CAPÍTULO 31. ¿Y CUÁL ES SU FUTURO?

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"No puedo respirar, me ahogo en el llanto; soy incapaz de pensar en la perspectiva, en el aciago futuro que me esperaría en un mundo en que tú no existieras. Estoy llorando, porque no imagino una vida sin ti. Hasta que te conocí, estaba incompleta. Necesitaba tu otra mitad para darme forma, y forjarme completa. Y ahora, sé que no viviría careciendo de tu persona, Zac."

—Pese a que el mundo a nuestro alrededor cambie de forma invariable o drástica, seguiremos juntos —dijo L a Zac, mientras se cogían de las manos y se daban besos, irradiando pasión y calidez.

— ¿Y si el futuro se vuelve incierto? —se preocupó él.

—No pasará nada en tanto permanezcamos unidos. Derrocaremos a todos los males.

L iba a sentarse en el suelo, pero Zac se ofreció a hacerle un favor.

—Nena, me sentaré yo primero y tú encima de mí, si te apetece.

—Me pondré delante de ti —dijo ella—. Hazme un hueco.

Y así se quedaron, besándose y amándose con el ardor de la roja pasión que corría por sus venas.

—Deja que yo me lleve tu dolor y te brinde felicidad —él la besó en la cabeza, entretenido en enredar los dedos en su pelo, quedándose L protegida por su físico—. Te amo con tanta locura que me va a estallar el corazón.

—Cuidado, que no te vaya a dar una taquicardia —rio Manos—. No hay médicos por estas colinas, ni tampoco en tu estimado pueblecito.

—Es verdad —dijo Zac, y se abstuvo de comentar algo más, silenciándose a fin de que la dhampir pudiera trabajar con su portátil, el cual había puesto ella sobre sus rodillas.

—No se debe mezclar placer con trabajo —dijo L, y la pantalla de su instrumento vibró despidiendo la fosforescencia propia de las luces—. Pero esta vez no te llevaré la contraria, cariño. Sólo os pido a Manos y a ti que no empecéis a parlotear.

—No habrá desmadres de ninguna clase —prometió dignamente Manos—. Lo prometemos con nuestra palabra como prueba.

—Apuesto a que tú hablas más que yo —se rio Zac, y ambos se miraron, reconociéndose como afines.

Por otra parte, Becky guio con pasos sigilosos a María al sitio en el que se habían apostado ellos concretamente. Las dos chicas espiaron a los amantes, cuidando de no ser descubiertas.

—No es de buena educación meterse en los asuntos de los demás —coligió María con inquietud manifiesta—. Debemos irnos, Becky. Antes de que armemos un gran lío.

—Mírala, si es más estoica que una piedra, vaya —farfulló su interlocutora—. Ni mira al pobre chico. Qué pena que nuestro amigo esté derrochando su tiempo con ella.

María se quitó el pelo rubio de los ojos, que le dificultaba la vista, y se fijó en su amiga.

— ¿Te molesta que ella sea la novia de Zac? Yo los veo de maravilla, me parece que compaginan. Personalmente opino eso.

—Nuestras opiniones pueden diferir, pequeña María —soslayó Becky rechinando la mandíbula—. A mí esa tipa me da mala espina.

— ¿Estás celosa..., o es algo distinto?

María la miró de soslayo, sonriendo burlonamente. Becky se movió, alborotando su largo cabello castaño.

— ¡No se trata de esa tontería! No me seas boba, María. Sabes que los príncipes no existen. Los cuentos de hadas son irreales. Si no, ya habría venido un guapo príncipe a rescatarte de la enfermedad, y no lo ha logrado.

—El médico pronosticó que yo únicamente viviría dos años como mucho —reiteró María, y volvió a toser—. Pero heme aquí, enterita y todo.

—Se te comerán los licántropos como hables de más —la regañó Becky, aviesa—. Nos estamos yendo hacia otros derroteros.

— ¿Y eso qué importa? —se rebeló María, segura de su poder de disertación—. A lo mejor su unión es un milagro de Dios. L es la salvadora que todos esperábamos desde hacía muchos siglos. Permíteme que te apunte una cosita: déjate de minucias y enfréntate a la verdad: son felices, y debemos dejarlos vivir. Vámonos.

—Me quiero asegurar de que puede protegerse de esa bruja —apostilló Becky—. No me seas aniñada, María. El amor verdadero es inexistente, o si no mis padres no se pelearían todos los días.

—Se pelean porque poseen diferentes puntos de vista —respondió María osadamente, y se encogió de hombros—. No es nada más que física y química. Los polos opuestos se atraen, Rebecca.

—Uf, así me llama mi madre cuando me suelta su zapatazo —tembló Becky, y se incorporó—. Ag, de estar tanto rato arrodillada me duelen las piernas.

—Te lo dije —los ojos azules de María se le pusieron volcados, como dos platillos rodantes—. A ti es a la que se llevarán los doppelgängers como no nos apresuremos. Y tu mala circulación te está matando lentamente, te lo aseguro.

— ¿Quieres cerrar ese pico, canario? —bufó Becky—. Eres exasperante si deseas persuadir de algo que te interesa. Pasando a otro tema: ¡qué fuerte me parece que Zac, ese ingenuo, se haya enamorado de ella!

—Venid aquí y contádnoslo a la cara, si tenéis arrojo —zanjó L sus susurros, erguida totalmente, y las chicas se espantaron—. Acercaos. No voy a comeros.

— ¿Qué significa esto? —preguntó Zac, mirándolas estupefacto.

—Yo se lo advertí a Becky —contestó María acusadoramente, y se recogió el cabello en un moño improvisado, abanicándose a posteriori—. No le parecieron buenos mis consejos y me desoyó deliberadamente. No es mi culpa, que lo sepáis.

—María...

Becky la asesinó con la mirada, pero L estaba enfocada exclusivamente en ella.

— ¿Tienes algún problema conmigo? Porque estoy al corriente de que María no lo tiene. Ella no quiere meter las narices donde no la llaman. Al contrario que ella, tú sí. Habla de una vez..., o calla para siempre.

Enfrentada a la Cazadora, Becky salivó sus labios y confesó con ímpetu:

—Yo solamente quería proteger a Zac de ti.

—Tus nimiedades se han acabado. —L distendió sus colmillos hacia la joven, que deseó retroceder y pirarse—. Zac puede tomar sus propias decisiones; no está incapacitado, así que deja que haga su vida. Odio a las personas que tratan de controlarlo todo.

L puso los brazos en jarras y Zac se les aproximó, intentando calmar a Becky.

—No sigas por ahí, Becks. Es un camino farragoso.

—Sobre todo para ti, ratita miedosa —sonrió L tétricamente; Becky estaba descompuesta y bajó la mirada—. Yo no asesino a la gente, ése no es mi trabajo; pero te juro por mi estampa que liquido sin ningún remordimiento a los que me hablen con petulancia. Tú no serás la primera ni la última mujer que se lleve mi aborrecimiento de regalo.

—Me..., me marcho —titubeante, Becky fue agarrada por María, quien tironeó de ella, llevándosela consigo.

—Lo sentimos, de verdad. —María gestó una reverencia en dirección a L—. Perdona estas ofensivas declaraciones de Becky; es una chiquilla asustada.

—Al final María resulta ser más madura que Becky —repuso Manos—. Cuán complejos son los seres humanos. Su fin se mueve en aguas cenagosas, a una profundidad insondable. ¿Y cuál es su futuro?

—Uno que compartiré sin dudarlo con el hombre que amo —L y Zac se abrazaron—. Es entendible que te hayas quedado en shock. Al ser una Cazadora, no me expreso sirviéndome de la suavidad que se esperaría. Los Cazadores somos deficientes en nuestras emociones.

—En ese caso, yo te enseñaré cómo se manejan los sentimientos —dijo Zac, y se fundieron en otro abrazo.

Nunca era tarde para variar, y dejar de ser el inexpresivo muñeco que servía a las tinieblas. 

Cazadora de Vampiros LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora