Capítulo 21

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-Y por favor, no vuelva a robar más coches, se lo digo por su bien- le dice Horacio a un chico que ha robado un Seat Ibiza blanco hace unos instantes. Le hemos puesto una multa de dos mil dólares por robo de vehículos y por exceso de velocidad en una zona de ochenta kilómetros por hora. El chico se esfuma tras pagárnosla.

-Creo que por hoy ya está bien- nos dice Segismundo -Hemos puesto hoy demasiadas multas- si no he contado mal, hemos puesto un total de veinte multas, lo cual son muchas para haberlas puesto en tan sólo un día y creo que nos merecemos un descanso.

-Podríamos ir a pedirle al abuelo nuestro sueldo, ¿no?- propone Gustabo -Que ya nos va tocando cobrar después de tantos días.

-La verdad es que no estaría nada mal- concuerdo con él -De hecho, diría que no cobramos desde que dejamos el trabajo de buzos.

-Es que no hemos cobrado desde entonces- me responde -Por eso lo digo.

-Pues sí, vamos- dice Segismundo muy decidido -Vamos a reclamar lo que es nuestro.

-Tampoco os paséis- les advierto -Recordad que Jack nos puede mandar a la mierda en cualquier momento y no darnos el sueldo- al instante, los tres inician una melodía basada en carcajadas y risas que me desconcierta. Mi ceño se frunce en señal de no entender qué les hace tanta gracia.

-¡¿Habéis oído?!- se mofa Gustabo -¡Jack!- vale, ya empiezo a comprender mejor el porqué de esas risas. No me había dado cuenta de que he pronunciado su nombre de pila delante de ellos. Es como que ya me sale sin pensarlo y sin caer antes en el apellido, cosa que hace unas semanas ni se me habría ocurrido hacerlo.

-¡¿Bueno, y la boda para cuándo?!- me pregunta Horacio siguiéndole la broma a Gustabo -¡¿Nos invitarás, verdad?!- no me hace falta pasarme una mano por la cara para saber que mi temperatura corporal ha subido como la espuma, pues sé que estoy roja como un tomate -¡¿Podemos ser los padrinos?!

-¡Yo me pido ser el cura!- dice Gustabo. Dios mío, no me lo imagino siendo cura ni aunque me dieran alucinógenos -¡En nomi di pare et fillis et spiriti santis!- intenta hablar en un latín muy mal pronunciado a la vez que gesticula con su mano simulando hacer la cruz desde la frente hasta el ombligo y de hombro a hombro.

-¡Ay, ya!- les grito molesta -¡¿Vamos entonces a por nuestro dinero, sí o no?!

-Claro, cambia de tema- me dice Segismundo con sarcasmo -Pero sí, vamos.

Gustabo y Segismundo se montan en uno de los coches que nos proporcionó Jack para las persecuciones, mientras que Horacio y yo vamos en el otro. Horacio, quien es el que conduce, sigue a Segismundo hacia comisaría. A la vez que avanzamos en esa dirección, el de la cresta me saca un tema de conversación que, la verdad, ya tenía olvidado. Sin embargo, me parece bien que quiera hablar sobre ello.

-____, ¿al final te has pensado eso que hablamos aquella vez? Ya sabes- creo que se está refiriendo a lo de echarme la culpa de lo del atraco. Yo le sonrío con ternura antes de responderle.

-Eso está ya más que olvidado- él me observa con los ojos muy abiertos por la sorpresa antes de volver a mirar hacia el frente.

-¿De verdad?- me pregunta sin poder creérselo -¿En serio estoy perdonado?

-Por supuesto que sí, Horacio- asiento muy segura de mí misma, y eso es precisamente lo que trato de transmitirle, seguridad -Hiciste muy mal las cosas, pero me has demostrado que estabas arrepentido de verdad. Me has apoyado con lo de Pablito, no me has juzgado por mi pasado... ¿Qué más puedo pedir?

-Siendo así, me dejas mucho más tranquilo- responde él -Si te soy sincero, pensaba que jamás me perdonarías.

-Ya has visto que sí- le sonrío de nuevo -Y la verdad, me alegro de haberlo hecho.

Espina Clavada (Jack Conway y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora