LA LOBA VINTERI

ESPECIAL (1)

Todo el lugar estaba silencioso que ni siquiera un búho desvelado se atrevía a romper la quietud de la noche, aunque no hizo falta pues una solitaria niña gritó de dolor y tristeza pues acababa de quedar huérfana y sin nadie que pudiese ayudarla.

Un pequeño ciervo que pasaba cerca del lugar corrió asustado a esconderse entre los árboles al oír el llanto de aquella huérfana, quizá el comprendía lo que significaba no tener una madre pues en la naturaleza sólo sobrevivía el más fuerte y un cachorro sin madre no tenía oportunidad alguna de vivir.

Adentro de la lúgubre cabaña una niña lloraba envolviendo con  los brazos a  la mujer que había sido su madre por doce años. Eleanor había sabido desde pequeña lo que era la soledad y gracias a unos soldados del rey ella se acaba de quedar completamente sola. La niña era inteligente pero no pudo defender a su madre por cobardía y por tratar de protegerse a sí misma y esos mismos pensamientos custodiaban su mente mientras mecía el cuerpo de su madre entre sus pequeños brazos.

Pero lo que ella no sabía es que no tenía opción contra esos hombres y lo único que la había salvado había sido la valentía de su madre y haber permanecido escondida en un rincón. El miedo incontrolable que había sentido y las cosas que había visto la habían dejado muy asustada y con un enorme sentimiento de culpa.

Ahora era una niña huérfana.

No había nadie que pudiera ayudarla y no quería dejar el cuerpo de su madre solo, así que se levantó del suelo y limpiando con su brazo sus lágrimas y sorbiendo la nariz empujó con todas sus puertas la ligera puerta de madera que estaba sobrepuesta en dirección a la cocina para subir a su madre y arrastrarla hasta encontrar un lugar bonito para poder enterrarla.

Con mucho esfuerzo subió el cuerpo inerte de su madre y cerrándole los ojos tomó un trapo que rasgó en partes y lavándolo limpió la sangre de su madre en sus rostro y todo su cuerpo, luego la vistió con un sencillo vestido celeste, tomó una vieja pala y con una soga sujetó la puerta para arrastrarla a sus espaldas llevando con dificultad a su madre para darle un entierro digno.

En medio del camino decidió sepultarla al sur de la cabaña donde había muchos árboles y flores hermosas. Cansada y fatigada por arrastrar tan grande peso se detuvo ante la falta de fuerzas y las lágrimas que no dejaban de correr libremente por sus mejillas, pero se decía a sí misma que si no había podido ayudarla en vida no la iba a abandonar en la muerte y siguió empujando aunque su espalda lo resintiera, y cuando la noche se encontraba en el momento más oscuro ella se detuvo habiendo encontrado un lindo lugar a pesar de la oscuridad que reinaba en el bosque.

Dejó su carga a un lado y empezó a cavar casi sin fuerzas hasta que los rayos del sol atravesaban ligeramente la orilla del árbol donde la chica estaba cavando. Dándose por satisfecha ante el hoyo que había cavado la niña arrastró la puerta y como pudo bajó a su madre y acomodó tiernamente su cabello mientras ponía en sus manos una hermosas flores valenginas de color azul y la cubrió con la sábana.

-¡Gracias por salvarme, mamá! –Le dijo la niña llorando. –Nunca voy a olvidarte. ¿Por qué nos pasó esto? ¿Qué hicimos para que nos pasara esto, mamá? ¿Qué voy a hacer ahora?

Sabiendo que no podía tener respuestas puso una cruz de palo en la cabecera y teniendo miedo de que si un religioso no oficiaba el entierro su madre no fuera al suelo se hincó en la tierra.

-Lord, perdona que no esté aquí un religioso, pero si no te molesta yo quiero pedirte que dejes entrar a mamá al cielo y que no permitas que esos hombres le hagan más daño, no pude traer al religioso porque no tengo monedas con que pagarle, pero mamá me dijo que tu no cobrabas por entrar al cielo y si cobras te prometo que yo voy a trabajar mucho para pagarte, pero cuida a mamá y dile que la quiero mucho. –Así la niña recordaba cómo era un entierro pues había asistido al entierro de la hermana de su madre, y la gente rezaba y cantaba, así que haciendo memoria empezó a cantar vacilantemente.