40| KRISTEN

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Le mando rayos visuales a mi auto como si eso fuese suficiente para que volviera en sí, pero como mi visión no tiene poderes mágicos resoplo

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Le mando rayos visuales a mi auto como si eso fuese suficiente para que volviera en sí, pero como mi visión no tiene poderes mágicos resoplo. Siempre que mi auto tenía una avería Dayle se hacía cargo, pero lo que menos quiero es tener mi auto con su mecánico de confianza, nada que tenga que ver con él me hace gracia justo ahora.

Así que tras un par de recomendaciones mi auto termina en otro taller, un señor mayor tal vez de la edad de mi padre recibe mi auto, dice un montón de cosas que no entiendo cuando le explico el problema y yo asiento como si estuviese consciente del asunto.

Un hombre aparca su motocicleta en el taller y cuando se quita el casco lo reconozco como el compañero de Glen con el que terminé compartiendo pesares y fumando cigarrillo.

—Qué bueno que llegas, Garrett —dice el señor—. Leo se acaba de ir.

—¿Cómo estás, Jimmy? —Dirige su mirada hacia mí y me mira como si estuviese a punto de descifrar quién soy—. ¿Kristen?

Sonrío, yo no hubiese recordado su nombre. No es mi fuerte.

—¿Qué tal? —Extiendo mi mano hacía él y la estrecha.

—Perfectamente —responde—. ¿En qué puedo ayudarte?

—Arreglando su coche —responde Jimmy por mí.

Le explico a Garrett lo que sucede con mi auto y de inmediato sabe qué hacer. Mentalmente lo bendigo hasta que dice que se va a llevar más de tres días en estar listo.

—Es una broma, ¿cierto?

—No, Kristen, no bromeo. —Sonríe y tiene bonita sonrisa. Incluso tiene bonito pelo, juraría que más largo y brillante que el mío.

—No puedo durar toda la semana sin auto, eso sería horrible y agotador. ¡Odio el transporte público! —me quejo.

—Si te hace sentir mejor yo lo odio por igual.

Resoplo no haciéndome sentir mejor su afirmación.

—¿Si te invito una cena podría reducir los días? —digo en broma.

—¿Me estás comprando?

Garrett sonríe sin quitar las manos de mi auto, parece que le divierte todo el rollo.

—Tengo la esperanza de que funcione.

—Vale —dice y arqueo una ceja.

—¿Vale? —cuestiono.

—Sí, aceptaré que me compres, —Esbozo una sonrisa—. Si termino en tres días me invitas a cenar.

—¿No estás hablando en serio o sí?

—Claro —afirma—. Así no tengo que hacer la cena. —Me guiña un ojo.

—Bien. —Extiendo mi mano hacia él para cerrar nuestro trato—. Si duras más de tres días tú la vas a pagar.

Seis Razones Para Cada Problema [Libro I] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora