CAPÍTULO 19. BRUMAS Y CANCIONES AL ATARDECER

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L, acompañada por Zac, tan leal como un perro viejo que ha seguido a su amo toda la vida, fue directa a la antigua ciudad de Chicago, que fue arrasada por la contaminación, con los gases tóxicos y las radiaciones que emitían las bombas y los diversos meteoritos que se estampaban contra la Tierra, llevando a la especie humana al borde de la extinción. Por ello, los únicos signos de vida, aparte de los pocos humanos sobrevivientes a la catástrofe masiva, fueron las aves, sobretodo pequeñas, y los mamíferos y reptiles en su mayoría de pequeño tamaño. La Gran Nobleza se había aprovechado de esta coyuntura, cuando las presas eran más fáciles de retener y cazar, y así habían establecido su liderazgo de crueldad en el mundo entero.

Pasaron por los escaparates de las tiendas de ropa y de zapatos, o de souvenirs; Zac no reconocía nada de ninguna de ellas, hasta que vio una televisión.

— ¡Es un televisor! —exclamó asombrado.

— ¿Qué vas a hacer? —le preguntó Manos.

—Creo que me lo voy a llevar —contestó el joven—. Y de esta manera podré disfrutarlo con mis amigos.

— ¿Y si no funciona? —aventuró L.


—Por probarlo no pierdo nada —repuso él sonriendo de oreja a oreja.

Entonces la Cazadora lo ayudó, rompiendo el cristal de la tienda para que Zac no se hiriera las manos, y el muchacho lo cogió en peso y fue cargando con él hasta que llegaron a la aldea y los demás lo vieron.

— ¿Es uno de último modelo? —Tom lo observó al ponerlo Zac en el suelo—. Me gusta.

—Lo mejor será encenderlo —dijo Jake, se traslucía la emoción en su voz—. A ver qué nos cuenta del mundo antiguo.

—Vale. Allá vamos, colegas. Atestiguad la belleza del mundo tecnológico que se fue a pique.

David lo encendió, y entonces la pantalla se llenó de fogosas luces de colores, y ellos parpadearon atónitos.

— ¿Qué demonios es eso? —se sorprendió Susan, acercándose a ellos seguida de María y Becky.

—Qué tontos sois, sabéis bien que esa cosa no nos servirá de nada —refunfuñó Becky.

— ¡Guau! ¡Me encanta eso! ¡Todo lo que se ve es bonito! —comentó la chica rubia asombrada.

Raudamente se sucedieron por sus ojos sucesivas imágenes de anuncios, como uno que decía:

— ¡Compren, compren este genial champú! ¡Es capaz de rizarte el pelo durante semanas! —Un hombre con el cabello negro rizado, puesto en un tupé sobre su cabeza, desplegó una brillante dentadura— ¡Prueben también la eficaz gomina Stylis, te deja el pelo pegado y ya no te lo despegará ni una racha de huracanes!

El tipo se ponía a danzar y unas guapas chicas con minifalda bailaban detrás de él, sin desentonar con la música pegadiza y de ritmo fuerte que sonaba en el cortometraje.

L se sentó en un tronco y se puso a escribir algo que ellos no acertaron a adivinar, tecleando a velocidad endiablada. El portátil despedía haces de luz azul pálido, y cuando la tarde cayó sobre ellos, cernida como un águila o halcón sobre el conejo, los muchachos seguían fijos en el televisor, que transmitía los ecos de un mundo apagado a través de frecuencias inusitadas y discordantes.

—L, nosotros tenemos: Dave tiene veinte, Tom tiene diecinueve así como Becky, Jake cuenta con unos dieciocho años, Susan también tiene dieciocho, yo coincido en edad con Dave, y María es la más joven de nosotros.

—Y nunca habíamos visto algo igual —negó Susan—. En todo nuestro tiempo de vida.

De golpe, la pantalla se tornó borrosa, parándose los anuncios, y la refulgente publicidad dio paso a un escenario más serio y formal, en el cual un hombre trajeado en un elegante ropaje negro, de porte orgulloso y firme, se encaró a una multitud de ciudadanos que lo miraban desde fuera de su palco.

—Hoy, como el presidente de EE.UU, anuncio que se debatirá el nuevo proyecto de nave espacial que será enviada a Saturno... Éste es el grandioso año 2091. Será otro de nuestros grandes éxitos como humanidad: la subsecuente conquista del espacio.

—Eso fue hace muchísimo tiempo ya —constató María.

— ¿Nosotros venimos de ahí? —Zac se giró a L.

Ella levantó la cabeza del portátil y dijo:


—Estados Unidos es el país que existió, al igual que muchos otros, antes del declive. Aunque ahora sólo veáis tierras yermas y despobladas, en realidad era un lugar seguro y democrático. El mismo sitio que pisamos en estos momentos. Los restos de la civilización de los humanos. —Tras activar la lámpara eléctrica a fin de que no se quedaran los jóvenes en la oscuridad, la dhampir añadió en un tono lúgubre—: El sol se ha puesto en su mundo y no verá otro amanecer. Es el momento de que ellos dejen esta tierra y partan hacia otros lugares.

— ¿Hablas de la Nobleza o de nosotros?

L ladeó la cabeza, sonriendo enigmática.

—Ya me he posicionado del lado de los seres humanos, Zac. Has tardado en darte cuenta de ello.

Él deseó besarla en ese instante, pero estaban todos sus amigos delante, además de su hermana. No quería levantar sospechas. Evelyn y Adam se dirigieron a ellos, y Jake apagó la televisión.

—Hay que trabajar, chicos —les indicó Evelyn—. Vuestros padres nos han dicho que os avisáramos.

—Ya están en el campo —dijo Adam, y resopló al distinguir la tecnología de una época deslustrada por el tiempo—. Dejaos de rememorar recuerdos. Debemos vivir el presente.

Y ellos se marcharon, dejando el artefacto en el sitio en que lo habían colocado. Después de medir la temperatura y la calidad del aire y su nivel de contaminación, L guardó su particular instrumento de sondeo. Zac se aferró a ella, besándola casi con desesperación.

—Zac, no seas tan impulsivo. He dejado claro tus límites.

—Nena, lo siento; pero cuando me miras dulcemente no puedo controlarme —él le acarició el pelo.

—Pues habrás de mantener las apariencias, como hago yo. —L lo besó en la mejilla, poniéndose de puntillas, y luego bajó los hombros—: Ve al trabajo. Nos veremos mañana.

Manos y L oyeron las canciones que cantaban los jovencitos al atardecer, mezcladas con las brumas que pintaban el cielo que se oscurecía poco a poco.

Cazadora de Vampiros LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora