La luna brillante y la brisa fría

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Xiao XingChen, discípulo de Baoshan Sanren, el daozhang blanco, la luna brillante y la brisa fría. El cultivador que con solo diecisiete años había entrado solo a la montaña con su batidor blanco y su espada Shuanghua en su primera cacería nocturna. Xiao XingChen que fue capaz de capturar al sanguinario Xue Yang, fue uno de los más recocidos cultivadores de su tiempo. A pesar de su apariencia bondadosa, de su corta edad y de su suave voz, era un temible guerrero con una determinación inquebrantable. Siempre dispuesto a resolver los problemas del mundo, nunca dudaba en enfrentar cualquier peligro y salir victorioso. Eso era lo que había molestado tanto a Xue Yang que le juró odio eterno, eso fue lo que le conquistó y le juró amor eterno. El antiguo asesino sabía cómo era Xiao XingChen en realidad, lo había sufrido en sus propias carnes. Solo él lo pudo atrapar, solo él lo llevó ante la justicia y solo él lo atrapó para siempre con un hilo rojo eterno que los mantenía unidos. Si, Xue Yang sabía de lo que era capaz Xiao XingChen, por eso no dudó en atribuirle aquella explosión en medio de la nada. Ese era su daozhang, su guerrero, su rey blanco.

—Date prisa—insistió al piloto que volaba a través de la tormenta.

Yu Hao apretaba los puños intentando no pensar que Li Xian no hubiera muerto en aquella explosión, que no le hubiera ocurrido nada. Ya se había dado cuenta que sobre la persona más importante de su vida, había una mala estrella que se empeñaba en robárselo una y otra vez. Pero no importaba, él siempre lucharía para mantenerlo a salvo, para poder mirarlo aunque fuera en la distancia y amarlo de lejos. El corazón le golpeaba tan fuerte que creía que se le saldría del pecho en cualquier momento. En su interior susurraba una y otra vez "no desaparezcas Li Xian, no te alejes de mi".


Li Xian había hecho lo que XingChen le había pedido, salió corriendo en dirección al bosque . Detrás de él, la fuerza de la deflagración le empujó hacia adelante haciéndole caer de bruces. Miró un instante atrás pero la luz no le dejaba ver mucho. Como pudo se levantó para seguir corriendo y entonces le vio. XingChen había salido de la casa y se había tirado al suelo para rodar un trecho y  no ser alcanzado por la explosión. Se levantó y corrió detrás de Li Xian.

—¡Corre!—gritó al cirujano que no le hizo falta más motivación.

Cuando XingChen se aseguró de que Li Xian había salido de la casa y se había alejado lo suficiente, tiró la bala al fuego y corrió al exterior. Pero también lo hizo Wang Jiang aunque mal herido al estar más adentro del edificio. Los demás no había corrido tanta suerte. El de la silla de ruedas salió como una bola de fuego y se tiró en la entrada donde rodó por el agua de la tormenta que se había acumulado en el suelo. XingChen había empezado a correr detrás de Li Xian y detrás de él Wang Jiang que primero se dirigió hacia atrás y corrigió el rumbo cuando comprendió que era una trampa. Resbaló al intentar girar con rapidez en el terreno embarrado.

—Me da igual quien coño te proteja, voy a rebanarte el pescuezo, bombón.—susurro para sí mientras corría detrás de XingChen completamente fuera de si.

El bosque era espeso, Li Xian notaba como las ramas de los árboles le arañaban el rostro, también XingChen tenía que esquivar una y otra vez largas varas vegetales que le azotaban una y otra vez. La lluvia hacía el terreno muy resbaladizo y tuvo que agarrarse varias veces a salientes, a árboles o a la vegetación para no caer del todo o levantarse cuando no había podido evitar la caída. Wang Jiang también sufría todo aquello, a él le movía la venganza, a los médicos el instinto de supervivencia, pero los tres luchaban contra los elementos para conseguir sus objetivos, escapar unos o matar al maldito médico entrometido que lo había estropeado todo en el caso de Wang. A su espalda se sucedían las explosiones. El quirófano oculto tenía material inflamable, sistema de oxígeno,  mil sustancias peligrosas más que explotaban una tras otra. Aquel edificio se había convertido en un infierno que la fuerte tormenta no podía apagar.

Redención 2. El Rey BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora