CAPÍTULO 37. GUERRA SIN CUARTEL

5 0 0
                                    

Todo el mundo estaba tranquilo, caminaba y reía, incluso los niños jugaban en las calles, pero L notó un temblor de tierra, el suelo fue violentamente sacudido al caer la bomba.

— ¡Todos a cubierto, poneos abajo de algo, ya! —gritó la Cazadora para protegerlos.

Zac fue a ella y se tropezó y cayó encima de L.

—Quítate de ahí, Zac. No te quedes sonriendo estúpidamente, haz algo.

— ¿Qué ha sido eso? —preguntó Thomas, y todos vinieron a la carrera.

—Ha sido espantoso —dijo Becky.

—Creí que moría —dijo Jake.

Y aspiró de su inhalador.

David sacudió desolado la cabeza.

—Los vampiros nos van a matar.

L miró hacia la montaña, de la que salía un denso humo negro. El aire se hacía irrespirable, y transmitía partículas flotantes de piedra compactada y fuego que ardía brillante.

—Han bombardeado el laboratorio, han destruido todas las medicinas y comida que estaban guardadas allí —dijo Luce seria.

— ¿Por qué han hecho algo tan radical? —se intrigó Zac.

—Porque han descubierto al ladrón —respondió ella, y apoyó su uña en el pecho del chico—. Y ese eres tú. Por culpa de tu codicia está ocurriendo esto, en parte sabes que es verdad.

Sus amigos se quedaron perplejos y David acertó a preguntar:

— ¿Tú seguías robando?

Y Susan saltó:

— ¡Hermano mayor! Te dije que era peligroso que lo siguieras haciendo, ¡pero no me hiciste caso!

— ¡A ninguno de nosotros! —dijo Jake, y le rehuyó la mirada—. Ahora entiendo por qué tenías esa ametralladora.

— ¿Cuándo pensabas contárnoslo? —Thomas lo abrazó con su ira—. Lo has fastidiado todo, colega.

L Lo atravesó con su oscura mirada.

—Voy a atender a los heridos, vosotros marchaos de la plaza.

—Nos has defraudado, Zac —dijo Becky, y ellos se fueron en grupo.

L atendió a un hombre que se desangraba.

— ¿No puedes salvarlo? —interpeló el chico.

—No —negó ella—. Este hombre va a morir, porque no puedo detener su sangrado. Sólo su dolor por un momento. —Le dijo al hombre, que gritaba llamando a su familia—: No te preocupes, pronto te dejará de doler. Todo va a estar bien. No, no sobrevivirá.

Se levantó y se fue andando. Zac la siguió. Ella se volteó a él.

—Entiendo que lo has hecho por el bien común, pero eso no justifica tus acciones criminales. Has puesto en un peligro enorme a la gente que amas y a ti mismo también. Por tu negligencia, estas son las malas consecuencias. Comprenderás que les costará un tiempo sobrellevar toda la decepción que les has causado.

 —Luce, perdóname. Lo siento tanto, yo no quería llegar a esto, no sabía que la Nobleza iba a soltar una bomba en el pueblo... Todos han sido heridos por mi culpa...

Se abrazó a ella, llorando. L lo dejó estar.

De repente Zac se separó y se volvió, muy serio.

— ¿Adónde vas ahora?

—Al riachuelo. Voy a estar un rato solo con mis pensamientos, reflexionando.

Ella se dispuso a acompañarlo.

—No quiero hablar.

La Cazadora se sentó a su lado, mientras oían el fragor del agua del río y contemplaban la corriente pasando a lo largo de su vista.

—No hace falta que hables. Sólo haz lo que sientas que necesitas para calmarte.

—Muchas veces tú eres la única que me sostiene. La única persona que logra que me perdone por todo el mal que he obrado.

L le sonrió, besándolo en la mejilla.

—Tranquilo, si quieres podemos bañarnos juntos, si eso te consuela.

—Sí, muchísimo. 

A Zac se le iluminó la cara, y la miró al levantarse ella.

—Ya sabía yo que tramabas algo, pillo.

Se besaron. Luego él la abrazó cuando se vistieron y se predisponían a regresar a la aldea, pero la dhampir notó algo y lo apartó de un empujón. Repentinamente un tajo cortó a Luce en dos.

—¡¡Luce!! ¡¡No!! —chilló Zac dolorido, destrozado.

La visión de su amada derrumbarse ante él le robaba la vida, como si le estuvieran taponando los pulmones unas manos invisibles. Ella se regeneró en un momento tras beber su sangre y se preparó para aniquilar al vampiro guardián, que se reía de ellos.

— ¿Qué tal si despedazo a tu amante? —se mofaba el vampiro.

L, vuelta hacia él, le gruñó como una fiera y de un tajo de su espada lo decapitó y lo hizo pedazos, y el vampiro se hizo cenizas delante del aterrado Zac, que hipaba entre lágrimas temblorosas.

—Ya está, estoy bien.

Lo abrazó.

—Estás viva. No sé si me fascina más que te hayas revivido tú sola o que hayas matado al Vampiro tras un segundo. O ambas cosas. Pueden ser las dos. —Sonrió y metió los dedos en el pelo rizado de la dhampir, y la besó en la cabeza—. No sabría cómo reaccionar si te perdiera, Luce. Me volvería loco.

—Lo más probable es que eso me pase a mí, ya que en esta ocasión tú eres el ser mortal. Yo no puedo morir. Sólo puedo ser destruida un momento. Pero Manos me ha ayudado a revivir.

—Por supuesto que sí —prorrumpió Manos—. Somos geniales, y siempre lo hemos sido. Pero, ¿aquí no hay gato encerrado, L? Quiero decir, siempre te han atacado a ti. Las cosas como son.

—No —repuso ella—, han herido a Zac, o lo han intentado. En todas las ocasiones: en el laboratorio, antes en el bombardeo, y ahora, todos iban a por ti, Zac. —Lo miró preocupada—. Ah, ahora lo entiendo. Sé a por lo que iban los  vampiros guardianes y el doppelgänger. Pretendían herirte a ti para causarme más daño, porque yo soy vulnerable cuando estoy contigo.

Se acordó de las tenebrosas palabras dichas por el Conde Lee Doye.

— ¿Eliges ser vulnerable cuando estamos juntos? Si es así, nena, entonces yo seré fuerte para protegerte.

Zac la besó en la boca, y volvieron a casa cuando la noche era joven y fresca.

Cazadora de Vampiros LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora