Capítulo 15

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Conway se aleja de mí tras limpiar mis lágrimas con sus dedos y camina con decisión hacia el hombre que me destrozó la vida. Desde mi posición veo cómo lo esposa mientras le grita cosas que no llego a escuchar muy bien, pero debo imaginar que no debe ser nada bueno. En el momento en que veo a Pablito escoltado por el superintendente, me acerco hasta ellos.

Con el miedo reflejado en cada uno de mis movimientos, observo detenidamente el rostro del mexicano. Él me devuelve la mirada de una manera neutra, sin expresión alguna. Por lo que veo, parece que no me reconoce, que no tiene ni idea de quién soy. Una de dos, o me he equivocado y él no es la persona que abusó de mí, o es muy buen actor y está fingiendo que no me conoce. Conway nos observa a cada uno y, con los ojos inyectados en fuego por la rabia, se dirige a Pablito.

-¡¿No la reconoces o qué, desgraciado?!- echo un vistazo a Gustabo, Horacio y Segismundo, quienes esbozan una mueca de sorpresa por las palabras de Conway. Seguramente no estén entendiendo por qué el policía le dice eso a Pablito. Después, mi atención vuelve a fijarse en él para escuchar su respuesta.

-No- el mexicano no deja de mirarme con el ceño fruncido, como si intentara profundizar en su mente para ubicarme en alguno de sus recuerdos. Sin embargo, parece que le cuesta hacerlo, cosa que hace que mi pulso se acelere. ¿Me habré equivocado de persona? ¿Él no es quien me violó? ¿Qué pasará entonces? Me sentaría muy mal haber condenado a un inocente. No obstante, una parte de mí piensa firmemente que sí es él -Y podría usted tener más respeto y no insultar, wey.

-¿Por qué debería tenerle respeto a alguien que no lo ha tenido con una adolescente de quince años?- la cabeza de Pablito se gira de manera brusca hacia Conway, quien no deja de mirarlo con frialdad.

-¿Qué carajos quiere decir?- su voz se alza -Si yo no conozco de nada a esta tipa.

-Ya cantarás, ya- le asegura el policía -Cuando estés frente a la puerta de la federal, empezarás a cantar como un jodido loro- el mexicano parece estar a punto de reventar de la ira, pero trata de controlarse -Por cierto, ¿dónde tienes esos cadáveres escondidos?- Pablito desvía la mirada hacia Gustabo, Horacio y Segis. Si las miradas pudieran matar, los tres ya estarían muertos.

-¿De qué cadáveres me habla?- le pregunta a Conway sin entender -¿Qué clase de joterías le contaron estos pendejos?- señala a mis compañeros con la cabeza, pues al tener las manos esposadas, no puede hacerlo con ninguna de ellas.

-¿Dónde están los cadáveres?- ahora la pregunta va dirigida a Gustabo, Horacio y Segismundo, y hace bien, dado que el mexicano no parece estar dispuesto a colaborar.

-Ahí mismo, superintendente- le señala Gustabo una zona con mucha tierra acumulada en pequeñas montañas, como si taparan algo -Se dará cuenta enseguida porque huele bastante fuerte.

Los seis caminamos hacia donde ha dicho Gustabo. Conway agarra del brazo a Pablito para evitar que se escape. Cuanto más nos acercamos a esos montones de tierra, el olor que ha descrito antes mi compañero se hace notar en mis fosas nasales. Suelto un pequeño quejido de desagrado y me tapo la nariz y la boca con la palma de mi mano. El hedor es espantoso, terrible. Huele a descomposición y a podrido.

-Supervisad que el Taquitos no se escape- les ordena el superintendente a Gustabo y a Segismundo cuando estamos justo delante del primer montón de tierra.

-¿Cómo que Taquitos?- pregunta el mexicano muy molesto, pero Conway lo ignora y mis compañeros se ríen en silencio.

-____ y Horacio- Conway nos hace una seña con su mano y Horacio y yo lo seguimos hasta donde el olor es aún peor que antes, lo cual hago un gran esfuerzo para no vomitar ahí mismo -Inspeccionad conmigo.

Espina Clavada (Jack Conway y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora