Capítulo 31. Momentos difíciles, momentos de amistad.

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-Entonces es verdad. -Dijo la joven Vinteri con un deje de decepción.

-Lo siento amiga, pero lo es. Si una esposa muere en un lapso de tres años después de casarse y sin haber tenido al menos un hijo la dote del matrimonio es devuelta al padre de la mujer al menos que el hombre se case con otra mujer, puede ser otra hermana o alguna prima. -Le dijo Melina. -Es así desde hace mucho tiempo, pues según sé, algún rey la hizo porque los nobles solían casarse muchas veces para enriquecerse y en ocasiones las esposas aparecían muertas en circunstancias demasiado sospechosas, por eso se creó esa ley. Así que si Lord de Courcey no se casa contigo debe devolverle a tu padre las tierras y las monedas valenginas que la dote de Anne contenía, y según sé, esas tierras son muy ricas y tienen manantiales que llevan agua a todas las tierras de Caltohuntef.

-Pero quizá te ama, quizá no ha pensado en eso y el te quiere realmente. -Le dijo Olivia con seguridad.

-No lo sé, Livi. Desde que se enteró quién era yo insistió en casarnos. -Dijo la loba mirando hacia el suelo. -Es probable que Sabella haya tenido  razón.

-¡No dudes del amor del conde, Nana, no le creas a esa arpía que aún en su muerte gobierna tu mente con esa absurda idea. -Le reprendió Olivia en defensa del amor, pues ella misma estaba experimentándolo.

-Puede ser que Olivia tenga razón y esa mujer sólo lo haya dicho para molestarte, pero debes hablar con el conde, sólo él puede explicarte y eso debes hacerlo ya pues si en cinco días no encuentras a esos rebeldes Max será decapitado públicamente como ordenó el rey. -Le dijo Melina con la cabeza fría a lo que la joven Vinteri asintió.

-¿Y cómo se supone que voy a entrar a ese lugar custodiado hasta las narices? ¡Debo llamar a mis amigos!

-No te preocupes Eleanor, está misma noche verás al conde coronel. ¡Nosotras te ayudaremos! -Melina tocó su mano en señal de apoyo.

-¡Tiene razón Melina, Nana! Llama a tus amigos y nosotros los cubriremos. -Olivia también la abrazó fuertemente mostrándole su apoyo. -Cuando Eleanor ser disponía a salir a toda velocidad una idea cruzó por la mente de una de sus amigas. -¡Nana! -Le gritó hasta que la loba volteó a verla con cara de preocupación -Es probable que el rey envíe espías a seguirte. -le dijo Olivia en voz baja.  -Así que debemos despistarlos,  así que yo puedo hacerme pasar por ti y desviarlos del camino hacia Richard.

-¡Te doy las gracias, Livi, pero es demasiado peligroso! Sé que Mursfhite es capaz de hacer eso sólo para atraparnos a todos, pero no te pondré en peligro a ti también, no me lo perdonaría. -le dijo Eleanor conmovida.

-Lo sé, Nana. Pero yo ya estoy en la causa, y no permitiré que el hombre al que amas muera si yo puedo hacer algo. Tampoco me perdonaría si tu sufrieras, Nana. -Ambas se abrazaron sintiendo en sus almas los lazos de una verdadera amistad, aún si incluía dar la vida la una por la otra. 

-Olivia, si te descubren te encarcelarán. -Le dijo Melina agitada.

-No me importa, Mel. -Aseguró Olivia. - El General Frailán me ayudará. ¡Lo sé!

-Entonces... Yo también quiero ayudar. -Melina conocía a su padre y sabía que el no era compasivo, pero había decidido a que bando pertenecer, y no era al de su padre. Temblorosa y haciendo acopio de una valentía que creía no tener ofreció su ayuda. -Somos todas, Nana. Lucharemos todas.

Y entonces... la mujer que no derramaba lágrimas casi nunca rompió a llorar  como una pequeña niña de agradecimiento y miedo, el miedo que había dejado de sentir hace mucho, mucho tiempo. La loba lloró abrazada de sus amigas. Lo que pasaría en los días siguientes quizás determinaría el futuro de las tres, y sólo había una palabra ante su rey.

LA LOBA VINTERIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora