Puedo sentirte.

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Una hormiga camina por la tierra, recoge las semillas y restos de animales muertos para llevarlos a su hormiguero. Se pasa todo el verano trabajando para reunir víveres que les garanticen la superviviencia. No entiende qué pasa a su alrededor más allá de lo que sus ojos pueden alcanzar. No entienden si el mundo gira o no lo hace, porque su mundo es pequeño y están ciegos ante los hilos que lo mueven. En la capital las personas se movían como hormigas, haciendo su vida, trabajando para su propia supervivencia sin percatarse o haciendo oídos sordos a los que realmente les dejaban que vivieran aquellas insignificantes vidas.

En uno de los hoteles más prestigiosos de la ciudad manejados por la Yangwang el New World Beijing Hotel, se estaba celebrando la reunión de ancianos. En el piso dieciséis, el mundo brillaba con las primeras luces de la ciudad que iluminaban la oscuridad que traía el atardecer. Luces que alumbraban a millones de hormigas ajenas a lo que ocurría en ese salón. Algunas sí sabían lo que se cocía en ese momento, Yu Hao, una hormiga que en su comisaría diseñaba el supuesto secuestro de los médicos por una banda menor y que los rescataría en cuanto Xue Yang diera la orden. Otra hormiga era Zhen Wen, que había dejado a XingChen y Li Lian con Li Xian a salvo y otra que tenía el corazón roto por perder el futuro que tanto le había costado diseñar, Xue Yang.

Pero luego había otras hormiguitas más que estaban completamente al margen de lo que ocurría y que en ese momento, jugaban con Li Lian en un pequeño apartamento donde Li Xian había vuelto a creer en el amor. Todas ellas tenían algo en común, estaban a merced de lo que aquellos ancianos decidieran en aquella planta dieciséis del New World.

Puesto que había convocado la reunión Song Wei Lin, fue él quien comenzó a hablar.

—Llevamos muchos años de paz en los que todos hemos ganado mucho dinero. Cada uno sabía su lugar y nadie pisaba el terreno de nadie. Hace unos años, como bien sabéis, Xuanwu llegó a la capital para establecerse en el negocio del tráfico de órganos. Este negocio ya era nuestro de antes en nuestro propio territorio, solo queríamos ampliar fronteras y para no molestar a Hu Yi Tiang, lo hicimos de manera diferente. Esto no ha supuesto un problema entre nosotros nunca.

Todos asentían ante la explicación del jefe de la Xuanwu, también Hu Yi Tiang en su puesto de presidencia de la mesa.

—Ayer por la mañana, cambiamos la estrategia y nos llevamos a nuestro médico infiltrado a una de nuestras localizaciones por problemas que ahora no vienen al caso. Desgraciadamente, con él nos llevamos a alguien que protege el señor Chen.

El anciano de la Wen no hacía gesto alguno, Shau Kee sentado a su derecha tampoco. Se limitaban a escuchar sin dar pista de lo que tenían pensado.

—Nos disculpamos, queríamos devolver a esa persona a la menor tardanza posible, pero el nieto del señor Chen decidió que él iría a por la persona que nos trajimos por error. El resultado es que arrasó nuestro complejo y se llevó también a nuestro cirujano.

—Señor Chen—habló el anfitrión Hu. —¿Está de acuerdo con lo que ha dicho el señor Song?

—Tengo como máxima que si alguien comete un error con nosotros, no damos opción a reparación. No es nuestra costumbre pedir perdón por poner a cada uno en su sitio. Si mi nieto arrasó con su complejo, es un pago barato no obstante.

Hubo algún cuchicheo entre el resto de jefes. Todos pensaron que Chen no estaba allí para hacer las paces. Había que ir pensando en el lado que cogería cada uno en aquella cuestión. Si el viejo quería guerra era mejor ponerse del lado más poderoso o sucumbirían a la furia de la Wen.

—Es cierto que el cirujano que tenía Xuanwu ahora está en mi poder. No lo quiero por negocio, simplemente está bajo mi protección. Podemos hacer dos cosas, que vengan a mi casa a rescatarlo o que se busquen otro. No obstante tengo que decir que el agravio no se ha saldado  aún.

Redención 2. El Rey BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora