CAPÍTULO 26. JAMÁS TE OLVIDARÉ

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Becky miró a David.

— ¿Te encuentras bien?

—Sí, cariño, de verdad —asintió él, y se dieron un beso rápido.

Los demás se estaban acercando. Jake regaba las cebollas y las patatas con agua, y Tom se encargaba de rellenarle el cubo.

—Eh, tortolitos, no os quedéis ahí pensando en vuestros asuntos —los incitó este último—. Tenemos muchas cosas que realizar.

—Ya vamos, no os preocupéis —dijeron los jóvenes enamorados a la vez, y se rieron, y sus risas alcanzaron el cielo.

Se estrellaron sus carcajadas de auténtico jolgorio con la vacía sensación que pugnaba en el interior de Zac, quien detuvo a L al disponerse ella a irse nuevamente a parajes inhóspitos y naturalmente terribles.

— ¿Adónde me has dicho que ibas?

—Que voy —lo rectificó ella, casi fulminándolo con la mirada, se pasó una mano por la cara y suspiró largo y tendido—. Tengo que marcharme a comprar unos útiles de caza que me hacen falta y además provisiones de comida. Ya me quedan pocas pastillas.


—Bien. En ese caso, voy contigo. En todo momento estaremos juntos, Luce —dijo el muchacho, y se besaron, pero ella despegó los labios antes que él.

—No, Zac. No quiero que corras peligro. No puedes acompañarnos dado que el mundo de la Frontera es muy peligroso.

—Estoy al tanto de eso —rebatió Zac su argumento, cruzado de brazos—. He ido cuando era pequeño a cazar con mi padre a los bordes de los campos que se extienden más allá de mi visión, pero nunca he pasado por los lindes.


—Allí es donde se ubica la Valla —dijo L—. Los transportistas encinchan caballos oscuros y viven en esos lares. No son una muchedumbre, pero sobreviven como pueden.


— ¿Podría hacerte compañía? —le preguntó Zac, presionando en la llaga. L movió la cabeza, denegando su ofrecimiento. Él emitió un largo suspiro de pesar—. Nena, no soy tan débil como aparento. Puedo hacer lo que sea si tú me lo pides.


—Te pido que te quedes, Zac. —L lo agarró de las ropas y lo besó con amor vibrando en cada poro de su piel—. Es lo único que me importa. Respeta mis decisiones, por favor.

—Entiendo...


El joven se sacudió la pasión de encima y trató de ser razonable, pero le costaba horrores dejarla ir.


Los chicos se les aproximaron, y María le tendió a la Cazadora un puñado de monedas dala.


—Son poco más de cincuenta —le explicó—. Pero será suficiente para proveerte de todo lo que necesitas.


—Muchas gracias —les dijo la dhampir—. Os lo agradezco, chicos. Sois muy buenos. Compraré comida para vosotros también. Y medicinas, si encuentro las que son importantes para vosotros.


—Muchas gracias a ti, L. —Susan guardaba intenciones de abrazarla, y L no se resistió, aunque puso cara de agobio por que una persona la estuviese abrazando—. No sé qué haríamos sin ti. Oye, tranquilízate, que no te vamos a matar.

Los jóvenes se rieron debido al comportamiento extravagante de la Cazadora. Ella se quitó las pelusas que se le habían quedado adheridas a sus vestiduras negras y aguantó aquel pesaroso bochorno.


—Yo tampoco soportaría que me abrazaran si llevo miles de años solo —se hizo oír Manos, hermanándose con las voces que se ahuecasen en el ínterin demudado de L, arrastrando ecos que hablaban de su vida enmarañada y salvaje en el mundo de las sombras—. Somos seres esperpénticos y raros, y no se nos da bien socializar. Lo siento, mas no avanzamos en ello. Qué remedio, si somos de esta manera. Ya es tarde para cambiarse.


—Adiós, chicos —dijo L, mirando a Zac con ardor rayando en sus facciones lechosas.

Él le sonrió lo más galante que pudo, y ella se dio media vuelta, abandonando a los pequeños rescoldos de la humanidad.


—Aunque no te decidas a volver después de todo, yo jamás te olvidaré —le susurró él, a fin de que los demás no oyeran su confesión plagada de lágrimas y dolor—. Aunque me case con otra mujer y tenga hijos con ella, tú serás siempre el amor de mi vida, Luce. Tú eres mi hogar, la estrella que me guía en la noche, y no me marcharé de tu lado sin importar cuántas diatribas me descargues.


—No lo hagas más difícil de lo que ya es —rezongó ella, y se desasió de su apretón, dejándolo deshecho—. Eres el hombre que más aprecio y por eso no dejaré que te lances a los brazos de la muerte. Espérame, querido.


L se marchó como solía hacer, dejando tras de ella los deseos, las pulsaciones descontroladas y los lamentos del único hombre por el que su corazón había latido, anunciando un amor verídico, y las incrustaciones de cristal laceraban su alma, y ella estaba dolida, pues prefería olvidarlo de una vez por todas y pensar que no lo había conocido. Eso le ahorraba todo el temblor involuntario. Nunca debió haberse involucrado tanto con los humanos, transgrediendo así las rígidas leyes y fijos principios morales que la habían transmutado en una Cazadora.

Cazadora de Vampiros LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora