Caramelos

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Xue Yang nunca había tenido miedo, Zi Xuan tampoco. Aunque la muerte planeara sobre su cabeza, aunque la tuviera justo delante de sus narices, no tenía miedo. Ponía la mejor de sus sonrisas y la esperaba con los brazos abiertos. No, Xue Yang no era de esos, o no lo era hasta que XingChen entró en su vida. Desde entonces tenía algo que perder y eso le asustaba como nada en el mundo ni en el tiempo lo había hecho. Sabía que siempre había algo que estaría en su contra y se lo arrebataría, que cometería un mínimo error y XingChen desaparecería como la brisa fría. Por eso había calculado tan bien todos y  cada uno de los pasos a dar, para no equivocarse en ninguno y poner en riesgo tenerlo a su lado. Ahora había una gran sombra planeando sobre su felicidad, que XingChen lo rechazara por ser Xue Yang.

Tenía que contárselo cuanto antes, estaban bien juntos, se amaban, se complementaban, se cuidaban el uno al otro. XingChen ya estaba en condiciones para aceptarle tal y como era, que entendiera que todo lo malo quedó atrás, que fue un idiota por no haberse dado cuenta de lo que sentía por él hasta que lo perdió. Entonces todo sería diferente, nada los separaría nunca más. Había tenido una prueba evidente cuando le defendió frente a Song Lan que intentaba separarlos, se había puesto de su parte, lo llamo mi esposo y eso fue el mejor regalo que hubiera podido tener de XingChen. Sin duda ese daozhang negro podía querer quitarle a su amor, pero no iba a conseguirlo y de seguir intentándolo el mismo le pondría las cosas bien claras.

Puede que ya fuera el momento de confesar la verdad, pero no lo haría de cualquier manera. Se irían a un pequeño refugio en la montaña, así si de primeras lo rechazaba, al menos le daría tiempo a explicarse y que todo saliera bien. Haría una cena deliciosa que le había enseñado Anne cuando se vieron, y lo que más ilusión le hacía, separar el colgante y darle su parte a XingChen. Ese era su objeto compartido, el que llevarían siempre en representación del otro. Agarró instintivamente el colgante y sonrió feliz. No era un colgante de juguete como fue el primero que tuvieron, esta vez lo mandó hacer en un orfebre y lo llevó al Maestro Wu para que lo dotara de la capacidad de protegerle a él y a XingChen cuando también lo portara. Aquel colgante de juguete, salido de una pelota infantil de una máquina por una moneda fue su primer y único regalo. Este nuevo colgante en representación de aquel otro también sería el primero pero no el único.

Sin embargo, Song Lan también tenía sus propios planes, también amaba a XingChen y también lo quería junto a él, no se daría por vencido así como así. Estaba seguro de que todo era fruto de un berrinche, que al final volvería a él que es donde debía estar. XingChen era demasiado valioso, demasiado especial como para perderlo y no pelear por él. Lu Yang intercedería entre los dos y le ayudaría a reconquistarlo, debía hacerlo. Después de que XingChen entendiera  que la única persona que le amaba de verdad era él, se lo llevaría a la montaña y pasarían un fin de semana juntos lleno de amor y complicidad. Empezarían su vida juntos allí y después todo sería felicidad.



—¿XingChen? Si tienes un ratito libre podrías venir a verme a la UCI. Últimamente no soy capaz de estar ni un minuto contigo.—Lu Yang enredaba con el cable del teléfono mientras esperaba que XIngchen dijera que si.

Tras hablar con Song Lan, cambió la perspectiva que tenía de la relación entre XingChen y Song Lan. Para ella siempre habían sido la pareja indecisa que algún día darían el paso de estar juntos, pero con lo que Song Lan le contó, ahora tenía serias dudas de que fuera así. Si XingChen estaba con alguien más no sería para dar celos a Zichen, él no haría algo así. Utilizar a otra persona para su propio beneficio no era algo que XingChen hiciera. Así que pocas eran las dudas sobre que XingChen había encontrado el amor más allá de Song Lan. 

XingChen apareció media hora después en el despacho de la intensivista y golpeó el marco para llamar su atención.

—Toc, Toc.

Redención 2. El Rey BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora