Capítulo 5

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En cuanto escucho esas últimas palabras brotar de los labios del superintendente, el corazón me late a mil por hora. Mis ojos se fijan en los suyos sin entender por qué quiere que sea yo la que negocie con él. La sangre comienza a subir y bajar por mis arterias, venas y capilares a la velocidad de un lince. Una mezcla de hormonas fluyen por todo mi cuerpo y el nerviosismo vuelve a invadirme. ¿Qué mierdas me pasa? Jamás he sentido algo así por culpa de nadie, ¿por qué con él sí? ¿Por qué él tiene que ser la excepción?

Camino hasta estar frente a frente con ese hombre que tanto revoluciona mi interior y que no me deja pensar con sensatez. Me armo de valor para mirarle bien a la cara y no permitirme flaquear, ni hablar arrastrando las palabras, ni tartamudear.

-Bueno, ya que tengo que negociar con usted, quiero saber cómo se llama- le digo de manera neutral.

-Yo soy el superintendente Jack Conway- me contesta -Llámame superintendente.

-De acuerdo, superintendente- asiento.

-Bien, muñeca- dice él -¿Qué pides por el primer rehén?

Por suerte, sé bastante sobre códigos policiales y demás, pues mi madre era policía y a todas horas le escuchaba hablar así. Había veces que incluso me enseñaba algunas cosas, así que, no creo que me salga demasiado mal. O eso espero. Sin embargo, quiero empezar con algo bastante lógico.

-Por el primer rehén, quiero una huida limpia- le respondo lo más segura de mí misma posible -No quiero obstrucciones ni obstáculos de ningún tipo, con eso me refiero a pinchos, vallas y barricadas. Tampoco truquéis los coches. Todo limpio.

-Hecho- me he sorprendido hasta yo de que haya aceptado, pues he incluido bastantes cosas y realmente pensaba que no lo aceptaría.

-Venga, que salga el primer rehén- dice Gustabo -Tú mismo, el de las cuerdas vocales rotas- señala a un chico vestido de negro y una boina del mismo color.

-Sale el primer rehén, cacheadlo- dice el superintendente por radio a sus agentes.

A su lado aparece un chico vestido de policía con un chaleco antibalas y un pasamontañas, por lo que no puedo verle la cara. En el momento en que el rehén sale, se lo lleva fuera de mi campo de visión.

-Conway, ¿compruebo la matrícula de los coches?- le dice otro policía al superintendente.

-¡Que me dan igual las putas matrículas!- le grita él -¡Haz perímetro, coño!- el policía se va resignado por los gritos de Conway. Normal, yo también lo estaría -Sigamos, nena- me dice ahora a mí -¿Qué pides por el segundo rehén?

-Me quitas los francotiradores y los helicópteros- le digo, directa y sin tapujos -No quiero ver ninguno.

-De acuerdo- asiente -Que salga, pues- activa de nuevo la radio -Va a salir el segundo rehén.

Segismundo trae a uno vestido con una camisa blanca cubierta con un chaleco negro, pantalones grises, zapatos negros y un gorro gris. Otro policía se lo lleva. Después, Gustabo se va con Segismundo a vigilar a los rehenes que quedan. Me dejan sola con el superintendente.

-De momento lo estás haciendo muy bien, nenita- me dice Conway con una sonrisa ladeada.

-¡Cállese la boca!- le ordeno. Con lo bien que voy, no quiero que sus palabras me hagan recaer -Por el tercer rehén, quiero tres segundos desde que los cuatro subimos al coche y pitamos.

-10-5- ¿por qué cojones me habla con códigos policiales? Seguramente para que piense que me está queriendo decir que sí y que por ese lado, no haya negociación y así que nos puedan cazar por otra vía. Muy listo, superintendente, pero yo tengo un as debajo de la manga con el que usted no cuenta.

Espina Clavada (Jack Conway y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora