Capítulo 1 | Así comenzó todo

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Solo las dos

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Solo las dos. Mi madre y yo.

Mi entorno se siente frío y solitario. No siempre fue así, pero irónicamente ahora es lo mejor para mi.

Normalmente esto no es algo en lo que pensaba, pero mi sensibilidad está al tope porque estoy en la zona de emergencia de una clínica.

Traje a mi mamá porque se cayó en casa. Estábamos cocinando juntas y cuando camino hacia mi gato, se cayó.

No entendía muy bien el porqué, pero de camino hacia acá me dijo que fue un extraño mareo.

Yo sabía perfectamente que ese mareo es por el exceso de trabajo.

Mamá es la mujer más entregada al trabajo que conozco, su vida es un 40% viajes de negocio, 30% trabajar en su oficina, 15% lo social y otro 15% la familia, que vendría siendo yo.

Normalmente no me molesta, pero ahora si lo hace porque no es sano.

Entiendo lo lejos que ha llegado y todo lo que recae en ella, pero me preocupa.

Tomo aire con fuerza intentando convencerme que está bien, porque ya me lo dijeron. Ahora solo le hacen un examen para ver que no se haya hecho daño con la caída.

Solo espero que le receten unas vacaciones.

Una ráfaga inesperada me hace salir de mis pensamientos. Mi instinto busca la respuesta.

Es un chico.

Ha pasado muy cerca mío.

Miro como se acerca a una enfermera, ella se ve extrañamente triste.

Soy alguien curiosa, pero hay algo que me hace querer verlo, es extraño lo que siento. Aún no le he visto el rostro, pero parece bastante alto y con un porte atlético.

La enfermera solo habla y le muestra unos papeles. Con eso le indica los asiento frente mío y se aleja de él.

Rápidamente al darme cuenta que se va a voltear, me obligo a mirar a otro lado.

De reojo lo veo sentarse, pero no ha levantado la vista de los documentos, por eso me atrevo a detallar.

Tragó con fuerza al notar lo atractivo que es.

Es castaño. Tiene los ojos grandes, pero no puedo descubrir el color.

Como si me leyera la mente levanta la cabeza y por la luz blanca de la clínica, puedo ver que son verdes.

Verdes con tenues motas doradas, es como ver un bosque al amanecer.

Siento un extraño hormigueo en mis manos al observar con tanto detalle.

Estoy segura que no es mucho mayor que yo. Sus ojos tienen un brillo de inocencia que me hace creer que podría tener mi edad.

Soy consciente de que nos estamos mirando fijamente cuando frunce el ceño.

Oh mierda.

Miro al piso instintivamente y pienso en varias maneras de huir de la situación. Pero gracias al cielo la enfermera vuelve y él se pone de pie siguiéndola.

Cuando levanto el rostro ya lo he perdido.

Me siento cautivada de alguna forma extraña y eso despierta mi curiosidad.

Esta sala es un poco deprimente, veo personas preocupadas, otras salen de las habitaciones llorando.

Una extraña sensación se hace presente en mi, me causa angustia que el chico lindo salga igual que esas personas.

¿Por qué estará acá?

Él se ve saludable, pero estaba preocupado.

Juego con mis manos un poco ansiosa y deseando volver a verlo antes de irme.

Mi deseo se cumple más rápido de lo que pensaba porque lo veo salir de un cuarto y se ve serio.

Está en el otro extremo del pasillo y ahí se sienta mirando fijamente a sus zapatos.

No quiero que me vuelva a atrapar por eso intento no verlo directamente y paseo mi vista casualmente.

Se ve un poco mortificado, por un momento cruza la idea de acercarme, pero es tan estúpida.

¿Por qué hablaría de eso conmigo? De hecho, ¿Por qué hablaría conmigo?

Lo mas probable es que pareciera una demente. Hay tantas de hacer el ridículo que borró la idea.

Pero me sorprendo al verlo pasar frente a mí dirigiéndose a la salida.

Como si fuera inercia lo sigo.

No tengo idea de lo que esté haciendo, pero mi cuerpo actúa por si solo.

Fuera de la clínica lo busco con la mirada y lo encuentro recostado en la pared y con los ojos cerrados.

No sé si es un impulso o que estar acá me pone sensible porque yo no haría esto, pero puedo evitarlo.

Siento que no pienso con claridad, pero igual me paro frente a él.

- A veces la vida es una mierda, ¿No? - hablo con la voz un poco baja por los nervios que se hacen presentes.

- ¿Perdón? - abre los ojos con el ceño fruncido.

- Lo siento. Te vi allá adentro y sólo pensé que debía decirlo - explico. - Que lo que sea que haya pasado allá adentro, te parecerá una injusticia, pero a veces así es la vida, te trata como se le da la gana y eso es una mierda.

- Extrañamente tienes razón, desconocida.

- Soy Dakota. - le extiendo mi mano.

- Asher. - toma mi mano y me da una sonrisa dejándome ver sus hoyuelos.

Me tiene. Maldito hombre hermoso.

Sin ConocernosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora