Estoy en casa y respiro, respiro como no lo he hecho desde hace seis años. No tuvo que pasar una semana para que mi madre se parara frente a mí a derramar lágrimas y pedirme que no la dejase, que haría todo lo que hiciera falta para estar bien. Lloró tanto como cuando Daniel se nos fue y Sebastian lloró mucho con ella también, aun puedo escuchar al niño susurrarle que no esté triste.
Lo último que hizo antes de irse fue hacer la cena de acción de gracias, una cena que no hacía desde que papá murió. Sinceramente no tenía ni la más mínima esperanza de que volviera a retomar la tradición, me ha sorprendido.
Hace ya una semana no está con nosotros y ha sido todo un reto para mí. El trabajo, la universidad y cuidar de un niño no es precisamente fácil. Si mis horas de trabajo no coinciden con el horario después de clases de Sebastian me lo llevo conmigo, pero si estoy en clases y él no, alguien más debe cuidarlo por mí. Por muy poco que me guste la idea tuve que dejar a Leah cuidar de él, ella lo conoce y no es que no le tenga confianza como para eso, sino que la mujer parece querer saltar a mi yugular cada vez que me ve.
Leah no entiende que justo ahora no quiero nada con ella. Prefiero el celibato a terminar entre sus piernas.
—¿Mami no va a volver? —pregunta Sebas mientras abotono correctamente su camisa.
—Mami va a volver. Solo necesita estar afuera unos meses para ser feliz.
El niño junta sus cejas pareciendo no entender.
—¿Y cómo va a ser feliz sin mí? Ella dice que no puede ser feliz sin mí.
Sonrío y lo siento en la cama para ponerle los zapatos.
—La felicidad se compone de muchas cosas: yo soy feliz cuando uso mi moto, cuando estudio, cuando hablo con mis amigos y cuando tú sonríes. Para que mamá sea feliz debe estar junto a ti, pero antes tiene que ver un doctor. Cuando el doctor diga que ya todo está bien puede ser feliz contigo a su lado.
—No entiendo. ¿Por qué no puede ser feliz conmigo y ya?
—Porque está enferma.
Sus ojitos se aguan y su labio inferior tiembla, de inmediato me arrepiento de haber usado esas palabras.
—Yo no quiero que esté enferma.
—Por eso no está aquí, pero pronto vendrá muy sana y feliz.
—¿Y la van a puyar? A mí no me gusta que me pinchen, duele mucho. Y cuando me puyan yo lloro. ¿Ella va a llorar?
—Ella es muy fuerte.
—¿Podemos visitarla? En la tele cuando se enferman van a visitarlos al hospital.
Me pongo de pie y beso su frente peluda. Tiene el cabello muy largo, por lo que rizos cubren su frente casi llegando a sus ojos.
—Ahora vamos a salir. —Tomo su pequeña mano entre la mía y camino hasta la sala. Tomo mi abrigo del perchero y le tiendo el suyo.
Diciembre está aquí y el frío también.
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Seis Razones Para Cada Problema [Libro I] ✔️
General FictionMaya, Ryder, Kristen, Brayden, Shawna y Garrett van a la misma universidad, recorren los mismos pasillos y no tienen una razón para ser unidos, hasta que ciertos problemas llegan a sus vidas, hasta que ellos son el problema. ¿Cómo la vida de seis jó...