CAPÍTULO 5. CRIATURAS DE LA NOCHE

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Cuando L percibió que Zac se había levantado, fue a él y le dijo:

—Buenos días, veo que ya estás despierto. La tormenta ha pasado, y tus familiares van a salir a recoger comida para preparar el desayuno.

Él se incorporó, despeinado, y se afanó en lavarse la cara y peinarse y estar lúcido y concentrado en sus tareas matutinas, y le dijo a ella:

—Vale, ahora voy con ellos.

L miró en derredor de ellos y viendo que estaba todo vacío, que no se encontraban los parientes de Zac en la habitación, se atrevió a preguntar, más por cortesía que por curiosidad, aunque esta última también la sentía:

—Me he dado cuenta de que tus abuelos no están. ¿Acaso les ocurrió algo malo?

El muchacho se ensombreció de repente y mientras recogía los catres en que hubieran dormido, le contestó con voz apagada:

—Mis abuelos eran muy buenos y amables, y se sabían todas las historias del mundo, las más fantásticas y fabulosas que haya. Pero fallecieron cuando yo contaba seis años, yo era muy pequeño y aún no comprendía bien el concepto de la muerte. Estaban aquejados de enfermedades cardiovasculares muy dañinas, en concreto una que se conoce como cáncer..., ellos tenían dos tipos diferentes de esto..., y pues, no lo aguantaron y al cabo de poco tiempo de contraer lo se murieron. Se nos fueron. Pero están en el cielo, y eso me alegra. Aun cuando era niño no lo entendía al decírmelo los mayores, y me pasé muchas noches en vela llorando, sin poder conciliar el sueño. Cuando pierdes a alguien cercano a ti, a quien proteges y en quien confías sobretodo, te sientes vacío, y que se te va algo importante de la vida. Bueno, y eso es todo. No me gusta recordar su muerte, prefiero fingir que a lo mejor siguen aquí, aunque no sea verdad.

L le puso una mano en el hombro, haciéndole ver que compartía su dolor y lo comprendía, pero no tenía su misma visión del devenir de las cosas.

—Es lo que hay, Zac. Entender y saber que existe un final es lo que los llevó a aceptar la muerte. Tómalo como una especie de liberación por todos los sufrimientos que estaban padeciendo. Ellos no querían morir, porque nadie quiere, y es lógico, somos seres sintientes y pensantes, mas así fue establecido y ni tú ni yo, por más que nos duela, podemos cambiarlo. Zac la miró y le preguntó lo siguiente.

— ¿Tú has perdido a alguien importante para ti, L?

La dhampir nunca hablaba de su pasado, ni de su vida o su razón de existencia, y esta vez, por muy bien que le cayera Zac, tampoco iba a hacerlo. Había aprendido a desconectarse de la gente y de su clase de vida.

—A eso no voy a responderte. He de irme, Zac.

 Pero antes de que L cogiera su espada y sus demás enseres, que estaban colocados a unos metros de distancia de donde estaba, llegaron los amigos de Zac, que se llamaban Jacob, el cual como observó L atentamente, era delgado, de mediana estatura y ojos oscuros, que tenía una incipiente barba castaña, Thomas, que era moreno, más bien alto, de elevada estatura, con ojos verdes y prácticamente barbilampiño, y también llegó corriendo con más dificultades David, el cual era de carnes anchas y tenía un poco de barriga, y tenía ojos azules y una cara alegre, aunque no era atractivo realmente. L supo cómo eran nada más verlos.

—Eh, tío, qué tal os va —dijo Tom.

Se dieron palmadas en la espalda.

Entonces Jake comunicó con un semblante muy serio:

—Zac, ha pasado algo chungo. Ha habido un ataque en el norte de la Ciudad.

Y fueron hacia allí. En el momento en que llegaron, la multitud se agrupaba, los hombres, mujeres y niños se miraban entre sí y cuchicheaban llenos de miedo. Al distinguir a L, sonrieron y se sintieron mucho más contentos.

Cazadora de Vampiros LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora