Restos de una batalla

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El profesor Zhong Nanshan caminaba nervioso por la calle. Llevaba gafas oscuras y una gorra calada hasta las cejas para no ser identificado. Con un simple bolso de viaje buscaba un taxi que le llevara al aeropuerto. Sabía que estaban buscándole, que todo lo de Li Xian había generado un problema entre bandas y ahora como muestra de buena voluntad, Xuanwu iba a eliminar a todo el que hubiera tenido algo que ver con el secuestro y la extorsión. Todos salvo Gu Cheng, lo que significaba que su cabeza tenía precio.

Vació el dinero que tenía en su caja fuerte y compró un pasaje para Seúl en el vuelo de la una y media. Había tirado su móvil por si pudieran rastrearlo de alguna manera ya no se fiaba ni de su propia sombra. Cuando el barco se hunde, las ratas saben cómo escapar para sobrevivir. Pero ese día el tráfico estaba imposible, los taxis tenían todos la bandera de ocupado y el profesor Zhong se desesperaba en medio de la calle. Demasiado expuesto, demasiado a la vista. Necesitaba un golpe de suerte y a veces los dados del destino ruedan y ruedan hasta que sacan doble seis. Se sobresaltó cuando un coche aparcó a su lado y bajó la ventanilla del acompañante.

—Hola profesor, ¿Va a alguna parte?

—¡Hola!, vienes como caído del cielo. ¿Te importaría llevarme al aeropuerto?—Esbozó una sonrisa de lado a lado.

—Claro, suba, me pilla de camino.

Si, a veces los dados del destino ruedan y sacan un doble seis. A veces solo sacan números desparejados y otras veces ruedan y terminan debajo de algún mueble. Entonces no sabemos la suerte que hemos corrido hasta que no los encontramos. De momento los dados habían rodado y no podías saber quien tenía la mejor suerte. En la mansión Wen los dados prácticamente habían estallado en mil pedazos y solo quedaba ver hasta dónde habían sobrevivido a la jugada. El salón había sido destruido casi en su totalidad. Una de las paredes había desaparecido literalmente, y algunos muebles directamente habían salido por aquella apertura y habían acabado en el jardín.

Xue Yang había cubierto con su cuerpo el de XingChen y un trozo de madera de algún mueble le golpeó en la espalda con fuerza.

—¡Xue Yang!¡Xue Yang! ¿Estás bien?—XingChen retiró la madera con el pie y comenzó a examinar el rostro de Xue Yang.

—No grites, me duelen mucho los oídos. Estoy bien, ¿Tú estás bien? Deja que te vea—lo examino dejando besos en todas las partes que podía para después abrazar con fuerza a XingChen.

—Estoy bien, estoy perfectamente, estamos bien Xue Yang, estamos bien mi amor.

Shau Kee había protegido al anciano también con su cuerpo y había recibido golpes de algunos escombros.

—Doctor, el señor Chen no respira.

Xiao XingChen se levantó con rapidez y fue a atender al abuelo mientras pedía que llamaran a emergencias a algunos soldados de la Wen que llegaban para ver qué estaba pasando. Shau Kee  tenía sangre en una pierna, tenía un corte serio producido por alguna esquirla de metal de los cimientos y se agarraba la herida intentando que no sangrara. Xue Yang llegó con lo que parecían los restos de una de las caras cortinas que adornaron en otro tiempo aquel salón y le hizo un torniquete.

Hacía tiempo que Xue Yang se había dado cuenta que ni el tiempo ni el espacio tenían importancia en su vida. Lo que antes fue ahora no tenía por qué ser, quien apareció una vez no siempre volvía y lo que parecía real de pronto era completamente imaginario. Por eso, cuando entraron por las puertas del hospital del norte, las mismas puertas que le habían visto aparecer en otra vida sobre una camilla con un paro cardiaco, ahora recibían al anciano en igual condición. Pero esta vez no era invierno,  esta vez quien estaba sobre el paciente era XingChen intentando salvarle la vida y quienes esperaban ansiosos por el resultado de todo no eran Zhen Wen y Anne, sino Xue Yang y Shau Kee al que ya se llevaban también para atenderle. Sí, para Xue Yang el tiempo y el espacio, las personas y las cosas siempre eran aleatorias y nunca sabías lo que podía pasar.

Redención 2. El Rey BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora