Capítulo 10

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Una vez que el superintendente se recupera de la patada que le he dado en la entrepierna, dirige la mirada hacia mí. Yo lo observo con atención por si me dice algo, pero las palabras no salen de su boca. Quizá espera a que sea yo la que interrumpa el silencio. Sin embargo, no entiendo qué es lo que tengo que decir. Esta vez sus ojos han vuelto a la normalidad y me gusta. De hecho, me está mirando exactamente igual a como lo hizo ayer al quitarme la máscara. Esa intensidad se me ha quedado grabada en la memoria y no puedo borrarla, no quiero borrarla.

-Bien, ¿y ahora qué sigue?- decido al final romper el hielo y preguntarle, así me despisto un poco de mis pensamientos y me centro en entrenar. Conway se aclara la garganta antes de responderme.

-Podemos dejar las pruebas físicas y empezar con la puntería- se nota que lo de dejar las pruebas físicas lo dice para evitar que sus preciados espermatozoides vuelvan a sufrir otro placaje, lo cual me hace reír por dentro, cosa que espero que no se dé cuenta.

-Me parece bien- asiento con la cabeza.

-Tengo que admitir que tienes una puntería bastante buena- yo lo miro sorprendida, pues no sé cómo puede decir eso si nunca me ha visto -En la persecución me reventaste la rueda delantera de la moto de un sólo disparo- es cierto, conseguí darle en la rueda, pero creo que fue más bien cuestión de suerte.

-¿Y cómo sabe que era yo?- pregunto muy interesada -Tanto Horacio como Gustabo y yo llevábamos las mismas máscaras- él me dedica una sonrisa prepotente.

-No soy tan estúpido como para no darme cuenta de quién eras tú- responde de manera triunfante -Te tenía fichada desde el principio, muñeca.

-¿Ah, sí?- le pregunto enarcando una ceja y mostrándole una sonrisa ladeada.

-Sí- afirma -Y ahora si me disculpas, debo sacar unas cosas del coche. Ahora vuelvo- me da la espalda para dirigirse hacia la salida del hangar.

-De acuerdo, Papu- le digo de broma. Sé que no le gusta, pero la culpa es suya por autoguardarse en mi lista de contactos con ese nombre. Por un momento se detiene y pienso que se va a dar la vuelta para decirme algo, pero sólo guarda silencio aún de espaldas a mí. Tras unos breves segundos, reanuda su camino.

Al mismo tiempo que lo observo alejarse, una sonrisa se dibuja en las comisuras de mi boca. De verdad no me explico cómo alguien como él ha sido capaz de llamarme tanto la atención. A mí nadie me ha gustado así nunca. Jamás en mi vida he sentido por nadie nada parecido a lo que siento cuando Conway está cerca de mí. Es difícil explicar con exactitud lo que es, pero cada vez que lo veo o que sé que lo voy a ver, aparece una mezcla de sensaciones por todo mi cuerpo que me hace desear tenerlo bajo mi mirada y recorrer cada poro de su piel con detenimiento.

Tras unos escasos minutos, regresa. A medida que se va acercando, me doy cuenta de que lleva algo bajo el brazo derecho, algo que parece estar hecho de madera. Cuando se detiene frente a mí y lo coloca en el suelo, veo que se trata de figuras con aspecto humanoide. Esa clase de figuras las he visto antes en la televisión. Si no estoy equivocada, sirven para practicar el tiro con armas de fuego.

-Muy bien, ____- pausa -Con esto vas a demostrarme tu puntería, ¿de acuerdo?- señala las figuras de madera y yo asiento -Las voy a colocar en diferentes puntos del hangar y desde tu posición debes disparar y tumbarlas todas, ¿entendido?

-Entendido, superintendente- le respondo.

-Bien.

Dicho eso, Conway se dirige hacia diferentes zonas y coloca una figura en cada una. Lo contemplo mientras se asegura de situar bien cada figura y que queden fijas sobre el suelo. Su expresión de concentración no me pasa desapercibida, pues se muerde el labio inferior al mismo tiempo que ejerce presión contra el suelo para clavar las figuras. Cuando termina, vuelve hacia donde estoy yo y saca una pistola de su pistolera.

Espina Clavada (Jack Conway y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora