Capítulo 5. Mi muchacha Salvadora.

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Maximilien bajó la escalera y miró a una hombre. Le parecía haberlo visto antes, el día de su asalto para ser exactos. Su juventud ya había pasado y estaba riendo con otros sobre algún chiste masculino de las clases bajas. Así que se encaminó a donde él y le dijo con enojo evidente:

-Tu fuiste uno de los que me robó. -Maximilien al ver que al hombre no le importaba lo que le dijo le agarró por el saco a la altura de los hombros y lo jaló hasta quedar de pie. -¿Quienes estaban contigo cuando me robaron?

-¿Yo señor? ¿Se encuentra usted bien? -Dijo el hombre haciéndose el inocente.

-Se que tú has sido uno de los ladrones. ¿Quienes estaban contigo?-Preguntó Max nuevamente, ya perdiendo la paciencia.

-Yo no fuí, señor.

-Sí, has sido tú.-Dijo Max.

-Mala respuesta. -Dijo el hombre burlona mente después le hizo soltarlo a la fuerza y lo giró para que viera que todos los hombres de la posada apuntaban armas, algunos espadas, directo a Max. -Ya ve que no he sido yo. Usted se ha confundido.

Mala idea, se recriminó Maximilien al ver que todos los hombres del lugar lo miraban con una cara de todo, menos amigable.  Recordaba los consejos de su padrino "Nunca te metas a la guarida del león solo, sabiendo que estás en su territorio y el te vencerá", Maximilien decidió jugarse la única carta que se le ocurría y podría servir.

-¿Es que necesitas todos estos hombres para defenderte? ¿No puedes hacerlo tu solo? -Al parecer si funcionó, porque el hombre alzó la mano y en un gesto todos los hombre bajaron sus armas.  

El hombre le agarró desprevenido de tal manera que le estampó un golpe con el puño en el rostro que le hizo tambalearse y ver borroso. Sin embargo, logró recuperarse y le golpeó en el estómago. Así empezaron  a golpearse mutuamente y alrededor lo hombres gritaban con cada golpe. El hedor a sudor, comida y estiércol se volvió sofocante en gran manera. Maximilien levantó la vista y alcanzó a ver a la moza que le había golpeado primero, cuando otro golpe por parte de su enemigo le hizo marearse aún más. Lo que más le molestaba era que el hombre era más viejo que él. Sentía que no estaba utilizando todas sus fuerzas. Quizá porque no se había alimentado bien al andar viajando solo.

No tuvo tiempo para más pensamientos, cuando de un golpe, el hombre le derribó y Maximilien quedó sumido  en la inconsciencia.

Eleanor observaba la pelea con atención. El conde estaba en buena forma. Pero George no peleaba legal y logró ganarle y derribarlo. Al terminar todos los espectadores se alejaron dejando al conde en el suelo. Ella llamó a George con la mano.

-¿Que hacemos con el? -Preguntó George que aún no se había recuperado por el uso de fuerza.

-Sacadlo. Iré a revisar como está. -Respondió ella.

Los hombres de Eleanor, junto con Andro, sacaron a Maximilien del piso de la posada y lo llevaron al granero. Eleanor fué con ellos y su dispuso a ver en que condiciones se encontraba su cuñado. Observó que tenía heridas muy fuertes, los nudillos rojos, grandes cardenales, y una pequeña herida en un brazo. Estaba en un estado tan deplorable que Eleanor sintió lástima por el.

-Llevadlo a mi cabaña.-Ordenó a sus hombres. Los cuales en ese instante se negaron rotundamente por distintas razones.

-Es el hombre al que robamos.- Dijo José.-Nos descubriría.

-Es un hombre, Bella, no puedes estar sola con él. Que tal si....- Alegó George. A lo que Bella respondió.

-He estado sola muchas veces con ustedes. Y no me ha pasado nada. Además tu eres quien menos debe hablar. Mira cómo lo dejaste. -Dijo ella señalado el bulto en el suelo.

-El no debí saber donde nos ocultamos. Ahora lo sabe y todos estamos en peligro. -Murmuró Andro.

-Ya yo me encargaré de eso. Ahora llévenlo a mi cabaña. No se preocupen. El no hablará. Además, no voy a dejar a mi cuñado aquí, así tenga que llevarlo yo sola a la cabaña. -Recalcó Eleanor autoritaria mente. Su tono indicó a los hombres que no aceptaría ninguna réplica.

Los hombres no tuvieron más opción que llevarlo. Le metieron dentro de la cabaña y le acostaron en el suelo cerca de la chimenea, sobre una manta que ya había puesto Eleanor, pero al verlo tan indefenso (lo cual era ridículo para un hombre de gran tamaño) mandó que lo subieran a su cama.

LA LOBA VINTERIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora