Capítulo 6 Parte 2

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Ambos se miraron como si no se hubieran visto nunca. Eleanor con vergüenza y resignación y Maximilien con reconocimiento. Pasaron eternos segundo sin que ninguno de los dos dijera nada hasta que la voz de Maximilien volvió ha escucharse.

-Eres la misma mujer que estaba en el funeral de mi esposa. Una cara así es imposible de olvidar- Dijo Maximilien con la voz un poco dura.

-Esto ha sido un error.- Dijo la joven titubeando. Después se marchó de la habitación como alma  que lleva el diablo.

Maximilien yacía en la cama pensando sobre lo que acababa de descubrir. Estaba intrigado por esa chica. Era tan bella como cuando la había visto en el funeral. Ella era el chico, entones él no estaba mal ni estaba pecando.

Bueno si había pecado pero no de la misma forma.

Se había atormentado las últimas horas creyendo que ella era un chico y deseándola. Había algo en ella que le atraía fuertemente, no podía negarlo.  Así que se propuso que cuando regresara, le sacaría toda la información.

Pasó una larga hora mientras Maximilien seguía atado a esa cama preocupado por la chica. No la había visto y estaba intrigado por conocer su historia, el pobre estaba harto de estar acostado y le escocían las manos de tanto tenerlas amarradas. Seguía en sus pensamientos cuando la aludida regresó al cuarto, se había puesto ropa limpia, unos pantalones holgados y una camisa ancha que ocultaba que ella era una mujer, tanto que si Maximilien no lo supiera ya, jamás se le habría ocurrido.

-Antes de cualquier cosas. ¿Podrías soltarme por favor? Muchacha! - Dijo Max haciendo énfasis en la palabra muchacha para picar a la chica.

-Siempre y cuando me prometas que no huirás. -Respondió Eleanor hablando por primera vez con voz de mujer delante de él. No tenía caso seguir fingiendo cuando él ya la había visto. Jamás volvería a cometer un error así.

-Lo prometo. -Dijo Max.

Eleanor se aproximó  hacia donde estaba él con un pequeño puñal en las manos para romper las cuerdas que lo sujetaban. No podiendo quedarse callado Maximilien preguntó.

-¿Vives sola? 

-Eso no le interesa. -Respondió Eleanor mordaz para nada dispuesta a responder las preguntas del conde. Sin embargo éste era muy persuasivo por lo que tuvo que ocultar partes de la verdad y no revelarle que eran cuñados o por lo menos, lo habían sido.

Cenaron  venado que George había cazado. George siempre le daba de la carne que cazaba en el bosque para él y para las personas pobres del pueblo que no tenían carne, él era un padre que apreciaba como tal a pesar de no serlo en sangre y esa misma tarde se había marchado diciendo improperios a causa de la resolución de Eleanor de tener al conde en su cabaña.

 Le permitió al conde sentarse en una silla cerca de la chimenea e incluso le había prestado una de sus camisas que lo único que hacía era resaltar todos sus músculos.

Y ahí estaban los dos. Cuñada y cuñado. Ladron y víctima. Pobre y Rico. Charlando como viejos conocidos. El conde con su postura recta y rígida como un noble se había relajado en compañía de la solitaria joven que le había curado. Gracias a eso él se había enterado que ella vivía sola y era hija de una criada de una castillo y que ésta era su cabaña. Era huérfana de ambos padres y estaba sola en el mundo. Maximilien prefirió no preguntar por los ladrones porque ella no le respondería. Poco a poco  con lo ameno de la plática se fueron acercado  hasta que estaban a menos de un metro de distancia y aún más cerca.

 Cuando sus caderas se rozaron ambos se miraron a los ojos sorprendidos. Estaban tocándose y al estar tan cerca sus respiraciones se mezclaban. Los latidos de sus corazones empezaron a latir al unísono y en una completa melodía.  Sus labios estaban tan cerca, que si se movían un poco un beso sería inevitable.

Maximilien sin poder evitarlo se acercó  y como jalado por un resorte unió sus labios a los de la joven en un beso, un pequeño roce. Pero no fué suficiente y la atrajo más hacia él para profundizar el beso. Espasmos de placer recorrieron el cuerpo de la joven y sin poder hacer nada más, le devolvió el beso con el mismo ardor. Se olvidó de todo a su alrededor y solo se enfocó a esta nueva mar de sensaciones que no quería que acabasen. Le rodeó el cuello con los brazo atraiéndolo más a ella, y aunque  estaban muy juntos pero eso no parecía suficiente.

Maximilien rodeó con una mano la estrecha cintura de la muchacha y  la juntaba más a él, sus manos no querían detenerse y sus labios bailaban a un solo compás. Masajeó a través de la camisa los senos de ella, rozándolos un poco bruscamente que los pezones se irguieron al instante. Eran pequeños y redondos. Cabían en sus manos perfectamente somo si hubieran sido hechos para él. 

Sus labios se separaron y Maximilien bajó sus labios hasta su cuello y detrás de sus orejas. Eleanor estaba en un lugar desconocido. Todo parecía irreal. Esa mujer que estaba sintiendo no era ella. Abrió los ojos y lo miró. Al hombre que se había colado en sus pensamientos y sueños. Miró a Max  buscando sus senos con sus labios. (Cielo Santo.... Es mi cuñado -pensó ella. No podía traicionar a su hermana a pesar de que ya no estuviera viva). Empujó a Maximilien para que este se alejara. Él la miró con ojos confusos.

-¿Pero que pasa? -Preguntó Max algo ronco y confuso al ser separado bruscamente del paraíso- .... tranquila linda. Tranquila. No te forzaré a nada que tu no quieras. -Pero me has dejado como nadie lo había hecho desde que tengo memoria. -Dijo él con voz ronca. Era cierto. Nunca había deseado a nadie como la deseaba a ella. Su cuerpo ardía por esta muchacha.

-Lo siento milord pero esto fué un error que no se repetirá.

-Esta bien pequeña. Solo hablemos.- Dijo Max en un intento por distraerse y que su erección bajara. -¿tu conoces a el marqués Vinteri? El día en que te ví en el velorio él fué a decirte algo. ¿Qué te dijo?

-Lo siento de nuevo milord pero eso es algo de lo que no quiero hablar.

Después del beso  Maximilien notó que la joven no quería hablar más con él y le dijo que dormiría en el suelo y que mañana se marcharía al amanecer. Ella accedió. Él incluso le ofreció ayuda económica y un empleo a lo que ella se negó y no le permitió seguir intentando convencerla.

Por acuerdo mutuo Max durmió esa noche en el suelo y Eleanor en la cama. Sin embargo a poco antes de el amanecer, la vejiga de Max volvió a incomodarlo haciendo que se levantase a orinar. En su búsqueda por una manta con la cual taparse del frío pues con la que se había cobijado estaba muy grande Max buscó en el baúl cercano a la cama donde dormía la joven. 

No pudo evitar contemplar su bello rostro. Era tan lindo que sonrió. Sin embargo cuando sacó la manta, descubrió que en ese baúl había algo que lo dejó helado.

Su medallón estaba pulcra mente guardado junto con otras cosas de algún valor.

...

Eleanor despertó buscando encontrar al conde dormido en el suelo. Pero él estaba sentado en una silla mirando hacia la chimenea Al verlo Eleanor no pudo evitar expresar:

-No sabía que ya os habíais lev... -No pudo seguir hablando porque Max se volteó hacia ella con el semblante frió y despiadado. Eleanor no sabía que estaba pasando hasta que vió en una de las manos de Max el medallón que ella misma le había robado.

-Tu eres una ladrona.- Dijo Max como un hecho con la voz dura y ruda.

-Si. Lo soy.- Admitió ella. Nuevamente no tenía caso mentir. -Prometisteis no decir nada sobre el robo.

-¡Lo he hecho, maldita sea!- Dijo Maximilien. -Y yo que creí en tí, en todo lo que me dijiste. He sido un tonto. -Se levantó rápidamente al ver que ella no lo negaba. Y sin decir más se marchó caminando de la cabaña.

LA LOBA VINTERIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora