Soy la tormenta.

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—Me han dicho que se ha colapsado urgencias esta noche — dijo otro médico que estaba mirando la televisión mientras le saludaba chocando los puños cuando lo vio entrar por la puerta.

—El hielo ha hecho estragos, hemos derivado a quirófano varios brazos y piernas rotos.

—Por eso no llega el doctor Xiao. Estará enmendado todos los huesos rotos de la ciudad. Había quedado esta noche con él para jugar al póker con los de pediatría.

—¿Está de guardia también? Luego haré por verle. Hace tiempo que no coincidimos.—Se volvió a pasar las manos por el rostro mientras suspiraba una vez más. —Nos ha llegado una parada, ha costado la vida sacarlo. Lu Yang se lo ha subido a intensivos hace un rato, luego hablaré con ella porque era muy extraño. No tenía patologías previas, 25 años, deportista. No encontré ninguna malformación en el corazón. Simplemente se paró, esperemos a ver qué dice ella.

El otro médico arrugó el ceño como si con ello pudiera encontrar alguna pista para dar un diagnóstico aproximado, pero tampoco encontraba una explicación así a primera vista. 

Li Xian conoció a Zi Xuan en aquella vida anterior que solo Zi Xuan recordaba. La primera vez que tuvo conocimiento de él fue a través de un historial médico una noche de frío intenso de manos del médico de urgencias. La segunda se lo encontró golpeando un cristal mientras miraba por la ventana iracundo en el cuarto piso del hospital. En aquella segunda ocasión, caminaba rumbo al despacho de XingChen con dos enfermeras más. En esa vida no tenía los problemas que tenía en esta, ni mucho menos y todo se debía a la teoría del caos.

La rueda de la reencarnación no es más que un sistema complejo no lineal,  donde las variaciones de las condiciones iniciales influyen en él de una manera exponencial. Es decir, una mínima variación sobre el inicio de esa vida podía suponer cambios muy importantes a lo largo del tiempo y eso era lo que Xue Yang había provocado al modificar algunas cosas. Una de las consecuencias la había sufrido Li Xian.  

En la primera vida todo era normal, como la vida de cualquier persona, con sus pequeños problemas, sus alegrías y tristezas. Pero en esta segunda, una pieza que debía estar en otro sitio se desplazó, entró en contacto con el padre de Li Xian y la vida del caballo blanco se truncó.

—Li Xian, estoy en el despacho ¿Dónde estás? Necesito preguntarte algo.

—Hola, ahora mismo estoy en intensivos terminando una documentación con Lu Yang, si es urgente ahora me paso. De todos modos nos tenemos que ver en el quirófano para la extracción ¿No? Qué bueno que cambiaras la guardia y podamos estar juntos, XingChen.

—Bueno, urgente no es, solo que hay algo erróneo en la documentación de la extracción anterior y no se si hay algún problema. El hospital de destino dice que no ha llegado su órgano.

Li Xian empezaba a sudar sangre a cada palabra que decía XingChen. No podía estar pasando eso, la red se cuidaba muy mucho de que no fuera descubierta la operación fraudulenta mediante la cual desviaban órganos al mercado negro. Pero alguien habría cometido un error y seguro que él pagaría las consecuencias. Se apresuró a terminar con Lu Yang y casi corrió hasta la farmacia para buscar ansiolíticos. Las manos le estaban temblando y en esa condición no podría entrar al quirófano. El enfermero de guardia lo miró serio al verle entrar de aquella manera, pero no se atrevió a decir nada. Ya sabía que algunos médicos abusaban de algunas drogas legales, la mayoría opiáceos, analgésicos, tranquilizantes o ansiolíticos para soportar las largas guardias, la presión de tener la vida y la muerte de la gente en sus manos. Muchos empezaban como algo puntual, pero ya sabía de alguno que era adicto sin control. Cuando Li Xian llegó al quirófano, había controlado todos los síntomas de su estado de ansiedad, XingChen ya se estaba lavando las manos y los brazos.

Redención 2. El Rey BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora