CAPÍTULO 42. EL HIELO EN TUS OJOS

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L le dijo a Zac en ese momento:

—Mira, si afinas el oído, llegarás a escuchar el silencio.

—Vale. Lo afino entonces.

Zac aguzó el oído, pero no oyó nada fuera de lo normal.

—No escucho nada.

— ¡Exacto! —sonrió burlona la dhampir—. ¡Porque eso es el silencio!

El muchacho se quedó enfurruñado, frunciendo las cejas.

—Manos y tú os habéis reído de mí.


—No protestes, colega —se rio el simbionte burlonamente—. ¿Creías que ibas a desarrollar poderes de repente? ¿Que te saldrían alas del hombro? No existe tal cosa como los hombres araña; los seres humanos son las criaturas más indefensas que hay en la Tierra.


— ¿Vosotros habéis visto algún dragón?


—He luchado contra varios —respondió L—. Son como los dinosaurios pero tienen alas. Y no escupen fuego por la boca, contrariamente a lo que dicen las leyendas sobre ellos.


—Tú eres la mejor Cazadora de Vampiros que existe, nena —la halagó él, y se sonrojó cuando ella le obsequió un beso sincero—.
Bueno, Vladislaus también es muy bueno en las cacerías.


—Supongo que es así, porque no todos los dhampires son iguales. Vladislaus, Selene (mi gemela) y yo somos los más fuertes y excelentes de los mestizos de humano y vampiro. Las más ambiciosas creaciones del Ancestro Sagrado.


— ¿Quién es ese tipo? —se interesó Zac.


L no iba a responderle, pues era un tema delicado.


—De ese tipo, como dices, no te hablaré de momento. Es un asunto complicado.


—Mejor no recordarlo —dijo Manos.


—L, el hielo en tus ojos se ha derretido. Se está desvaneciendo cada vez más —dijo Zac—. Me siento orgulloso de hacerte feliz.
—Eh, chicos, dejaos de temas amorosos ahora —intervino Vladislaus, irrumpiendo en medio de ellos, y sesgando su conversación—. Hay que planear tácticas de ataque con los aldeanos.


—Sí, vamos a ponernos manos a la obra —dijo L, separándose del chico.


—No quiero ponerme a ello... —rezongó Zac desganado.


Pero hubo de realizarlo, a su pesar. Los chicos se reunieron, junto a sus padres, sus hermanos y los ancianos de la pequeña localidad que fue denominada Oscura Chicago por sus antecesores.

L se subió a lo alto de un estrado de madera que habían colocado para ese fin, y su voz férrea se escuchó por sobre los bramidos del viento furioso, arracimada sobre los corazones y las mentes de los aldeanos.


— ¡Debemos ser fuertes!


— ¡Debemos resistir! —agregó Eleanor a voz en grito, puesta a su lado.


— ¡Debemos combatir a los vampiros! —exclamó Vladislaus.


— ¡Levantaos y luchad! —los animó la Cazadora, y todos alzaron el puño, blandiendo sus armas.


— ¡Decid con nosotros: no seremos denegados!


— ¡No seremos pisoteados! —clamaba Eleanor.


— ¡No nos negarán lo que es nuestro por derecho!


Vladislaus y la hechicera se enfebrecían, calentando sus mentes y asimismo las de los campesinos con el fragor de la batalla.


— ¡Es hora de que seáis libres! —anunció L— ¡Porque sin libertad y fraternidad no hay futuro para la raza humana!


Había llegado el momento de la revolución, y los tambores de la guerra atronaron en toda esa área despejada, encomendando a la gente a llenarse de ira. La ira es buena, porque te impulsa a hacer cosas. Y los esclavos debían liberarse para sentir que eran personas nuevamente, y que no estaban más bajo el yugo vampírico, la ganchuda zarpa de la Gran Nobleza.

Cazadora de Vampiros LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora