CAPÍTULO 33. Y NUESTRO AMOR PERDURARÁ POR SIEMPRE

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La Cazadora no tardó en presentarle a Zac a su hermano Vladislaus. Zac se quedó algo extrañado. Miraba a Vladislaus sin salirse de su asombro.

—No tenía ni la menor idea de que había otros Cazadores por estos páramos desiertos —dijo, y lo examinó minuciosamente—. Te pareces mucho a L.

—Somos hermanos —contestó Vladislaus, y se rió ante el asombro que era palpable en el joven—. No, yo soy más joven en edad. Rondo los tres mil quinientos años.

—Por la Virgen —resopló Zac—. Es injusto que no podáis envejecer.

—Así somos los seres mestizos —Vladislaus se encogió de hombros, desaforado—. Vivimos lentamente todo, pero nuestro problema muchas veces es que no sabemos o no podemos apreciar bien el sabor de la vida. Todos morirán antes que nosotros, y por eso decidimos no abrirnos con ellos. Tal vez no sea lo más acertado, pero no tenemos otra opción.


—Tal vez antes te hubiera dicho que llevabas la razón, pero ya no creo lo mismo que tú.

L se juntó a Zac, y Vladislaus asistió atolondrado a un espectáculo nunca antes visto por sus ojos.


—Ya comprendo de qué va todo esto. Estáis unidos como una pareja, y vuestros vínculos emocionales son muy fuertes.


—Me emociona saber que tú has conocido muchas cosas —le dijo el muchacho—. Por cierto, mi nombre es Isaac. Aunque mis amigos y familiares siempre me han llamado Zac.


—Encantado de conocerte, Zac —dijo el dhampir—. Yo soy Vladislaus, pero puedes llamarme Vlad. Así era como me llamaba mi querida madre. —Y volviéndose hacia la dhampir, arguyó—: Hermana, lo cuidaremos entre los dos.


—No hables de esa manera tan pueril —dijo L en tono serio—. Ya deberías haber pasado la etapa de niño.


—Y la he pasado —repuso él—. Pero a veces me olvido y empiezo a gastarle bromas ligeras a la gente. Soy muy propenso a relacionarme con las personas si se da la ocasión. Y este chico me resulta particularmente agradable.


—Muchas gracias —sonrió Zac, y se sintió emocionado—. Bueno, vamos andando y te enseñaré la aldea. Es poca cosa, mas somos simpáticos, sobre todo con los Cazadores. A ellos les debemos el poder sobrevivir día a día. Te guiaré diligente por mi hogar.


Y siguiendo a Zac, Vladislaus fue admirando las chozas hechas con cañas y barro. Cuando llegaron a casa de Aaron y Greta, salieron los muchachos a congregarse a comer. Estaban comiendo un delicioso caldo de pollo con arroz. De pronto, tanto Vladislaus como L notaron la presencia siniestra de los vampiros.


—Hoy es el día de la cosecha —constató Aaron, y esperó a que Jonás y Rachel se le acercaran—. Oídme bien, no podemos dejar que los niños salgan a la calle.


—Ya es muy tarde para eso —negó Jonás—. Los chicos se han ido a la plaza, y además los guardias ya han salido a buscarlos.
—Oh, no... Mis niños.... ¿Qué pasará con Rebecca, Jacob y Esteban?

Rachel, gimiendo angustiada, fue sostenida por su marido.


—No hay que ponerse en lo peor, mujer. Piensa que no se llevarán a nuestros niños ni a sus amigos.


— ¡Vamos corriendo a la plaza! —gritó Zac, y se giró a su amada—. Luce, ahora me sucederá algo muy malo... Tengo miedo.

—No te preocupes, Zac —le dijo ella al amedrentado muchacho, y lo abrazó con ternura—. Yo voy a protegerte en todas las circunstancias. Y nuestro amor perdurará por siempre.


La noche cayó tenebrosamente sobre ellos y se encontraron la plaza terrosa desierta. No se veía a los niños por ninguna parte. Estaban en el campo. Y no estaban preparados para ser cosechados y recolectados como los granos de trigo.

Cazadora de Vampiros LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora