Capítulo 9. El capitán.

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-¿Vos rrobando, belleza? –Murmuró el capitán solo a los oídos de Eleanor.

-Mucho me temo que esto es mucho más que un robo Alexandre. Esto es un asunto personal. –Respondió ella. –Pero entonces, ¿Qué los trae por aquí? ¿Es que  ya se han hecho decentes?

-De ninguna manera, pero esas gordas cucarachas que a las que vos rrobáis a nosotrros nos ofrecieron un botín ostentoso, así que llevamos nuestros afligidos trraseros a la aventura de estas costas.

-Pero capitán, ya que estáis aquí, pasad a descansar con estos humildes ladrones. –Dijo ella divertida.

-¡Ay! Belleza. Aunque preferiría probar otras delicias que me ofrecieras no solo donde echar mi adolorido trrasero.

-Vos siempre tan picante. –Respondió ella divertida por el flirteo.

-¡Y vos siempre tan hermosa! –Dijo él picándola. Después se volvió hacia el barco y alzó su voz grave y potente hacia los marineros. – ¡Bajad ratas de sentina! -Los marineros divisaron a su capitán y se dispusieron a bajar. –Aquí esta belleza preocupada por los barriles de grog rancio os invita a echaros. –Después se volvió hacia ella y ella procedió a explicarle de su situación.

-¿Tienes un barco nuevo? –Preguntó ella.

-Ayy. ¡He conseguido esta belleza de navío! ¿A que no es impresionante?

-Definitivamente capitán. –Dijo ella viendo el enorme barco escondido de quien estuviera del otro lado. Cientos de pinos tapaban el enorme navío, contando con las escabrosas y altas montañas cera de esa parte de playa, no en ningún puerto por suerte de Eleanor. El capitán Grusbell había sido su amor de juventud, si es que se podía llamar así, desde que ella lo conociera hace dos años, se había sentido atraída hacia ese hombre, pero con el paso del tiempo, había descubierto que no era más que un enamoramiento momentáneo, pues el capitán había sido el primero en considerarla como una mujer linda. Lo había conocido cuando bajo el liderazgo de su antiguo jefe de mercenarios, Eleanor y sus compañeros habían viajado con el capitán a un robo a una nave inglesa con provisiones de armas los cuales habían hundido en medio del mar. Desde aquella vez, ella sólo lo había visto unas dos veces y siempre se trataban con cariño y el siempre acababa burlándose de ella por cualquier cosa.

Después de que los marineros anclaran el barco acordaron descansar sólo un par de días. Los hombres buscarían provisiones y se divertirían, mientras su capitán y Eleanor convivirían y charlarían.

.....

-Edmund. No has demorado nada. ¿Qué noticias me traes? –Dijo Max mientras revisaba las cuentas y documentos en el despacho de su castillo.

-Coronel. He descubierto dónde vive una muchacha con las características. Fue muy fácil averiguarlo coronel. Incluso ésta misma noche la ví, junto con muchos hombres entraron a su cabaña y no salieron en mucho rato, hasta que después de casi tres horas que todos se fueron, menos uno. Si no me equivoco él todavía está allí por la manera en que les daba órdenes a otros hombres.

Maximilien sintió celos que hasta él mismo se sorprendió, no podía creer que esa muchacha de la que le hablaba el soldado, era su Bella ¿suya? ¿De dónde había salido esa expresión? Era cierto que Max era posesivo, pero esa muchacha no era nada suyo. Lo único que habían compartido era un beso. No podía siquiera pensar que ese hombre, o esos hombres la besaran, sus labios eran tan dulces y su sabor como ningún otro, que no quería ni pensar que alguien más los probara, ni que visitaran el cielo entre sus brazos y sus piernas. Ella parecía una gata lista a atacar cuando la hostigaban.

-No es ella. Tienes que haberte confundido.

-Coronel. Yo sé lo que ví. Era una muchacha con su cabello a los hombros y con pantalones de hombre. Ella rodeaba los hombros del hombre que al final se quedó con ella cuando todos se fueron. Y sonreían.

-¿Dónde se ubica esa cabaña?

-A unos cuatro kilómetros al oeste del castillo de su suegro el marqués Vinteri, coronel.

-Bien. Puedes retírate.

-No querrá ir. ¿Verdad coronel? Es muy noche. –Max no respondió.

Maximilien se apresuró inmediatamente a ensillar su caballo y se dirigió a galope hacia esa cabaña, tenía que comprobar y ver con sus propios ojos que lo que Edmund le dijo era verdad.

Al llegar descubrió que esa era la cabaña de la chica, se bajó de su semental y caminó hacia la cabaña cuidando que nadie lo viera. Oyó risas desde dentro y miró a través de la puerta entreabierta a la chica muy cerca de ese hombre abrazándola y ella no opuso ninguna resistencia. Max no pudo seguir viendo eso y se retiró. No estaba enojado, quizá estaba triste.

Al llegar su ama de llaves Amelia, una mujer de cuarenta y tantos años le dijo:

-Qué bueno que llega milord. La cena está lista.

-No hace falta Amelia, voy a mis aposentos y que nadie me moleste.

En toda lo que restó de la noche y madrugada, hasta el amanecer Max estuvo es sus aposentos pensando y sin poder conciliar el sueño.

......

-¿Cómo que les han robado? –Preguntó La señora Sabella exaltada poniéndose en pie roja como un tomate.

-Así es señora. Eran muchos. Lo último que ví era al capitán que nos trajo, luchando contra un ladrón. Pero al parecer perdió porque no le volvimos a ver. –Dijo uno de los soldados.

-¿Le pagaste? -Preguntó ella a punto de explotar en cólera. –Le has pagado. Lo puedo ver en tu cara. Yo no se cómo le harán tú y todos los que estaban contigo. Quiero todo de vuelta para mi ajuar. ¡Inmediatamente!. –Gritó y su chillido se oyó en toda la mansión de ella. Podía parecer muy linda, pero en esos momentos la criada más fea era mejor que ella.

.....

Eleonor miraba al capitán dormir en su pequeña cama. Él había insistido en dormir en el suelo, pero ella sabía que el pequeño catre de su camarote, no era cómodo como su pequeña cama. Al final ella le convenció, pero no antes ella tuvo que poner media docena de mantas en el suelo de madera para tener contento a Alexandre.

Algo había cambiado dentro de ella. Cuando ella tenía veinte años, (hace dos años), el capitán Grusbell le había dado su primer beso. Verdaderamente no era un beso. Al menos no como el que le había dado el conde. Cuando el capitán la besó, ella había sentido un hormigueo en el vientre y cosquillas en sus labios, fueron solo un par de segundos. El capitán la había provocado mientras estaban solos en la cubierta principal del barco pues los demás había bajado a buscar provisiones al puerto. De padre irlandés y de madre francesa, Alexandre de los barrios bajos, pero bueno en los negocios de un simple grumete había pasado en pocos años a tener su propio barco y capitanearlo.

Le había dicho que era muy probable que fuera fría como un hielo por eso los muchachos no se le acercaban. Esto colmó la paciencia de Eleanor que le respondió.

-Oh por supuesto que no, solo que... no me interesan los hombres. Son bobos y sosos. –Afirmó ella muy convencida.

-¿Qué me estará queriendo decir? –Se preguntó en voz alta.

-Oh, tú no me lo pareces. –Dijo ella, arrepintiéndose al instante.

-¿Habláis vos enserio? –Dijo el con una sonrisa provocativa acercándosele.

-Yo... yo..

Entonces él la besó, fue un beso muy corto, pero era el primero que ella había recibido. Cuando se separaron ella declaró que no se sentía bien entres excusas y se retiró. Desde ese día el capitán nunca la había vuelto a besar, pero su relación seguía como siempre. Ahora mirándolo sentía que a pesar de lo bello que era, le faltaba algo, mas no sabía que.

....

A los dos días, el capitán y sus marineros se marcharon de nuevo a navegar aprovechando la marea a su favor. Eleanor se sentía muy sola. Una vez más había soñado con un hombre de ojos como el océano y unos labios más bellos de los que se pudiera imaginar. A pesar de lo que su cerebro le decía, sabía que tenía que verlo una vez más.

LA LOBA VINTERIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora