Capítulo 23

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A medida que conduzco hacia el puerto, mis articulaciones se convierten en hierro de lo rígidas que están. Por una parte, me da miedo saber lo que Emilio me vaya a responder, pero por otra parte sé que es lo correcto. Si quiero de verdad proteger al hombre de mi vida, no puedo dejar pasar esta oportunidad. Es ahora o nunca y tengo que ser lo suficientemente fuerte como para afrontar la situación que venga, sea cual sea.

Tal vez Jack se enfade conmigo si se entera de lo que quiero hacer, pero no sería justo que yo me quedara sin hacer nada cuando él ha renunciado a mí para protegerme. Sin embargo, yo... Yo me niego en rotundo a renunciar a él, y si desde la distancia puedo protegerle, me daré por satisfecha.

A día de hoy me sigo preguntando cómo hemos llegado los dos hasta tan lejos, quiero decir, cómo hemos sido capaces de construir una relación amorosa si éramos como el perro y el gato al principio. Él no me soportaba y yo no lo soportaba, aunque desde aquella vez en la joyería, algo diminuto pero intenso se coló dentro de mí, algo como una espina que ha llegado hasta mi corazón y se ha quedado clavada en él, una espina cuya marca poco a poco ha ido creciendo hasta que no pude mentirme más a mí misma y acepté que me había enamorado de él.

Volviendo al tema de Emilio, no estoy demasiado segura de contarles a Gustabo, Horacio y Segismundo lo que pienso hacer a partir de ahora, pues no me gustaría nada que a alguno de los tres se le desatara la lengua frente a Jack. No obstante, algún día lo sabrán. Y Jack también. Es cuestión de tiempo que lo hagan, pero si puedo mantener mi secreto a salvo el mayor tiempo posible, mejor para todos. Ya veré qué hago en cuanto a mis amigos.

En cuestión de minutos ya estoy en el puerto, tan desolado como la última vez que lo visité. Sólo hay unos pocos buzos, pero no creo que nos molesten o que escuchen mi conversación con Emilio. Y hablando del rey de Roma, el mexicano ya está ahí. Me alegro de saber que no viene acompañado, de lo contrario me costaría una barbaridad hablarle de lo que tengo pensado hacer. Me aproximo a Emilio todo lo que puedo para aparcar a su lado y salgo del coche después de respirar profundamente.

-Ey, ¿qué onda?- me saluda nada más verme.

-Buenos días, Emilio- lo saludo de vuelta -¿Todo bien?

-Sí, dentro de lo que cabe- contesta -A propósito, Gustabo y Horacio ya me contaron lo de mi hermano- vaya, qué rápidos son mis queridos compañeros. Deben habérselo dicho antes de llegar yo al puerto -Sé que por culpa del superintendente y sus policías, Pablito está muerto.

-¿Eso te han dicho ellos?- me extraña que le hayan contado las cosas de esa manera.

-Me contaron que torturaron a mi hermano en la federal- y no es mentira, lo hicieron, pero no pensaba que se lo dirían. Voy a tener que cambiar mi jugada y contarles lo que quiero hacer porque esto tengo que hablarlo seriamente con ellos. Es más, ahora que lo pienso, si les cuento todo a Gustabo, Horacio y Segismundo, es posible que me puedan ayudar.

-Bueno, pues mi más sincero pésame- si por mí fuera, le contaría a Emilio todo lo que su hermano hizo en el pasado, pero eso implicaría contarle también que participó en el asesinato de mis padres y que además, abusó de mí, y no quiero volver a contar otra vez la historia. Es más, tampoco tengo la suficiente confianza con él como para contarle algo así, por lo tanto, es mejor que me calle.

-Te lo agradezco- suspira -En fin, ¿para qué querías hablar conmigo?

-Verás, no sé si sabrás que Pablito era miembro de una mafia y que por ello, tenía problemas con la policía- la expresión tan seria de Emilio no ha cambiado desde que me ha dicho lo de Gustabo y Horacio.

-Sí, eso lo sabía- asiente con la cabeza -De hecho, antes de que llegaras contacté con unos cuantos miembros porque me gustaría tomar su lugar ahora que sé que está muerto y por culpa de quién- seguramente se esté refiriendo a Jack y al cuerpo de policía -¿Por qué la pregunta?

Espina Clavada (Jack Conway y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora