CAPÍTULO 8. EL CONDE LEE DOYE

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El Conde Lee Doye se encontraba sentado en su lujoso sillón de cuero rojo. Llamó a sus sirvientes con un ademán.

—Voy a preparar una reunión importante, que vengan los jóvenes Nobles.

Y los vampiros hicieron acto de presencia, los altos y pálidos Gray y Sombrío, hijos del Barón Gris, y la hija de actitud irreprochable, Tenebrosa, tan malvada como su propio nombre indicaba, hija del Duque Doranc, el que había comandado los ejércitos de los siervos en tiempos de la conquista del mundo por el Ancestro Sagrado.

—Buenas tardes, mi señor —dijeron los hermanos, y se inclinaron reverentes, al igual que lo gestó la vampira, levantando los talones.

—Sentaos en la mesa. Bebed todo lo que necesitéis y deseéis.

Lee Doye los invitó a sentarse junto a él a la gran mesa amantelada, roja y oscurecida, que los aguardaba expectante. Los vampiros sonrieron, llenos de gozo. Bebieron sendas copas de sangre, que eran rellenadas por el criado que se mantenía cercano a ellos.
—Esta reunión tiene el propósito de servir a recordar las memorias de nuestros tiempos ancestrales y gloriosos en que gobernamos sin que nadie se nos resistiera —dijo el Conde con voz aterciopelada.

—Ja, ja, esos estúpidos humanos son nuestros esclavos y siempre lo serán —se carcajeó Tenebrosa, regodeándose en su estatus—. Las bestias únicamente están destinadas a ser aplastadas y dominadas.

—Bueno, no sé si el Sagrado Padre estaría de acuerdo con lo que has parlamentado —le replicó Sombrío a Tenebrosa, y ella fue sombreada por la duda—. Hay que ser implacables, pero tener límites en nuestro trato con ellos.

—Si destruimos a todos los seres humanos no nos quedará a ninguno que dominar, y tendremos que marcharnos a otros planetas —afirmó Gray usando un tono vocal tétrico y tajante.

—Exactamente. Ellos son nuestro sustento y como buenos patrones, debemos mantener este patronazgo el cual nos reporta tanto beneficio en grandes cantidades. Lo hacemos según las órdenes de nuestro Rey, el Señor de los Vampiros —el conde movió su copa, que insultó destilando un brillo rojo—. Aun así, no seremos compasivos con los que se saltan las normas del sistema. La vergüenza y los prejuicios les son inherentes. Y los usamos a fin de que no se descarríen por el camino. Por ello triunfamos. Ah, los años 2100 y siguientes fueron los mejores de la Era Vampírica...

—Yo creo que los tiempos han de cambiar —dijo Tenebrosa, contrarrestando el golpe de los otros hacia ella. Sus interlocutores se interesaron, avivados por su firme diálogo—. Es fundamental ser más fuertes y comedidos. No podemos dejar pasar nada por alto.

—Basta de estupideces, chica —le espetó el Conde, despreciativo—. Debes corregir tus modales. Esta reunión ha terminado. Yo gobierno en esta mansión. Así que marchaos por donde habéis venido.

Y sintiéndose descartados, y humillados, los vampiros invitados fueron echados de la casa y se marcharon de la mansión del Conde. La luna brillaba tenue en el firmamento, exudando maldad a pesar de su fulgurante belleza.

Cazadora de Vampiros LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora