Capítulo 21. La vida que hubiese tenido.

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Había un problema.

Un enorme problema.

Un problema inmenso.

Eleanor no sabía las reglas, ni las costumbres de la sociedad.

Ni siquiera sabía bailar.

Y era un grande problema pues estaba en la fiesta del vizconde Gwerdis. ¿Cómo rayos iba a hacer en ese lugar?

Eleanor no se iba a dejar intimidar

¿Que pensarían los del grupo si la vieran tímida y temerosa?

Vergüenza.

Eleanor ignoró su propia ignorancia, y sonrió a los invitados que su padre le presentaba.

Sabella miraba atentamente, pues también ella estaba por segunda vez en esa sociedad.

Sabella se había encargado del atuendo de Eleanor, pero la joven sabía las intenciones escondidas en la mujer.

Matarla.

No probó bocado alguno que Sabella le ofreció, y evitaba todo el tiempo posible a su lado.

Su anfitriona Adele, después de que su padre hiciera las presentaciones necesarias, se había encargado amablemente de ella y presentarla a sus invitados.

La hija del marqués.

Todos los ojos quedaron puestos en ella y los susurros no se hicieron esperar.

De pronto se vió rodeada por una cantidad algo ruidosa, de caballeros jóvenes y viejos.

Y lady Adele se los presentó uno a uno.

Un barón viudo de pasados los cincuenta, pero con grande influencia en la sociedad del cruel rey. Su apariencia era dura y sus ojos parecían ver dentro de su alma. Eleanor sabía que debía de cuidarse de ese hombre. Aunque tuviera la maña de alagar su buen gusto por el decorado extravagante del salón.

Un joven vizconde muy simpático, que apenas estaba conociendo el mundo, aún no había cumplido los 20 años y parecía la simpatía hablando. A Eleanor le cayó bien instantáneamente, pero sabía que no debía fiarce. Era alto y delgado, con ojos oscuros y nula barba, era simplemente adorable.

-Lord Alex Vontei, para servirle, señorita. -Dijo el joven besando la mano enguantada de Eleanor.

- Un placer conocerlo. - Eleanor sonrió sinceramente ante la atenta mirada de Marcus Vinteri y Sabella Calligster.

....

Maximilien cabalgó ansiosamente hasta el cuartel y fué recibido por un soldado.

-Coronel.

-Andrés, ¿Dónde está el general?. -Dijo Max, mientras respiraba agitada mente debido al esfuerzo y bajaba del caballo.

-En su oficina, Coronel.

-Gracias. -Max se marchó hacia donde estaba Frailán, su gran amigo, pues le habia mandado llamar mientras se arreglaba para ir a una fiesta y acompañar a su Eleanor.

No portaba su uniforme de Coronel Valengino, pues después de todo era noble y no era necesario.

-¡Max! -Le dijo Frailán mirándolo apesadumbrado.

-¿Que sucede, amigo?

-El rey, dictó la orden de cazar a los traidores a la corona. Así que cualquiera que no respete o hablé mal de su rey, será muerto.

-¡¡No puede ser!! -Se exaltó Max que al moverse bruscamente, una silla cayó hacia atrás.

-Lo ha dictado como un ley. -Añadió Frailán.

-¿Qué vamos a hacer Frailán?

-Después de todo somos los mayores del ejército de su majestad Mursfite.

-Habrá más muerte. -Gruñó el conde.

- Hemos decidido el camino ya, Maximilien.

-Nos apresará, lo sabes, amigo. -Maximilien apretó los puños hasta que quedaron blancos.

-Debemos ser precavidos. Muy precavidos.

- Es traición. - Le dijo él conde.

-Es nuestra gente, Max. -Le respondió Frailán.

- Lo sé. Entonces llegado el momento nos uniremos a los rebeldes así muramos. -Dijo Maximilien con convicción.

-¡Asi sea! -Repitieron ambos al unísono.

-Por cierto. -Interrupió Frailán. -¿Que rayos te ha pasado en la cara?

....

Maximilien salió cabizbajo minutos después. Después de todo su pequeña gata tenía las de ganar. La mitad del ejército del rey de su lado.

Eleanor.

Y con ese pensamiento cabalgó nuevamente a la fiesta.

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Eleanor miró a su enemigo potencial.

-Conde Savage, señorita. - Un hombre muy atractivo y seductor la miraba como si deseara estrangularla en ese mismo momento. Las sutiles miradas entre Sabella y Savage eran inocentes para todos, menos para   Eleanor. Un hombre que acababa de llegar a los cuarenta pero tenía muy buena condición física.

Un hombre del que cuidarse.

Había fingido lastimarse el pie para quitarse de encima a todos aquellos que la invitaron a bailar.

Que malo que en la presentación en sociedad de una bella joven, la joven haya sufrido el infortunio de lastimarse el pie. -Comentaban las mujeres.

Los hombres por su parte de habían ofrecido a traerle bebidas, pues tenían curiosidad por la hija escondida de el marqués.

..

Así transcurrió una semana. Una semana en que Max se había mostrado cortés pero distraído y aunque se había ofrecido a enseñarla a bailar, ella sabía que el le estaba ocultando algo muy grande.

-Ves, que fácil es bailar gatita. Es un don natural en tí. -Le dijo Maximilien al oído mientras se acercaron en el baile. Su primer baile había sido con él. En un salón lleno de gente elegante.

Pero sin corazón.

Gente fría.

Su padre y ella hablaban poco. Muy poco.

Ella y Max bailaban bajo la mirada de todos y hasta se pensaba que el conde la iba a tomar por esposa muy pronto.

Sólo faltaba un día.

Un día para ver al rey que le había hecho ser lo que era.

Afortunadamente para ella, había aprendido a desenvolverse con los curiosos vestidos de la moda Valengina.

La moda cambiaba de acuerdo al lugar. Y en la corte la moda era más pomposa y exagerada.

Y las mujeres enseñaban más piel.

Mucha más piel.

Había aprendido a esconder sus cicatrices en brazos y cuello con maquillaje.

Había aprendido en tan solo una semana cómo hubiera sido su vida si no le hubiera pasado nada de lo que le pasó.

Pero era momentáneo.

Pronto volvería a su vida.

Ni siquiera estar en brazos de Max la disuadería de dejar su meta y pelear.

Pelearía.

Era una mujer muy fuerte.

Aunque no sabía lo que le esperaba.

LA LOBA VINTERIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora