Capítulo 30

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Ya he perdido la cuenta de todas las balas que han impactado contra Torrente. Los miembros de la mafia han seguido encañonándole incluso después de morir, cosa que me parece lo más cruel que he visto en mucho tiempo. Una vez que el sonido de los disparos cesan, mis ojos instintivamente se fijan en el cuerpo sin vida del policía, cubierto de su propia sangre hasta el último rincón. De hecho, la sangre no deja de salir de su cuerpo y se extiende por el suelo hasta que forma un inmenso charco debajo del cadáver.

Sin poder evitarlo, la estampa de Torrente muerto me lleva hasta la muerte de mis padres. Me recuerda tanto a aquella escena, que no tengo ni fuerzas para sostenerme en pie, de modo que caigo al suelo de rodillas y suelto mi AK-47 para colocar mis manos sobre mi cabeza, la cual empieza a arderme como si hubiera aspirado algún tipo de gas tóxico en el aire y me estuviera matando lenta y dolorosamente.

-____- escucho de manera muy lejana la voz de Gustabo llamarme, pero no puedo siquiera mantener mis ojos abiertos y mis oídos atentos por mucho más tiempo. Tan sólo noto que alguien me levanta y me carga sobre sus brazos antes de perder mi audición y verlo todo negro ante mí.

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Una presión molesta comienzo a notar en mi cabeza y parte de mis fosas nasales. Abro los ojos de manera brusca y parpadeo unas pocas veces para acostumbrarme a la luz que me rodea y veo a Gustabo con un algodón en la mano. Enseguida entiendo que lo que estaba aspirando era el algodón impregnado en alcohol, por eso notaba esa molestia.

Suelto un leve jadeo mientras me llevo una mano a la cabeza, froto mi frente con los dedos y luego los dejo caer sobre mi costado. Un momento... ¿Qué me ha pasado? ¿Por qué he estado inconsciente? ¿Durante cuánto tiempo? ¿Y dónde estamos?

-Menos mal que estás bien, ____- la voz de Gustabo me hace volcar mi atención en él -¿Cómo te sientes?

-Algo mareada- digo con voz ronca, debido a mi recién despertar -¿Dónde estamos?- le pregunto mirando alrededor, fijándome en que estamos en una sala que no conozco para nada. Es algo así como una habitación de hospital, pero muy reducida. No creo que estemos en un hospital realmente.

-Estamos en el cuartel- me responde Gustabo. Mis ojos se fijan en los suyos, sin entender exactamente lo que me dice.

-¿Cuartel?- la palabra sale de mi boca con un matiz curioso y extraño.

-Sí, es el lugar donde la mafia se reune- hago un amago de asentimiento, pero sigo sin saber a qué se refiere -Su escondite, si lo quieres llamar así.

¡Ya! ¡Ahora lo entiendo! ¿De verdad me han traído hasta aquí teniendo en cuenta que Gustabo y yo recién acabamos de entrar en la mafia y somos en los que menos confían? No obstante, si así lo han hecho, por algo será.

-¿Qué me ha pasado?- lo último que recuerdo es que estábamos en el helicóptero llegando a la isla esa que mencionó Nadando porque habían secuestrado a tres policías, pero no me acuerdo de nada más.

-Te desmayaste cuando mataron a Torrente- mis ojos y mi boca se abren en una mueca de sorpresa y de pánico. ¿Torrente? ¿Torrente estaba ahí? ¡Joder, no lo recuerdo!

-¿Cómo que mataron a Torrente? No entiendo- niego con la cabeza, esperándome lo peor.

-Después de vender el polvo de ángel, nos reunimos con la mafia para darles el dinero que recaudamos- asiento, ya que de eso sí me acuerdo perfectamente -Y bueno, nos dijeron que los acompañáramos hasta una isla porque Cebralín y Xiaomi habían secuestrado a tres policías- vuelvo a asentir con la cabeza -Pues bien, esos tres policías eran Torrente, Horacio y Segismundo.

-¡¿Qué?!- le pregunto de manera alterada a Gustabo. Él asiente con pena, pero lo hace con mucha seguridad -No lo puedo creer, ¿y qué pasó entonces?

Espina Clavada (Jack Conway y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora