Eso es amor

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Eres el único culpable, tú pediste todo esto

—Xiao XingChen ¿Estás en casa? Voy a entrar—dijo Song Lan cansado de tocar el timbre. Introdujo la contraseña de la puerta a un apartamento completamente a oscuras.

No sabía nada de XingChen desde hacía cuatro días, si no fuera porque no era algo que XingChen haría, pensaría que lo estaba evitando. Últimamente lo notaba más raro que de costumbre y ya empezaba a preocuparse. Incluso podría pensar que estaba cambiando los turnos para no coincidir con él, pero no quiso tener esos pensamientos con respecto a su amigo más preciado. Sin embargo, algo debía estar pasando y ocurría como desde hacía un mes. Al principio era solo que no contestaba cuando le preguntaba, como si estuviera abstraído en sus propios pensamientos, luego le había parecido que cambiaba de dirección cuando lo veía a lo lejos en algún pasillo del hospital. Más tarde no podía comer con él porque ya tenía programada alguna operación y por último, tardaba mucho en contestar a los mensajes o directamente, no los contestaba como había pasado desde hacía cuatro días.

Había sido una semana un tanto caótica en el hospital y los dos habían tenido mucho trabajo, se acercaba la primavera y era una época en la que la gente solía tender mucho al suicidio, así que había tenido que doblar consultas no solo en su hospital, también en el Bayley donde compartía consulta con otro psiquiatra. Para XingChen no había sido mucho mejor, algunos de esos suicidios habían quedado en conato, pero las consecuencias del intento habían llevado a los pacientes al hospital con múltiples fracturas al tirarse desde alturas elevadas. Edificios, puentes, barrancos...XingChen y su equipo habían tenido mucho que amputar, soldar y reconducir a nivel óseo. A eso había que unirle que aún había lugares donde las heladas nocturnas provocaban serias caídas con consecuencias catastróficas para el cuerpo humano. Sí, había sido una semana bastante caótica, pero sin duda el equipo de traumatología lo había tenido más complicado que otros.

XingChen en su línea habitual, había tenido más operaciones que muchos de sus compañeros. Primero porque le tocaban, segundo porque se complicaban y estaba de guardia para ayudar y tercero, porque siempre estaba dispuesto cuando la operación era muy compleja aunque ni siquiera estuviera trabajando de turno. Al fin y al cabo era el mejor traumatólogo del hospital y de prácticamente la ciudad. A pesar de su juventud, tenía un don especial para su trabajo; reconocido por muchos veteranos con los que se codeaba de tú a tú en un quirófano, en una conferencia o en cualquier lugar, Xiao XingChen era muy conocido en el mundo de la medicina por méritos propios.

A pesar de toda aquella presión, siempre se mantenía humilde y trabajaba más que ningún otro sin importar las horas o los reconocimientos. Por esa misma razón, cuando al fin podía librar algunos días, desaparecía del mapa para dormir todas las horas del mundo seguidas. Song Lan siempre se había preguntado cómo era posible que pudiera trabajar tres días seguidos sin apenas descanso y dormir otros tres sin problema alguno. Pero lo que no había hecho nunca es irse sin decir nada, desaparecer sin un "nos vemos la semana que viene", o hasta el viernes o el lunes o cuando sea. Algo le estaba pasando y él, su mejor amigo, no sabía qué era.

Se movió con cuidado por el salón hasta llegar a la habitación y allí estaba, echado sobre la cama sin ni siquiera haberse quitado la ropa, como si se hubiera dejado caer a morir.

—XingChen...—susurró realmente preocupado. Le colocó mejor en la cama, le quitó las deportivas y lo arropó con cuidado. —No puedes seguir así, tenemos que hablar.

Song Lan se demoró un poco más aún antes de salir. Observó a XingChen en la penumbra de su cuarto y suspiró pesadamente antes de salir y cerrar con cuidado la puerta. Segundos después el código electrónico de la puerta de entrada sonó indicando que la habían cerrado de nuevo. El apartamento volvió a quedar en un silencio pesado, casi abrumador. Solo entonces XingChen abrió los ojos y exhaló el aire con fuerza.

Redención 2. El Rey BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora