Capítulo 16. Enfrentamiento.

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Eleanor quedó profundamente dormida en los brazos de Maximilien mientras él secaba sus lágrimas. Ella tenía fiebre. Y aún faltaba saber si había sido violada. El conde estaba profundamente preocupado por la muchacha.

En ese momento llegó el hombre con quien se había peleado en la posada y una anciana mujer que se le hacía conocida. Una empleada del marqués Vinteri. El hombre le apuntó con su arma muy enojado.

-¿Qué hace usted aquí? –Le dijo George acercándose tomándole por los hombros y zarandeándolo.

-Vine a ver a Eleanor. Ella estaba muy mal y he intentado bajarle la fiebre pero sigue subiendo. –Cuando el conde dijo eso George lo soltó y en su cara se notó preocupación.

Entre los tres procuraron ayudar a Eleanor y revisaron sus heridas menos la de su entrepierna. Maximilien no podía más con la intriga que le preguntó a Honorina que si podría revisarla. Ella les pidió que salieran.

Maximilien esperó afuera quince eternos minutos mientras Honorina revisaba a Eleanor. Hasta que ella abrió la puerta y lo llamó.

-Solo está en esos días. Nada de qué preocuparse. –Dijo ella. Y Max no pudo hacer otra cosa que agradecer a Dios por que guardó a la muchacha. –Pero ella está muy mal. Había recibido heridas antes, pero por alguna razón, ésta sí ha logrado debilitarla. Corre peligro su vida si la fiebre aumenta.

Las palabras de Honorina fueron como cuchillas en el pecho del conde. Pero la muchacha no podía morir. No podía. Ella era suya. ¿Suya? ¿De dónde había sacado eso? Se preguntó Maximilien más atormentado aún. Dió las gracias a Honorina por ayudarle y aunque George intentó que se fuera él no se marchó hasta saber cómo estaba la muchacha.

Pasaron tres largas horas donde los tres estaban preocupados. Cada cuando Eleanor deliraba y decía cosas sin sentido para dos personas en la cabaña. Pero no para Max. (Al fin te he encontrado. Y pagarás con tu vida por tu crueldad) (Muere bastardo) (Madre... Madre... Madre... no me dejes... Vuelve mamá....) –Frases como aquellas se escuchaban de los labios de Eleanor. A veces ella gritaba. A veces sólo susurraba. Pero el conde nunca se separó de su lado. No le importaron las miradas de George y Honorina, una mirada hostil y una curiosa.

Aunque Max debía regresar a su cuartel para ver los daños y las bajas resultantes de la batalla no quiso moverse de ahí. Temía que si se iba y regresaba, no encontraría a Eleanor con vida. Esperó pacientemente ignorando las miradas hostiles de George, pues la anciana si tenía curiosidad, intentaba no demostrarla. Estaba muy cansado y sudado. Pero se quedó junto al lecho de la joven, pues aunque no podía hacer nada más por ella tocaba sus manos cuando ella tenía esas luchas internas.

Había oscurecido y Maximilien sabía que tenía que ir a su cuartel. No podía posponerlo más. Sus soldados esperaban sus órdenes. No quería dejar a la muchacha.

-Se le ve preocupado lord Maximilien. Si debe irse, puede hacerlo. Yo la cuidaré. Pero también debo irme más tarde. –Honorina le dijo al verlo de tal manera.

-Yo me quedo con ella. –Dijo George.

-No. Yo lo haré.

-No, no lo harás. Ella es como una hija para mí y no voy a dejar que un hombre como tú se quede a cuidarla, quien sabe que podrías hacerle. –Las duras palabras de George enfurecieron a Maximilien y se acercó a él furiosamente pero Honorina se interpuso entre los dos.

-George. Conozco al conde y puedo dar fé que es un hombre con honor. Fué el esposo de mi niña Anne. –Habló Honorina.

En ese momento un sonido proveniente de la cama distrajo a los tres.

-Es... un conde y ...no quiero... matarlo. Es mi enemigo pero... no puedo... odiarlo. Anne. Él es tuyo pero yo... yo... -Eleanor susurraba muy quieta en la cama hasta que se enfadó y empezó a moverse salvajemente en la cama. Los tres temieron que se abriera su herida y procedieron a calmarla.

-Tranquila pequeña. Tranquila. –Max hablaba al oído de ella y ella se calmó y en su rostro se formó una imperceptible sonrisa. Su rostro bañado en sudor mostró alegría. –George y Maximilien cruzaron miradas.

-Yo me quedaré con ella y te doy mi palabra de Honor que no le haré ninguna cosa que pudieses pensar. –Repitió Max.

-Yo necesito saber cuáles con sus intereses. –Dijo George aún a la defensiva.

-Ella me curó una vez. Ella es una Vinteri y no tiene por qué andar arriesgando su vida ni vivir en un lugar como éste. –Dijo Max señalando la cabaña con desagrado. –Además aprecio a la muchacha independientemente que seamos enemigos. Debo dejar en claro que aunque sea cómplice de vosotros nunca los delataré. Es más, puedo llevarme a Eleanor a mi castillo. Allí será mejor tratada y tendrá un mejor lugar donde convalecer y un doctor que se queda a curarla.

-De ninguna manera. Puede quedarse esta noche, pero sólo porque aún inconsciente la muchacha lo prefiere. Pero no se la llevará a ningún lado. –Dijo George.

-Ahora váyase a hacer eso que deba hacer. -Lo instó Honorina.

Max accedió porque era eso o nada. 

Max procedió a marcharse y regresar lo más rápido que pudiese. Cuando iba saliendo vio un gran grupo de hombres y su líder se acercaba a la puerta de la cabaña. Maximilien sólo tenía dos opciones, o los enfrentaba o se escondía. Pero él nunca había sido un cobarde así que desenvainó su espada y esperó.

Richard se topó con un hombre a la entrada de la cabaña de Eleanore. Cuando lo vió lo reconoció inmediatamente. El coronel del ejército del rey y desenvainó su espada.

Andro, que venía con Richard al ver la hostilidad de los dos se acercó hasta estar cerca de ellos.

-Tranquilos caballeros. Tanto el uno como el otro deben tener buenos motivos para estar aquí, por lo que no tiene que haber ninguna pelea.

-Eleanor se está muriendo. –Dijo Maximilien.

Inmediatamente varios hombres se adelantaron hasta ella, él reconoció a algunos de los que le habían robado. Y el soldado del Marques Vinteri (Andro) y el Jefe rebelde fueron los primeros en entrar.

Después de ver como los hombres apreciaban grandemente a la muchacha Maximilien sintió celos, pues al parecer ella tenía una relación muy cercana con el jefe rebelde. En esos momentos quiso ir a quitarlo de la cabecera de la cama donde Richard estaba. Había una tregua silenciosa, ambos no hablarían sobre la guerra mientras Eleanor estuviese enferma. Maximilien estaba por marcharse cuando de pronto se regresó a hacerle una pregunta al líder rebelde.

-¿Qué es ella de ti? –Preguntó Maximilien.

- Mi futura esposa. –Respondió Richard sin vacilar. Ambos se miraban con intensidad que en cualquier momento uno saltaría a pelear con el otro. –Es mi mujer. –Añadió Richard.

-No es cierto. –Dijo Maximilien muy enfadado.

-¿Cómo puedes estar tan seguro? –Se burló el castaño.

-Porque si realmente fuera tuya no correspondiera tan ardientemente a mis besos. –Dijo Maximilien. Esa fue la gota que colmó el vaso. Ambos se lanzaron el uno sobre el otro con la intención de golpear al otro y más.

-Te has aprovechado de ella desgraciado. –Dijo Richard muy enfadado mientras intentaba librarse de los hombres que lo tenían sujetado impidiendo que se atacasen, pues también sujetaban a Max.

-Eso no te incumbe. Yo no le hecho daño. –El conde no quiso decir que sólo se habían besado, pero sabiendo que si el otro pensaba que ellos tenían algo no querría quedarse con ella.

Después de que los soltaran Maximilien se marchó después de besar en la frente a Eleanor para que los hombres lo vieran, prometido volver. A él no le importaba lo que pensase el rebelde sobre él. Tal vez creería que ella era su amante y le sacaba dinero para la causa rebelde, pero al conde no le importaba lo que pensara, estaba dispuesto a defender a la muchacha de todos. Sabía en lo que se estaba metiendo pues si era descubierto por el rey, sería también acusado de traición.

LA LOBA VINTERIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora