Capítulo 37. Revelación

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-¡Oh, gracias a Dios! ¡Eleanor! ¡Estas bien!

La princesa y la hija del marqués, se encontraban en una sala privada después de haber escapado de la fiesta, aunque no de la mirada del rey. Se abrazaron sonrientes, aunque Eleanor emitió un pequeño quejido cuando la princesa lastimó su brazo sin querer.

-¿Estás bien? -Le preguntó la princesa preocupada.

-¡Claro que lo estoy, Mel! ¡Aunque por poco y no la cuento! Te doy las gracias por haberte arriesgado a ayudarnos para liberar al conde. -Eleanor le tomó la mano y le sonrió. -¡Sin tu ayuda no lo habríamos logrado!

-¡No tienes que agradecerme, amiga! ¡Sólo lamento no haber podido a ayudar a todos los nobles que fueron traicionados por mi padre! -Sé lamentó.

-¡No estés afligida! ¡En una semana saldrás de aquí! -Le recordó.

-Eso espero, aunque estoy muy preocupada.  Yo... Quiero decirte algo.

Melina la miró con nerviosismo, pero Eleanor le sonrió tomando su mano suavemente en un gesto de cariño.

-Dime...

-Estoy enamorada de Andro. -Soltó de repente dejando a Eleanor algo sorprendida.

-Ohh.


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El marqués Vinteri se dirigió con  su hija hacia el despacho, mientras ella lo seguía en silencio. Al entrar le ofreció bebida, pero ella lo rechazó.

Por unos momentos ambos permanecieron en silencio.

Eleanor se sentó en uno de los enormes sillones, mientras que contario a lo que pensó, el marqués tomó asiento en el sillón que se encontraba al lado del de ella.

-Y bien... -dijo el marqués con algo de emoción, de que su hija por fin lo escucharía.

-¿Por que? -Empezó ella con esa pregunta franca que se escapó de sus labios. Deseaba que todo hubiese sido distinto. Deseaba algo imposible. -¿Por qué elegiste deshacerte de mí?

El marqués la miró largamente aunque parecía ajeno al ambiente, hasta que respondió casi como en un suspiro.

-Yo no lo elegí. -Se apresuró a vaciar su copa, que se había servido antes de sentarse. -Un tiempo antes de conocer a tu madre yo fuí espía del rey en otros países. Y siguiendo una antigua tradición de los Vinteri, fuí persuadido por mi padre para entrar a la orden de Mursfhite, él en ese entonces solo era un príncipe, y el que mandaba era su padre, como miembro importante de la orden secreta de la hermandad oscura a la que pertenecían solo algunas familias con los linajes más antiguos de sangre real y escogida por no sé que extraña deidad. Yo era muy ingenuo e impulsivo en ese tiempo.  Lo que ví en las reuniones aquella era aberrante, esa gente mataba cruelmente a las personas a través de ritos oscuros, y hacia cosas repugnantes con los cadáveres y la sangre. -Se detuvo un momento. -Uno día me fastidié completamente porque tuve una fuerte discusión con mi padre, y decidí salirme de la orden. Mi padre aparte de deseredarme no tenía forma de manipularme. Yo descubrí que todo lo que hacían ellos era falso y tenían manipulado a medio país.  Así que como yo ya sabía demasiado de la hermandad, pero en ese tiempo Mursfhite y yo éramos amigos, la hermandad secuestró a mi padre, obligándome a reunirme con ellos para negociar por mi padre.
Por unos momentos pensé en ceder, pero supe entonces que mi padre no era quien yo creía que era. Él era tan oscuro como ellos. Así que me negué con la esperanza de que lo soltaran ya que él era de ellos y alguien de autoridad en la hermandad. Pero no sucedió. Lo asesinaron frente a mis ojos. -El marqués se levantó de repente y se dirigió hacia la ventana para mirar desde allí la entrada del castillo. - Después me dijeron que me dejarían fuera porque ya no era digno, pero que se   encargarían de  destruir todo y todos lo que yo amaba. Así que me alejé a mi castillo como nuevo marqués. Y estuve solo por un tiempo, hasta que decidí viajar. En unos de mis viajes conocí a tu madre. Me enamoré perdidamente de ella, y ella de mí. Y a pesar de que le insistía que lo nuestro no podía ser, su voluntad pudo más que la mía, y nos casamos en secreto. Ella era bastante vivaz e inteligente, mientras que yo era malumorado  y taciturno, sólo fuimos felices un poco tiempo hasta que la llevé a Vensurensi. Allí alguien fué comprado por la orden para darme la droga negra, que me doblegaba a actuar como alguien sin sentimientos, eso yo no lo supe, hasta mucho tiempo después. Un día me llegó una carta de la hermandad, dónde me decían que ya sabían de tu madre y que estaba embarazada, y que ella moriría si se enteraban que yo la amaba. Así que no me quedó más que fingir y no confiar en nadie. Después fué demasiado tarde, ella murió junto que con la pequeña Elena, y yo decidí que lo mejor era que te alejarlas de mí para siempre, porque no quería que te asesinaran a tí en uno de sus rituales, porque pensé que por eso te habían dejado viva, pero si yo no te quería estabas a salvo. Así que te mandé afuera del castillo, pero lo suficientemente cerca para mirarte a lo lejos de vez en cuando. Un día en una batalla de salvé la vida a Mursfhite, y aunque nos habíamos distanciado e incluso enemistado desde lo que ocurrió con mi padre, le hice prometer que me dejaría en paz junto con mi familia y que nadie más moriría, y me lo juró por sí mismo. Así que ya era libre, pero ya era demasiado tarde, tiempo después  me desposé con la madre de Anne para ver si era cierto lo que me prometió Mursfhite, y así fué, a ellas jamás les sucedió nada. Cuando tu madre Ruth fué asesinada, te traje a este castillo, pero era tanta la culpa que sentía, que te traté de una forma que me avergüenza, así que cedí ante mi mujer, y te despedí, para tratar de calmar mi culpa, para dejar de verla a través de tí...

Eleanor permaneció en silencio, con una silenciosa lágrima corriendo por su mejilla con una lentitud tormentosa.

-No sabes cuánto siento lo que hice. Lo que daría por poder volver venticinco años en el pasado y...

-Padre... -Eleanor lo miró a los ojos y puso su mano en la de él. -Nadie puede cambiar el pasado.

-Perdóname... -Le suplicó en un susurro.

-Ya lo he hecho, padre. Te he odiado casi toda mi vida... Pero una mujer que conocí, me hizo ver las cosas de forma distinta.

El marqués al oír aquellas palabras atrajo a la loba hacia su pecho con emoción y lágrimas abundantes, mientras ella le devolvía el abrazo sintiendo como un peso estaba siendo quitado de su espalda.



La conversación continuó por horas, en qué padre e hija se conocieron después de más de ventidos años. Ella le contó de su pasado, y el le contó de su madre.

Él le contó que amaba nuevamente a una mujer, y Eleanor se sintió contenta por él.

Después, cuando ya era medianoche, Eleanor se marchó sintiéndose frágil de la emoción.

Intentando ser silenciosa se dirigió hacia su habitación para ponerse su vestidura característica del grupo, y subió a la habitación de sus pupuilos para vigilar que durmieran y darle las buenas noches, luego salió hacia las caballerizas y montó su caballo dirigiéndose a la nueva mansión del conde. En silencio subió por entre las ranuras de las piedras para escalar hacia la habitación del conde.

Cuando estuvo lo suficientemente arriba, pateó fuertemente el cristal de la ventana.

Más tardó en hacerlo, con que una espada amenazara su cuello en la oscuridad.

-Maximilien. -Susurró ella con la respiración entrecortada por el esfuerzo.

-¿Eleanor? -Preguntó el sorprendió sin poder distinguirla bien por la oscuridad de la noche.

La tomó entre sus brazos  y la metió a la habitación por temor a que se cayera, pues la altura del tercer piso en el que se encontraba él hasta el suelo era considerable. Después de que pasara de su mente el peligro se que cayera, solo pudo pensar que la dueña de su corazón y alma estaba allí.

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⏰ Última actualización: Mar 01, 2022 ⏰

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