CAPÍTULO 15. EL TIEMPO SE AGOTA PARA TODOS

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Tres días después de este suceso tan dramático vivido por L, llegaron funestas noticias para Adam, Evelyn, y los chicos, el círculo de amigos íntimos de Zac, Susan, Tom y los demás.

—El viejo Allan se encuentra en buen estado —comunicó Aaron, el amigo de Adam, el cual era un hombre delgado aunque robusto, de ojos marrones y cabello ceniciento, que observó a todos ellos adueñado de un semblante sombrío—. Sin embargo, esta mañana se han encontrado a Joshua sin vida. Dicen los rumores que le ha dado un infarto y se ha quedado exánime. Pero ya sabes cómo son las viejas chismosas: hablan de todo lo que no les concierne.

Se caló la gorra y Adam se fue junto a él, ambos caminaron por el campo.

—Sí, eso es entendible. Cuando sucede una muerte súbita todos queremos saber la causa y las circunstancias que hayan llevado a tal suceso —repuso, meditando—. ¿Estás seguro de que se hallaba perfectamente cuando fuiste a visitarlo ayer?

—Vi que se encontraba perfectamente, doy fe de ello. Estaba cortando leña con Joseph, que lo ayudaba, al llegar yo. —Aaron resopló, abrumado—. Estamos pasando por una mala racha. Primero se murió mi mujer, Greta, y luego temo por la salud delicada de mi madre, Charity. El mundo se vuelve cada vez más terrible.

—Iremos al funeral, amigo —lo reconfortó Adam, esbozando una ligera sonrisa—. No te preocupes, allí estaremos.

L observaba al cortejo fúnebre cargando el ataúd del desafortunado campesino. Habiendo escuchado la conversación sostenida entre Adam y Aaron, se fue aproximando tranquila y prudentemente hacia el grupo de gente que se había reunido aquella tarde. Pero ella no se introduciría en él, sino que se quedaría al margen cual un mero espectador.

Todo el mundo estaba llorando apenado de verdad, o se lamentaba de que Joshua, un hombre sano y fuerte que apenas rondaba los cuarenta años, hubiera dejado de existir. Dejaba sola a su esposa Lía y huérfanos de padre a sus cuatro hijos, David, Joseph, María y Hannah, esta última no pasaba de los diez años. El sacerdote Marcus rogaba a Dios de que lo acogiera en su seno, mientras gruesas nubes tapaban el sol y se escuchaba el aullido estremecedor de los hombres lobo. Igualmente se encontraban presentes en el funeral Zac y sus padres, Adam y Evelyn, su hermana Susan, la otra pareja amiga del difunto, Jonás y Rachel, padres de Thomas y de sus tres hermanos varones, Charlie, Lucas y Robert, todos inferiores en edad a él, además de Jacob y su hermana Rebecca y otro hermano más pequeño, Esteban, que empezaba a entrar en la pubertad, abrazado a su progenitor, Aaron. Además de ellos, los ancianos del pueblo comentaban sobre el accidente, entre éstos se destacaban Allan, padre de Joshua, el cual tenía setenta y cinco años, Charity, que contaba los sesenta y seis años, y Pedro e Isabel, progenitores de Jonás, y que habían alcanzado un mes antes los setenta y setenta y dos años de edad respectivamente, pudiendo vanagloriarse de ser los que ostentaban más longevidad de la aldea entera.

Al disgregarse el conjunto de amigos y parientes de Joshua, L azuzó a Medianoche a que se marcharan.

—Los fallecimientos ocurren en todo momento —rumió Manos—. Es el ciclo de la vida.

—Nadie debe alterarlo —respondió ella, y se dispuso a marcharse.

Zac llegó en ese instante a la cima del bajo montículo en que ella se hubiera posicionado, y le mostró la mano, enseñando las monedas de oro que relumbraron a la luz del sol.

—Aquí tienes, L. Son doscientas cincuenta dalas más.

—Me pregunto cómo las consigues —lo escaneó la dhampir, y él se avergonzó de ello—. ¿Acaso las robas sin decirle nada a nadie? Tarde o temprano te descubrirán, y en el peor de los casos te matarán, como le ha sucedido a ese hombre —añadió, aludiendo al campesino al que acababan de enterrar los vecinos.

— ¿Te refieres a Joshua? ¿No se le paró el corazón?

—Un vampiro lo desangró, Zac —contestó L de manera siniestra—. Algunas personas optan por mentirse (un tremendo error) con el fin de edulcorar la verdad. Pero la realidad es igual para ti o para los demás humanos. El tiempo se agota para todos.

Medianoche piafó, impacientándose; tenía ganas de correr, disfrutando de la fresca brisa que le brindaba el mundo, repleto de verdor a pesar de las lluvias que azotaran a animales y hombres; a pesar de las guerras y la sangre que le hubiese salpicado, él deseaba seguir recorriendo toda la Tierra.

— ¿Y en tu caso esa fórmula de envejecimiento no funciona? —le preguntó Zac directamente.

—Rayos, chaval, resulta que eres más listo de lo que pareces —sonrió burlón Manos, riéndose de él, como le gustara hacer—. Es mega entretenido extorsionarte. Siempre finges que no te enteras, pero lo que te interesa bien que lo tienes aprendido.

—No te metas conmigo —le refunfuñó Zac—. Yo no te he hecho nada malo que yo sepa.

—Te informaré de tus correrías cuando me meta en tu cabeza.

Manos hizo ademán de ir a colocarse en la frente de Zac y él se rebulló, moviéndose inquieto.

— ¡Santa madre de Dios! ¡Eres la leche! —se pasó una mano por la cara, con los ojos como platos—. ¡No tenía ni idea de que podías meterte en mi cerebro! No obstante, no estoy de acuerdo. ¡Un hombre debe poseer uno o dos secretos frívolos!

—Y uno de esos lleva el nombre de L, ¿verdad? —lo pinchó Manos.

Zac se sonrojó hasta la raíz del cabello, y miró al simbionte y a la Cazadora, alternando entre uno y otro.

—No..., eso no es así... Él miente...

Manos se rio de nuevo, y L contrajo la mano izquierda.

—Callaos los dos. Por vuestra culpa me da dolor de cabeza.

—Estamos en deuda contigo, muchacho —dijo Manos alegremente. L le dirigió una mirada fulminante, chispeante de ira—. Bueno, nos has pagado por dos veces. Mucho más de lo que haría un cliente promedio.

Medianoche comenzó a andar espoleado por L, y ella afiló sendas uñas. Zac se llenó de nervios, sintiendo que se quedaba abotargado.

—Dejadlo ya, idiotas.

—Te ascendemos a cliente "vip" —agregó Manos, jugando con los sentimientos de Zac—. Eso significa que puedes acompañar a L siempre que no la molestes ni la pongas en evidencia.

—Me encanta ser vip —rio Zac, y se apresuró a seguir el paso del caballo.

L se dijo que no tenía más remedio que soportar las tonterías de Manos y del joven por un rato. Después de todo, estaba de suficiente buen humor –porque había cobrado un salario aumentado- para estar en su compañía. Y como todas, sería efímera. Puesto que solamente ella era eterna, oscura e inalterable como la antigua e inmensa noche de los tiempos.

Cazadora de Vampiros LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora