CAPÍTULO 30. EL FIN DE LA HUMANIDAD

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"Cuando Zac no está, me siento tan sola que la tristeza me hiere hondamente, y lo echo tanto de menos que recuerdo cada expresión de su cara al verme, cada lunar que tiene en sus facciones y más detalles pequeños, las fibras de sus cabellos alborotados, los músculos de sus brazos al contraerse los tendones, y noto que mi amor por él se acrecienta hasta alcanzar cotas inimaginables. Cada vez que nos besamos, es la sensación eléctrica de ser tocada por un rayo, y sus caricias son suaves como suaves sólo son las nubes en el cielo, y si él me estrecha en sus brazos, siento que vuelo, que de verdad puedo volar, y soy tan fina y ligera que nada me enturbia y estoy sumida en una calma perfecta. Y mi cuerpo se calienta, y ardo tanto que creo que voy a estallar, por el fuego que me consume por dentro al amarnos el uno al otro en un torrente de desenfrenada pasión. El amor es una actitud ante la vida que te da una perspectiva única, y te hace sentir genial, indescriptiblemente bien, y aunque a veces me pelee con Zac, y discutamos por tonterías y nos enfademos, no puedo cansarme de mirar a sus ojos y de que él me diga lo bella que piensa que soy; porque lo amo, y sé que siempre lo amaré y él me amará a mí, y no puedo pensar en otra cosa, no puedo pretender que sea el odio lo que me impulse a hacer mis tareas, porque ahora mi motivación es el frenesí que me embarga en cada ocasión en que sus manos me recorren enteramente, y mi piel se llena de escalofríos, y estoy ardiente, y nunca podré enfriarme mientras él siga explorando mis secretos y desenterrándolos. Cuando él me mira con sus ojos claros, me noto desnuda, me despojo de toda armazón que me haya hecho, y existo con el único propósito de estar cercana a él. Espero que jamás me deje, pues no podría soportarlo."

Luego de un rato en que hicieron el amor y se desencadenaron sus hermosos y floridos deseos, L le puso freno a sus pasiones, y ya habiéndose incorporado, dejó que Zac durmiera.

—A pesar de que hayáis discutido, no te perdonaste el dejarlo en la estacada —dijo Manos—. Eso es anormal viniendo de tu parte, amiga mía.

L se puso su traje de terciopelo negro entero y puramente oscuro y que le daba un aire de señora que asistía a un evento fúnebre, o asimismo un espantapájaros que vigilara marcial los campos, y observando a Manos, le respondió lo que pensaba, recalcando con énfasis sus palabras.

—Ahora él me ha perdonado —susurró, y su sonrisa le trajo luminosidad a su cara blancuzca—. Por fin puedo sentirme en paz.

—Estoy contento de que tú seas feliz —sonrió Manos—. Sin género de dudas Zac es un hombre asombroso.

Becky se había desplazado hacia el arroyo a recoger agua en un cántaro, y no se sabe si fue por las casualidades de la vida o por obra de un ente retorcido; el caso es que la chica campesina, que era muy dada a espiar lo que no le atañía a su persona en ningún aspecto, enfrascándose en temas ajenos, miró por las oquedades que había en los matorrales, discerniendo a Zac tumbado, en pleno proceso de dormir, y a la Cazadora de pie, puesta unos metros de él. Entendió que Zac y ella se habían reunido y habían..., bueno, ya se entiende lo que habían hecho.

La muchacha, dando un traspié, se fue reculando hacia atrás, amedrentada por el feroz mirar de L, que traspasaba su alma y la deshilachaba.

—Tú no deberías estar en este lugar —la amedrentó L, acuchillándola valiéndose de sus ojos vampíricos y malvados.

—No..., yo... —Becky no era sabedora de que L podía leer en su mente, así que se armó de valor y trató de explicarse, frenética, copada por el miedo—: Perdóname, por favor, yo no pretendía...

—Lárgate de aquí —ordenó L, molesta por que una metomentodo como Becky hubiera perturbado su locus amoenus.

Cuando la jovencita se marchó correteando como un conejo despavorido, Manos se volteó hacia su compañera.

Cazadora de Vampiros LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora