Que ni el viento te roce.

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—¿Qué crees que haces?— Zi Xuan, cruzado de brazos asistía a la escena promiscua en aquel callejón oscuro.

—¿A ti qué te parece? —Aquel tipo había llevado hasta la pared a XingChen y comenzaba a apretarse contra él levantándole el mentón para besarle.

—Si no quieres que te rompa los huesos uno por uno, mejor y lo dejas tranquilo.

—Y eso por qué ¿Acaso eres su novio?

—Sí.

—¡No es mi novio!—contestó XingChen visiblemente contrariado y afectado por el alcohol.— Él no tiene nada que ver conmigo.

—No te lo voy a repetir, o te vas o yo hago que te marches.

—Oye tío, él no tiene nada que ver contigo, no le estoy obligando a nada. ¿Qué tal si mejor y te marchas tú?—respondió soltando a XingChen para quedar frente al entrometido que acababa de interrumpir.

Zi Xuan no contestó con palabras, del puñetazo que le dio le hizo retroceder varios pasos. El otro por su parte fue a responder pero antes de darse cuenta ya tenía otro golpe en la mandíbula que le hizo retroceder más hasta caer al suelo de espaldas. Parecía que aquel bastardo tenía una fuerza anormal en aquellos golpes y la mirada de un loco asesino. De haber sabido que además de ser fuerte por naturaleza, tenía el brazo de un rematador semiprofesional, se lo hubiera pensado mejor antes de enfrentarse a él. Zi Xuan se agachó y tras pisarle una de las manos que intentaba  golpearle, le agarró de la camisa y lo levantó unos centímetros del suelo para hablarle casi al oído.

—Si vuelves a acercarte a él, te saco la piel a tiras, si te veo a menos de un kilómetro de distancia, te saco la piel a tiras, si le rozas un solo pelo o simplemente te atreves a mirarle te saco la piel a tiras y te ato los intestinos al cuello con un lazo. ¿Te ha quedado claro?

El tipo creyó todas y cada una de las palabras que Zi Xuan había pronunciado. Se limpió la sangre que ya brotaba de la boca con el dorso de la mano y se fue medio arrastrándose medio tropezando, buscando el cobijo de la oscuridad del callejón.

—¿¿Qué has hecho?? —XingChen se dejó resbalar por la pared hasta quedar de cuclillas en el suelo. Se abrazó las rodillas para ahogar un sollozo.

—Levántate, voy a llevarte a tu casa, estás borracho.

—¡Si estoy borracho o no, ese no es tu problema! Además, la última persona que dejaría que me llevara a casa serías tú.

—Dame la mano y levántate.—Zi Xuan parecía impasible ante los desprecios de XingChen, pero también este se mantenía firme en no hacer caso de lo que le decía. Ninguno estaba dispuesto a ceder ni un solo centímetro en sus posiciones hasta que Zi Xuan se acuclilló para quedar a la misma altura. En silencio esperó a que XingChen se diera cuenta de cómo se había situado frente a él para seguir hablando. No quería intimidarlo teniendo una posición elevada.

—Escúchame, así no puedes irte con cualquiera. Si estás borracho  pueden aprovecharse de ti. Además, todo esto es por despecho con tu amigo. No deberías actuar así, te aseguro que mañana estarás muy arrepentido y te sentirás culpable.

—¿Por despecho? Claro, soy tan miserable que arrastro mi desamor por las barras de los bares. ¿Así me ves, mendigando un poco de atención? Pues sí, es verdad, eso hago. Eso tengo que hacer porque es lo que merezco.

—No digas tonterías y levántate.

—¡Déjame en paz, déjame aquí y vete por tu camino!

—No te voy a dejar aquí, venga.—Tiró suavemente del brazo para levantarlo, pero XingChen respondió con un empujón que lo tiró hacia atrás. En esa posición poco estable cayó de culo quedando un tanto sorprendido.

Redención 2. El Rey BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora