió a mediodía.
Afuera el sol resplandecía.
Mas en el interior el frío de tu adiós me destruyó.
Mi manera de mantenerme en pie, te alentó.
El fin que visualicé al fin se cumplía.

La barrera que divide el tiempo de la vida se caía.
Yo sabía lo que seguía.

Cenizas y destellosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora